Juegos salvajes

Per MariaRihers

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Lionel es un chico cuyo pasado lleva tatuado en su piel. Literalmente. Los errores de otros, más concretament... Més

Prólogo
¿Compañeros de cuarto?
La fiesta
Sueño y realidad
Charla a media noche
La fiesta de bienvenida (Parte I)
La fiesta de bienvenida (parte 2)
Buenas noches
Resaca
¡Que comience el juego!
Primer día de clase
Un simple hola
Intenciones
Monstruo
Ojos negros
Desgastandonos
Al cuerno
Los ojos del dragón
¿Decisiones tomadas?
Amigos de la infancia
Mi lugar favorito en el mundo
Haciendo arder el cielo
Tentación constante
Me gustas
Gracias por quedarte
Lo haría por ti
Sentimientos
Sentimientos II
Niña desordenada
Carta blanca
Touché
Ojos rojos
Confesiones que liberan el alma
La destrucción de Lionel Eisen
Adelanto capítulo 36 (Leed "nota autora" del final)
¡Nota importante!
Relaciones
Nota :v

Aléjate de él

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Per MariaRihers

Conseguí respirar en el momento en el que Pablo abrió los ojos, tan solo en ese instante el aire pareció inundar mis pulmones. Inhalé con fuerza y sequé las lagrimas que parecían no querer detenerse, en ese momento sentí los ojos de Pablo en los míos.

—Hola boxeador —lo saludé tratando de sonar dulce — ¿Cómo estás? —No puede evitar preguntarle logrando una pequeña sonrisa de su parte.

—Hola, Cleo —me devolvió el saludo, entonces la que sonrió fui yo.

Durante la casi hora que permaneció desmayado logré limpiarle la sangre y aplicarle hielo en el rostro, consiguiendo que las peores marcas no lucieran tan mal. Sinceramente en cuanto lo vi tumbado y lleno de sangre, pensé que estaría bastante peor.

— ¿Está aquí? —preguntó y obviamente supe a quien se refería. Se levantó con cierta rapidez y miró a su alrededor, con expresión de terror en su rostro, en busca de Lionel, quien hacía un buen rato, soltó la amenaza y se fue.

—No, se ha ido.

—Creo que debería irme. No quiero que vuelva y me encuentre aquí.

—Entiendo —dije algo desilusionada por esta situación. No es que esperase un ''gracias por haber intercedido por mí'' o un ''gracias por haberme cuidado y no haberme dejado morir'' pero quizás algo más que un ''Creo que debería irme'' aunque sabía que era lo más sensato.

—Ya has visto como es, tienes que alejarte de él —volvió a insistir en lo mismo Pablo y por desgracia tenía toda la razón.

—Recuerda aplicarte hielo sino mañana no verás con ese ojo —le aconsejé señalando su ojo derecho, el cual tenía bastante mala pinta.

—¿Cómo sabes tanto de curar heridas? —preguntó aplazando por unos segundos su huida.

—Estudio medicina y tengo un padre militar —fue todo lo que le dije. Él por su parte asintió y dejándome un pequeño y rápido beso en la mejilla salió por la puerta de mi habitación sin siquiera decir adiós.

Cerrando la puerta tras de él, me apoyé en la misma y dejé que la gravedad actuase mientras me apoyaba ligeramente en ella y acababa sentada en el suelo con mi espalda pegada a ese trozo de madera.

¿Cómo habían podido descarrilarse tanto las cosas?

En cuestión menos de medio día, mi pelo era rojo, experimenté sensaciones increíbles con Lionel, ha habido una pelea en la que casi mata a Pablo, este último se desmayo y ahora los dos se han ido. Si tuviera un psicólogo y le contase esto, seguro que me derivaba al psiquiatra para que me mediquen por mis graves alucinaciones.

Aparté mi nueva y roja melena, la cual pensaba teñir cuanto antes, atándola en un moño despeinado y me tomé unos instantes para recuperarme completamente de la gran locura que se había creado, y de las emociones que se habían apoderado de mi en todos esos momentos.

Respiré hondo por enésima vez en lo que va de día y me levanté para recoger todo el desastre; las gasas con las que le limpié la sangre a Pablo, el botiquín que se encontraba esparcido por el suelo, mis sabanas llenas de sangre... Quizás limpiando tenga suerte y logre distraerme un rato. Siempre he sido mala afrontando los momentos difíciles cuando llegan, lo tengo que hacer a mi ritmo.

(...)

