Juegos salvajes

Por MariaRihers

171K 11.6K 2.1K

Lionel es un chico cuyo pasado lleva tatuado en su piel. Literalmente. Los errores de otros, más concretament... Más

Prólogo
¿Compañeros de cuarto?
La fiesta
Sueño y realidad
Charla a media noche
La fiesta de bienvenida (Parte I)
La fiesta de bienvenida (parte 2)
Buenas noches
Resaca
Primer día de clase
Un simple hola
Intenciones
Monstruo
Aléjate de él
Ojos negros
Desgastandonos
Al cuerno
Los ojos del dragón
¿Decisiones tomadas?
Amigos de la infancia
Mi lugar favorito en el mundo
Haciendo arder el cielo
Tentación constante
Me gustas
Gracias por quedarte
Lo haría por ti
Sentimientos
Sentimientos II
Niña desordenada
Carta blanca
Touché
Ojos rojos
Confesiones que liberan el alma
La destrucción de Lionel Eisen
Adelanto capítulo 36 (Leed "nota autora" del final)
¡Nota importante!
Relaciones
Nota :v

¡Que comience el juego!

4.9K 334 22
Por MariaRihers



— ¿Quieres algo? —pregunté mientras que me quitaba uno de los cascos dispuesta a escuchar cual fuera su poco ingeniosa y seguramente intrascendente respuesta.

—Ver la película, ¿No es obvio?

—No creo haberte invitado —le contesté acorde a su tono de voz anterior tratando de que, siendo tan directa, entendiera que no era bienvenido y menos en mi cama.

—No creo que viviendo en la misma habitación tengas que invitarme. Además solo quería facilitarte la labor de pedirme que me acueste en tu cama, aunque he de reconocer que habría sonado muy bien en tus labios —una traviesa sonrisa apareció en sus labios y yo sinceramente no le veía la menor gracia.

— ¿De verdad te crees que esa es manera de conquistar a una mujer? Esas maneras de ''No tengo la menor gracia así que utilizo lo único que me queda; flipármelo y esperar que funcione'' no son efectivas —le gruñí harta de sus maneras de comportarse. Si quería hacerlo con otra no me importaba en absoluto pero conmigo no, no soy de esas mujeres que caen porque el chico parezca un ''badboy''.

— ¿Por qué te crees que trato de conquistarte? Tan solo vengo a ver lo que sea que estés mirando, estoy aburrido —me contestó logrando llevarse un gruñido de mi parte y un par de palabras de lo más desagradables por lo bajito las cuales negaré haber pronunciado nunca.

—Lo que sea —fue lo único que obtuvo de mi parte. Por alguna extraña e incomprensible razón seguía manteniendo su sonrisa en los labios, lo cual me irritaba más de lo que me gustaría reconocer, así que dándole de nuevo al play continué viendo la película tratando de ignorar completamente su presencia.

Su sonrisa se ensanchó más así que, sumando uno más uno, comprendí que lo que le hacía sonreír era irritarme y cuando más lo lograse más feliz sería. En ese momento tomé cartas en el asunto y me negué a cabrearme con él durante toda la tarde para no darle ese gusto.

Pude sentir como mi cama se movía ligeramente cuando Lionel comenzó a removerse en la cama buscando la posición idónea, y en cuanto la encontró sentí como me empujaba casi fuera de la cama para acomodarse del todo.

—Oye, que me vas a tirar —hablé esperando que sus acciones fueran sin mala intención pero me equivoqué en cuanto vi su reacción. El muy idiota estaba tratando picarme con sus comportamientos de niño pequeño pero como me prometí antes, no iba a lograrlo.

—No era mi intención —contestó mintiendo cual bellaco —Es que ocupas toda la cama ¿No has pensado ponerte a dieta? Creo que te vendría bien perder unos pocos kilos si quieres que pasemos tiempo en esta cama.

—A ti si que te vendría bien perder unas cuantas toneladas de ego.

—Ya bueno, vamos a ver la película venga.

Esta vez me tragué el gruñido que amenazaba con escapar de mi boca, esperando que finalmente haya acabado con sus tonterías pues realmente parecía un niño pequeño con tanta palabrería barata.


(...)


No llevaríamos más de media película vista y sentía que en cualquier instante me convertiría en una asesina.

