Tauriel, Hija del Bosque

By emivelez29

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Adoptada por el Gran Rey de los Elfos del Bosque. Siempre quiso saber quiénes fueron sus progenitores. Perdi... More

Mi infancia
Y pasó el tiempo...
¡Por fin!
¿Le gusto?
No es posible
¿A quién le pertenece?
El embriagador azul de sus ojos
Parece que alguien está celosa
Pero ella es mi guardiana
Donde nadie podrá quitármelo
Mi noche...
La corte
Un pequeño tropiezo
Mi corazón tiene dueño
Perdí mi oportunidad
Me dejaré llevar
La elfa pelirroja
Una importante decisión
Una esperanza resurge
Inusual despedida
La compañía
Noche estrellada
¡Te equivocas!
No le des esperanza
Mereth Nuin Giliath
Barriles de contrabando
Tras él
Vuelve
Vaya vista
Lo voy a salvar
La desolación de Smaug
Vaya vista II
ÂMRALIMÊ
Desterrada
Profunda tristeza
La Batalla de los Cinco Ejércitos
Adiós
De vuelta a casa
"Calurosa" bienvenida
Un nuevo amigo
Sobornados
Cartas
Te encontré
Buscando respuestas
Descansos problemáticos
La guerra del anillo
¿Hacia dónde?
Una bomba contra el tiempo
No hay dos como yo
Mi último aliento
Rivendel
A la luz de las estrellas
Recordando viejos tiempos
Una noche memorable
Mirkwood
Celos
Encuentros otoñales
A solo un día
Te amaré por la eternidad
Entre el bosque y las estrellas
Cariños en la bañera
Vas a estar bien, mi vida... ¡sorpresa!
Eres mía
Más allá del oeste
Emergencias nocturnas
La noche más larga
Itarille y Samir
Hasta las últimas consecuencias
La estrella vuelve a brillar
Adiós a la corona
Namárië
Hogar
Promesas
El llamado del mar
Utúlien aurë!

Cuarenta y ocho horas

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By emivelez29

El frío y helado viento matutino entra sin piedad por mi ventana haciendo que abra mis ojos con pesadez. No acostumbro a moverme mucho mientras duermo pero por alguna extraña razón estoy desarropada. La fina bata que cargo puesta no es suficiente para calentarme.

Siento mucho pereza por lo que en vez de cerrar la ventana, me cubro con mis sábanas hasta el cuello. Me acuesto de lado y contemplo la oscura mañana que se alza sobre el bosque.

Me acurruco más y me sumerjo en un mundo de pensamientos. Madre, quisiera saber más de ti. No es justo que te hayas ido por mi culpa... porque sí, yo soy la culpable de que hoy ya no estés aquí.

Si yo no hubiera nacido muchas cosas serían distintas ahora mismo. Quizá mi madre estuviera casada con mi padre, ambos felices gobernando en Rivendel. Madre se hubiera cuidado y con la ayuda de la medicina élfica habría concebido un hijo sin dificultad.

Pero tuve que nacer yo. Yo no pedí venir a este mundo, mucho menos al precio que tuvo que pagar una elfa tan joven, para quien su vida apenas comenzaba. Soy un error.

¿Por qué te tuviste que ir madre? ¿y... si todo hubiera salido bien? ¿si aun ahora estuvieras aquí con nosotros, conmigo? A sólo unos días de la boda madre y tú no estás aquí.

Es difícil, siempre ha sido difícil pero ahora lo es más. No estuviste cuando comencé a decir mis primeras palabras, tampoco cuando di los primeros pasos. No pude contarte sobre mi primera ilusión, sobre mi primer amor y tampoco estarás para ayudarme a acomodar mi vestido ni cuando pronuncie el 《sí, acepto》.

-Tauriel, amor disculpa la puerta estaba.

Maldigo para mis adentros, no he escuchado la puerta.

-Legolas -susurro cubriendo mi rostro con las sábanas.

-¿Te sientes bien? No has bajado a desayunar, nos preocupamos por ti.