Pasaron unas cuantas horas desde el momento en el que me puse a recoger y desde entonces no había logrado parar; limpié hasta los techo de la habitación. Fue entonces cuando, estando subida a la silla tratando de llegar al último rincón que me quedaba, oí las llaves entrando en la cerradura de la puerta y como esta última se abría. En ese momento entró Lionel, tambaleándose como si estuviera bailando pero en realidad estoy más que segura de que estaba completamente borracho.

—Hola —dijo en voz alta supongo que para averiguar si había alguien. Permanecí en silencio, no porque estuviera cabreada sino porque las palabras no salían de mi boca.

— ¿Hola? —repitió y entonces cerró la puerta de un portazo—. ¿Cleo? —insistió esta vez con mi nombre casi como si sintiera que yo estaba aquí. ¿Cómo podía ser eso cierto? Obvio que no podía, era mi imaginación.

—Hola —respondí de mala gana puesto que me vi obligada a hacerlo.

— ¿Dónde estás?, ¿Te estás escondiendo de mí? —preguntó mientras que dibujaba una traviesa sonrisa en sus labios.

—Estoy aquí —bajé de la silla en la que me había subido y dejé que me viera para que se quedase tranquilo.

—¡Aquí estás! —exclamó con ímpetu ensanchando su sonrisa casi como si no pudiese evitarlo.

—Aquí estoy.

—¿Estás enfadada conmigo? —esta vez no era el Lionel creído, seductor o bromista el que hablaba sino un Lionel real, de carne y hueso.

—Estoy decepcionada —respondí haciendo que, tal y como había venido, la sonrisa se esfumase de su boca.

— ¿Por qué? —ambos sabíamos la respuesta pero por alguna razón él quería que se la dijera en voz alta.

—Ve a dormir, mañana hablaremos —le pedí deseando que me hiciera caso. Era estúpido hablar con él en las condiciones que se encontraba, no llegaríamos a ninguna conclusión, mucho menos a un término medio.

—Dime el porqué —insistió haciendo que cruzase los brazos para que entendiera que no era el momento. —Dímelo —repitió y entendí que si quería que se fuera a dormir debería llevarlo yo misma.

—Porque estuviste a punto de matarle —las palabras salieron igual de crudas que como las viví, no sabía decirlas de otro modo. Tomé la iniciativa y me acerqué a él, descrucé mis brazos y me dispuse a tirar de él hacia su cama.

—Se lo merecía —se defendió creyendo que eso era suficiente.

—Eso ya lo has dicho.

—Es que es cierto.

—Hablaremos mañana de esto por favor, ahora descansa —intenté convencerle de que dormir la mona y que se le pase la borrachera era la mejor opción. El problema era que él era todo un terco.

—Pero yo quiero hablar ahora —dijo con un tono que no era muy usual en él y que lo hacia lucir cual niño pequeño. Cuando me fijé en él me di cuenta de lo infantil que parecía con su pequeño puchero y su ceño fruncido, le faltaba dar patadas en el suelo para salirse con la suya.

—Entonces habla.

—Pero tienes que escucharme.

—Te estoy escuchando.

— ¿Seguro?

—Totalmente. Soy toda oídos —le aseguré logrando que entonces se moviera un par de pasos hacia su cama.

—Oye Cleo, ¿No crees que vamos un poco rápido?

—¿A qué te refieres?

—Pues es que no te conozco ni de una semana y ya me estás llevando a la cama. No serás una de esas pervertidas ¿Verdad? —con esa tontería junto a su inusual buen humor, el idiota de Lionel logró arrebatarme una estúpida sonrisa.

—Te lo prometo —le aseguré y solo entonces conseguí que se sentase en la cama. Este hombre era todo un reto. Verlo tan borracho, tan sumamente fuera de sí, con su cuerpo robusto y totalmente definido parecía una broma de la vida. ¿Cómo podía parecer alguien tan sumamente frágil cuando por fuera tenía toneladas de cemento?

—Pablo hizo mucho daño a la mujer que más he querido en mi vida, la destruyo e hizo que ella jamás volviera a ser la misma, por eso hice lo que hice. No es que me guste pegar a la gente sin un motivo, él se lo había ganado a pulso. Es más, le avisé varias veces de que no apareciera por aquí y no me hizo caso. No siento haberle pegado, de verdad que no, lo que si siento es que tu hayas tenido que verme así —sus palabras tan sinceras, tan poco medidas me demostraban que estaba hablando desde la verdad, su verdad, quizás no desde el fondo de su corazón pero si desde la superficie del mismo.

