Alfred estaba preparado para salir corriendo, cuando el humo comenzó a disiparse. Comenzó a correr sin mirar atrás, justo cuando estaba a un pie del marco de la puerta sintió una mano en su hombro. El chico palideció al instante, ¿Acaso era un fantasma? recientemente había muerto gente ahi, podria ser un fantasma, les tenía terror. Alfred trago saliva pesadamente mientras que de forma torpe y lenta bajaba su cabeza para poder ver una blanca y sucia mano en su hombro, no tuvo valor para levantar la vista, el chico dio un sonoro grito lo suficientemente agudo como para romper un cristal para luego caer desmayado presa del terror.
Todo a su alrededor daba vueltas, se veía oscuro y borroso, el niño se restregó los ojos mientras se ponía de pie, sin poder recordar bien lo que había pasado.
—¿Te encuentras bien?— Escucho una preocupada voz masculina detrás de el, entonces fue cuando todos los recuerdos afloraron en su cabeza, la huida del orfanato, el humo... y el fantasma. Bien, no podía ser tan malo, si fuera un fantasma, en todo caso sería el de sus padres y ellos no le harían daño. El niño miró la escalera, sentado sobre un escalón había un hombre de cabello rubio despeinado, sus ropas antiguas estaban sucias y rotas, al levantar la vista pudo ver un ojeroso rostro en el cual brillaban dos ojos similares a esmeraldas, no podria haber adquirido una apariencia más fantasmal aun si lo hubiera deseado.
Alfred se puso de pie casi de un salto para correr fuera de la casa, entonces empezó a sentir un humedo frio, oh no, ¿Tanto le habia asustado? Habia mojado sus pantalones...
—¿A dónde vas?— Preguntó el fantasma poniéndose de pie. —Hace mucho frío, podrías resfriarte- Agrego siguiendo al niño con pasos lentos.
Alfred no queria voltear, solo seguia corriendo, su respiración agitada podía verse en el aire, pero no le importaba, podia escuchar la voz del fantasma cada vez mas cerca.
—¿Estas huyendo mi?— Volvió a decir el fantasma, solo que ahora no lo estaba siguiendo, sino que de la nada había aparecido frente a el. Alfred contuvo un grito, para luego darse la vuelta y seguir corriendo en dirección contraria.
—¿Esto es algo a lo que juegan los niños de ahora?— Volvió a preguntar el fantasma reapareciendo frente a el. —¿Se supone que debo atraparte?
Al verlo frente a el de nuevo, el niño sintió un escalofrío, nuevamente cambió la dirección de su carrera. No sirvio de mucho cuando se dio cuenta ya no estaba en el suelo, sino que el fantasma lo sostenía en sus brazos.
—Te atrape!— Exclamó felizmente Arthur, mas a el niño le pareció aterrador. Inmediatamente comenzó a llorar con desesperación. —Tranquilo, no voy a hacerte nada.
—¡¿Por que confiaria en ti!?— Gritó el niño llorando. —¡Eres un fantasma!
Arthur se sorprendió levemente y contuvo una risita, la situación le parecía adorable.
—¿Fantasma? ¿Yo?— Pregunto con un tono exagerado mientras se llevaba una mano al pecho. —Pero si yo crei que tu eras el fantasma— mintió.
—¿He? ¿Yo?— Pregunto Alfred dejando de llorar.
—Estabas llorando solo, en la noche y al parecer no te molesta el frío ¿No es eso muy fantasmal?— Preguntó Arthur sonriendo.
Alfred tuvo que darle la razón, luego de haberse tranquilizado un poco sorbió sus mocos y observó a la persona que lo estaba cargando, sus ojos eran bonitos y sus cejas extrañas, pero tenía una cálida sonrisa, y podía sostenerlo con un solo brazo lo que demostraba que era bastante fuerte.
—Y cuéntame Alfred— Exclamó Arthur intentando romper el silencio, dejando con cuidado al niño en el suelo. —¿Acaso tienes una especie de retraso mental?
—¿Que? ¡No!— Exclamó el niño ofendido negando con la cabeza varias veces.
—¿Y entonces que es esa horrible forma de hablar ingles? ¿Acaso es la nueva moda? No se ve nada bien.
—Así hablamos en Estados Unidos— Explico el niño extrañado ante las extrañas preguntas del extraño fantasma.
—¿Estados Unidos? ¿Que es eso?— Volvió a preguntar el ingles confundido. El niño lo miró perplejo ¿Cómo podía no conocer la existencia de su país? ¡Era inaceptable!
—¡Es el país de la libertad, la tierra de las oportunidades!— Explicó el niño.