Fueron incontables las veces que sentí ganas de estrangular a Lionel pero hubo unas cuantas que destacaron; primero fueron los veinticuatro bufidos sin el menor motivo, después las trece llamadas de las cuales contestó, obviamente, las trece, y por último los noventa y siete mensajes que recibió más lo que le siguen llegando.

Traté de mantener la calma, de contar hasta el infinito y más allá, pero en cuanto le llegó otro mensaje, no pude controlar al demonio que me había poseído. Lo cierto es que tampoco quería controlarlo.

—Ya está bien, me harté. Si no quieres ver la película lárgate, es tan fácil como eso, no tienes que estar jodiendo. Desde un principio nadie te invitó —dije mordiéndome ligeramente la lengua para no terminar mandándolo al cuerno.

— ¿Quién dice que no quiera verla?

—Quizás tus bufidos, que contestases todas las llamadas, los continuos mensajitos... No sé, puede que sean imaginaciones mías.

—Quizás si lo sean —contestó mientras que agarraba su móvil comenzando a teclear en la pantalla.

—No me hagas parecer la loca aquí cuando tu misión de hoy ha sido sacarme de quicio. Y ¡Enhorabuena! Lo has conseguido. Creo que eres el ser más insoportable que conozco.

—Gracias —volvió a responder con toda la tranquilidad del mundo sin dirigirme una mísera mirada.

—¡Agh! —grité completamente irritada — ¿Podrías tomarte algo en serio por una vez?

—Cleo, me estás diciendo que me tome enserio que soy el ser más insoportable que conoces por el hecho de que he contestado unos pocos mensajes —habló con toda la calma del mundo mientras que bloqueaba la pantalla de su móvil y esta vez me dirigía una rápida mirada.

— ¡Son noventa y siete mensajes! —grité de nuevo mientras que alzaba mis manos tratando de que viera la magnitud de los hechos. —¡Noventa y siete! —repetí y en esta segunda ocasión me di cuenta de que realmente podía parecer un poquito loca.

Sus ojos seguían puestos en mí y trataban de hacerme llegar un mensaje que se perdía en la corta —pero necesaria— distancia que había entre los dos. En ese momento decidí que no quería tener que soportar sus comportamientos en lo que me quedaba de año universitario, el cual por cierto no había siquiera comenzado, así que se pasó por mi enfurecida cabeza una magnífica idea. O lo que en ese momento llegué a pensar como magnífica.

—Uno de los dos debe irse de aquí —dije de forma contundente.

— ¿Eso crees?

—Sí, eso creo. En lo poco que te conozco me has sacado de mis casillas más veces de las que puedo contar, no aguanto tus continuos tanteos hacia mi y que decirte sobre que somos totalmente incompatibles —En ese momento, por la necesidad de darle la importancia necesaria a mis palabras, cerré el portátil de golpe y me giré hacia él esperando llegar a algún tipo de acuerdo.

—Yo he oído que los polos opuestos se atraen.

—Pues habrás oído mal. Los polos opuestos no pueden atraerse ya que al ser tan contrarios no hay nada que puedan tener en común.

— ¿Y qué me dices del amor? —preguntó de pronto pero no estaba segura de que fuera por conocer mi respuesta o simplemente por confundirme. Tuve serias dudas sobre que responderle, si ser sincera o simplemente volver al tema inicial, pero al fijarme en sus ojos vi un brillo especial, uno que me hizo decantarme por la primera opción.

—Creo que en el amor no hay polos, simplemente corazones cuyos motivos la razón no puede entender.

—Eso es ilógico —determinó tras pensar unos pocos segundos en mi respuesta. Su expresión ahora era seria, parecía que este tema le interesaba aunque fuera ligeramente así que decidí aprovechar aquel instante para seguir como mi magnífica idea.

—Lo más ilógico para uno puede ser lo más lógico para otro —di por zanjado de esta forma el tema —Y ahora volviendo a lo anterior; no podemos vivir juntos. De verdad que no encajamos y creo que deberías irte.

Una risa de lo más ruidosa escapó de su garganta de pronto logrando pillarme por sorpresa.

—Siendo justos, lógicos y racionales yo llevo más tiempo aquí, así que deberías irte tú.

—Porque tu lo digas. No pienso irme de aquí.

—Yo estaba antes así que... —dejó en el aire lo que seguía a continuación mientras que se cruzaba de brazos dibujando una sonrisa torcida en su boca. Ya no había seriedad en su rostro, más bien todo lo contrario; diversión y entusiasmo.