—Siento haberte llamado monstruo, realmente no pienso que lo seas ni que las historias que cuentan sobre ti son ciertas, me arrepiento de habértelo dicho —Sentí la extraña necesidad de disculparme con él aunque mañana no lo recordase. —Sigo pensando que vas de chico malo para esconder en el fondo a un chico realmente bueno. Y de alguna manera, con todo lo ocurrido hoy, lo has demostrado; has defendido a la persona que quieres y que fue herida por Pablo. Eso no te excusa, creo que te equivocaste en las formas aunque tus motivos fueron correctos.

—Debes alejarte de él, Cleo. No juega limpio y cuando quieres darte cuenta, estás metida hasta el cuello —me aconsejó Lionel y por primera vez vi como Pablo y Lionel coincidían en lo mismo, solo que uno respecto al otro.

—Eso mismo me dijo Pablo de ti —sonreí con cierta amargura al darme cuenta de que no sabía a quien creer. Los dos me convencían de su versión pero debía decantarme hacia un polo u otro, no podría permanecer siempre en el medio.

—Espero que no le haga caso —confesó mientras que miraba sus manos abriendo y cerrando los puños. Me di cuenta en ese momento que, aunque a Pablo le hubiera curado todas y cada una de las heridas, las de Lionel tenían mala pinta ya que ni siquiera habían sido limpiadas.

—Espera aquí un momento —le pedí mientras que fui con rapidez al baño en busca del botiquín que había salvado esta noche.

Sin pensármelo dos veces, en cuanto llegué con el material necesario, me arrodillé frente a Lionel y sacando una pequeña gasa y mojándola en alcohol me dispuse a curarle los nudillos. Para hacerlo con más comodidad, le agarré la mano con cuidado sintiendo la electricidad recorrer mi sistema por el contacto de nuestras manos.

—No tienes que hacerlo —dijo casi como un susurro mientras que yo le indicaba que se callase. Presioné con delicadeza el algodón en cada uno de sus nudillos sintiendo como cada vez apretaba más mi mano, pero no con fuerza sino con necesidad. Hice lo mismo con la otra mano, tomándome algo más de tiempo ya que estaba más magullada, y en cuanto estaba a punto de acabar me quedé mirándole como me observaba mientras la última gasa hacía contacto con su piel.

—Vas a ser una médica increíble —declaró con una pequeña sonrisa. Si no fuera porque estuviera borracho seguramente no lo hubiera dicho y yo seguramente no le hubiera creído.

—Si Pablo no hubiese llamado a la puerta, juro que te hubiera besado como nunca lo han hecho, exactamente como te mereces —habló haciendo que mi corazón latiera desbocado. Tuve miedo de mirarle a los ojos, de descubrir en ellos que lo decía con sinceridad y sobre todo de descubrir que yo lo deseaba con todas mis ganas, así que seguí mirando sus magullados nudillos dejando que mi corazón se calmase muy lentamente.

—Tienes que irte a dormir, mañana será otro día —hablé con la voz algo temblorosa tratando de convencerle pero él se negaba a soltar mi mano.

—Prefiero quedarme así contigo.

—Ha sido un día largo, ambos deberíamos dormir.

—¿Sabes, Cleo? Lo que te dije la otra semana iba totalmente enserio y lo que sentimos hoy al tan solo tocarnos lo confirma completamente. Creo que rozar tu piel ha sido la sensación más increíble que he sentido nunca, fue como si el mundo explotase.

—Lo sentí —aseguré mientras que luchaba por despegar mis ojos de los suyos, los cuales me mantenían prisionera de sus secretos.

—Si esto ya es así, ¿Cómo se sentirá besarte? —preguntó con un nuevo brillo en sus ojos y pude sentir como la distancia entre nuestros rostros iba acortándose de forma notable. —Debe ser increíble —se respondió él mismo mientras que planteaba una nueva pregunta —Ni siquiera puedo imaginarme lo que debe ser el hacerte mía. Así debe sentirse hacer arder el cielo.

Por la forma en la que describía las sensaciones que creía que sentiría, unas enormes ganas de descubrirlo se colaron en mi sistema. Y de pronto recordé el sueño que había tenido con Lionel y si la realidad fuera la décima parte de increíble que aquel intenso sueño, sería la mujer más feliz del mundo.

Aunque una extraña sensación me decía que eso jamás iba a ocurrir.

—Buenas noches, Lionel —dije tratando de acabar con esta conversación a la vez que de lograr que, finalmente, suelte mi mano y se eche a dormir.

—Buenas noches, Cleo —respondió mientras que, con una lentitud infernal, liberaba mi mano y se recostaba en la cama con una inmensa sonrisa. Estoy segura de que estaba dejando volar a su imaginación. —Me gustan nuestros ''buenas noches''. —confesó justo antes de cerrar los ojos.

Continua llegint

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