—Oh, ¿Acaso es un reino mágico?— Preguntó Arthur sentándose en el suelo para quedar a la altura de Alfred.
—Nooo ¿No sabes nada de historia americana? ¿De donde se supone que eres?
—Inglaterra— Respondió Arthur sonriendo, por alguna razón, todo lo que el pequeño hacía le parecía extremadamente tierno.
—Eso lo explica... ¿Todos en inglaterra se visten así de raro?
—¿Esto te parece raro?— Preguntó Arthur observando sus ropas, si estaban bastante descuidadas, pero hubo un tiempo en el que se las consideraba prendas elegantes. —De donde vengo así viste la gente rica... oh ¿Pero donde han quedado mis modales?
Luego de decir eso, el ingles se puso de pie para dedicarle una exagerada reverencia al niño, quien contuvo una pequeña risita al verlo.
—Mi nombre es Arthur Kirkland, ¿Ante quien tengo el placer?— Preguntó extendiendole su mano al niño.
—Alfred F. Jones— Respondió este estrechando su mano.
Arthur sonrió, el ya sabia su nombre, había derrochado un deseo en aquello, pero el niño al parecer no se había percatado de que ya lo había llamado por su nombre, las manos de Alfred eran tan pequeñas que podria sostenerlas perfectamente entre las suyas.
—Dime Alfred, ¿Por qué llorabas?— Preguntó Arthur sentandose en la escalera en la que lo vio por primera vez.
—Bueno es que...— La expresión del niño se volvió sombría en un instante. —Nada, fue una estupidez.
—Anda dime.
Alfred observo detenidamente al hombre frente a el, pensando en que hacer, ya no le daba miedo, incluso le parecía agradable, ¿Pero era eso suficiente?
—¿P-Prometes no reirte?
—Lo prometo.
—Bueno, yo... le pedi un deseo a una estrella fugaz y crei que este se cumpliría— Los ojos del niño se humedecieron.
—Vaya, a de ser un deseo muy complicado, la magia de las estrellas suele ser muy efectiva, ¿Que pediste?
—Que todo volviera a ser como antes, antes del incendio, queria a mis padres de nuevo— Explicó Alfred mientras se acercaba al ingles sentado en la escalera.
—¿Tus padres te abandonaron?— Preguntó Arthur con el seño fruncido, ¿Quien podria abandonar a un niño tan adorable?
—No, murieron.
Al oír eso se quedó helado, en su mente revivió la escena del niño llorando en las ruinas de la casa y esto le desgarro el corazón. ¿Cuanto había sufrido ese pequeño?
—¿Y qué hay de los tuyos?— Pregunto Alfred secando sus ojos antes de que estos comenzaran a lagrimear.
—¿Que?
—Tus padres.
—Oh... bueno, los mios... también murieron— Arthur suspiró, con pesar, de sus padres no recordaba otra cosa que no fueran sus rostros. —Pero fue cuando era muy pequeño, así que no los recuerdo del todo, y mis hermanos no querían hablarme de ellos.
Alfred no sabia que responder, no era muy bueno con todo lo que a emociones respecta, pero pudo leer en la expresión de Arthur un dolor similar al suyo.
—¿Tienes hermanos? ¿Son buenos?— Preguntó sentándose junto al inglés.
Arthur suspiro, sus hermanos no eran precisamente su tema de conversación favorito.
—Tres, y no, no eran muy buenos que digamos. ¿Que hay de ti? ¿Tienes hermanos?— Preguntó intentando desviar él tema de conversación.
—Solo uno, Matthew, el es bueno solo que es muy callado, aunque aveces habla con su oso de peluche.
Y así pasaron un largo rato charlando, Arthur descubrió rápidamente que Alfred amaba hablar sobre si mismo, mientras él ingles solo se limitaba a escuchar con atencion sin hacer mas que asentir con una sonrisa.
—Y entonces caí de cara al lodo, pero todos los cerdos me siguieron y entraron al corral, aun así me regañaron por ensuciarme Pero hice lo que cualquier héroe haría, ¿No crees?— Pregunto el niño tras finalizar su relato.
—Pero por supuesto— Respondió Arthur conteniendo la risa al imaginar la escena.
—Mira ¡Arthur!— Exclamó Alfred señalando él cielo. —¡Otra estrella fugaz!
—¿Que, dónde?— Preguntó el inglés volteando rápidamente, mas no llego a verla.
Alfred guardó la imágen de aquella luz atravesando cielo en su memoria, pues ver dos estrellas fugases en una sola noche era algo fuera de lo comun, mas pero no volvió a pedir un deseo, ya no creía en esas cosas.