—Y también te irás antes —le confirmé logrando que su sonrisa se expandiera completamente por sus labios.

— ¿Estás retándome, Cleo? —el interés que mostraba era de lo más notorio, parecía como si de pronto la conversación le estuviera interesando.

—Te estoy diciendo una realidad, Lionel —contesté con una seguridad y chulería ciertamente impropia en mí.

—Entonces apostemos; Aquel que aguante más se queda y el que pierda tendrá que irse. Pero además el perdedor, en este caso tú, tendrá que hacer algo que le pida el otro —propuso haciendo que durante unos instantes me plantease seriamente aceptar aquella apuesta, hasta que el sentido común volvió a tomar el control sobre mis actos.

—Espera espera —lo frené antes de que se volviera aún más loco con la idea de la apuesta —Habrá que poner algún límite ¿no?

—Claro que no ¿O es que acaso eres una gallina? —sus constantes provocaciones junto a aquella deslumbrante sonrisa que mostraba todos sus dientes hacían que la voz de la razón fuera cada vez más un susurro y por eso, dejando atrás cualquier atisbo de cordura, tomé una decisión. Seguramente la más estúpida de mi vida pero una decisión al fin y al cabo.

—Acepto.

—Entonces, que empiece el juego.

En ese instante algo cambió entre nosotros, el aire de alguna manera se volvió más denso y el hecho de que me estuviera mirando a los ojos se sentía como el más grande de los retos.

—Vas a perder —le aseguré aunque no estuviera completamente segura de ello. Una vez leí que desmoralizar a tu oponente es la mejor manera de ganar, así que iba a usarlo aunque al final no lo consiguiese.

—Sigue soñando, pequeña —entonces me regaló una última mirada junto a divertido guiño de su ojo derecho, antes de desaparecer de la habitación casi como si todo hubiera sido un sueño.

Y en cuanto ya no noté su presencia y dejó de cegarme su extraño pero hipnotizador juego, me di cuenta de donde me había metido realmente; acababa de apostarme mi universidad. Por exagerado que suene era cierto, desde el momento en el que llegué me pusieron en este cuarto porque no quedaba ninguna habitación disponible y cuando digo ninguna, es ninguna. ¿Cómo podía jugar de esta forma con mi futuro?, ¿Qué me había poseído en ese momento ya no para aceptar sino para siquiera plantearme tal propuesta? Y la respuesta era más que obvia; Lionel. Sabía que esta apuesta podía volverse a mi favor o en mi contra pero que al no haber puesto ningún tipo de límites, esto podría salirse de control.

De pronto tuve miedo de perder y al mismo tiempo de ganarlo todo. ¿Sería capaz de echar a Lionel en caso de que pierda? Lo estaría echando de la universidad, ¿Hasta tal punto no le soporto?

Lo peor de todo es que la respuesta a la ultima cuestión era muy clara para mi aunque odiara que fuera cierta; Lionel es la clase de chicos en los que me fijo siempre, los que me acaban metiendo en problemas y es por eso por lo que me prohíbo terminantemente fijarme en él.

Aunque seguro que no pasa nada por disfrutar de las vistas de vez en cuando ¿no?

Olvidándome de mis malditas hormonas de adolescente a su vez que de Lionel, descubrí que a parte de tener miedo por meterme en este lío me sentía viva, casi como si me hubiera metido un chute de energía, así que no miento en absoluto cuando digo que tengo ganas de divertirme un poco.

¡Que empiecen nuestros juegos salvajes!

Seguir leyendo

También te gustarán

1.4M 87K 109
Alice Agnelli es obligada a trabajar para Ferrari luego de que su padre se hartara de su estilo de vida fiestero y desenfrenado, hará hasta lo imposi...
1.6M 116K 84
Becky tiene 23 años y una hija de 4 años que fue diagnosticada con leucemia, para salvar la vida de su hija ella decide vender su cuerpo en un club...
72.4K 7.2K 21
Esto es despues de los sucesos de la pelicula (Extremadamente Goofy 2) despues de que Max junto a su padre lograron ganar la competencia de Los juego...
489K 37.5K 55
El mundo da un vuelco cuando la primer mujer en la Fórmula 1 se hace presente en el Paddock. Camille Watson, hija del gran piloto de la F1 tendrá que...