-Sí, sí. Estoy bien.

-Tauriel, ¿qué ocurre? -dice tirando de las sábanas.

Forcejeo con él pero es inaudito y al final estoy despojada de lo que me cubría. Me incorporo, vuelvo a tomar las sábanas para tapar mi cuerpo.

Legolas me observa atentamente y su expresión cambia. Apresurado se sienta en la cama y toma mis manos.

-¿Por qué lloras Tauriel? Dime qué sucede. Detesto verte así.

No estoy consciente de que las lágrimas habían salido sin mi autorización.

-No es nada -reprimo mis sentimientos.

-¿Que no es nada? No bajas a desayunar y ahora te encuentro llorando. Dime qué es lo que sucede.

-Estoy en mis días y me siento sensible. Es todo.

Suspira y se acerca un poco más. Toma mi rostro entre sus manos y me hace mirarlo.

-No quieras mentirme estrellita. Te conozco bien mi vida, sé que hay algo más que no quieres decirme. Recuerda que soy tu prometido, dentro de unos días seremos esposos y sabes que puedes confiar en mí, contarme qué es lo que te aqueja. Yo haría hasta lo imposible por dibujar una sonrisa en tu rostro. Anda, cuéntame.

Sus palabras me transmitieron calma y seguridad. -Es que ayer, mientras me probaba el vestido no pude evitar pensar en ella.

-¿En tu madre?

Asiento. -Nunca pude conocerla. A veces creo que no debí haber nacido.

-Sshh. No repitas eso nunca más -me ordena con severidad- Tauriel, estoy seguro de que tu madre jamás quisiera escucharte decir eso. Sé cómo te sientes, yo también perdí a mi nana.

-Pero no fue culpa tuya.

-Tú tampoco tuviste culpa alguna. Son cosas que se escapan de nuestras manos, nadie nunca imaginó que eso pasaría pero de lo que sí estaban seguros era de que su hija venía en camino y que algún día crecería y sería una elfa hermosa, fuerte, guerrera, noble y muchas cosas más.

"Sé que has sufrido mucho, que has pasado por momentos muy dolorosos a lo largo de tu vida y me duele no poder cambiar aquello, pero ¿sabes? Haré todo lo que sea necesario para hacerte feliz todos los días de nuestras vidas. Me emociona muchísimo la idea de saber que llegaremos a ser uno solo. Mi capitana, yo viviré por hacerte el ser más feliz de Arda.

-Legolas, te amo tanto -dije al borde del llanto.

Me abrazó y sentí su protección.

-No quiero que vuelvas a tener esos pensamientos negativos, por favor.

-Me esforzaré.

-Ahora debes desayunar, voy a pedirle a una elfa que te traiga el desayuno a la cama.

-No es necesario. Legolas no, ¡vuelve aquí!

Fue imposible, en dos segundos ya estaba afuera solicitando que se trajera un banquete a mi habitación, qué vergüenza.

-Buen día Corëd, podrías por favor traer un gran desayuno para la princesa Tauriel.

-En seguida mi señor.

Legolas cierra la puerta y regresa su mirada inocente hacia mí.

-Te dije que no era necesario -cruzo mis brazos fingiendo enojo.

-Mi prometida debe alimentarse bien.

-Mi primitidi dibi ilimintirsi bin -me burlo.

-¿Qué has dicho?

-¿Quí his dichi? -empiezo a reír a carcajadas.

-Vaya vaya Tauriel, así que quieres jugar ¿eh? -me lanza una mirada perversa.

Muerdo mi labio inferior sonriendo provocativamente. Legolas se lanza a la cama y me toma prisionera de sus cosquillas, me ahogo de la risa. Sus traviesas manos se concentran en mi abdomen provocándome risas desenfrenadas. No me quedo atrás y contraataco.

La risa de Legolas es como música para mis oídos. En medio de las risotadas pienso en que es el único y verdadero amor para toda mi vida ¡lo amo demasiado!

NARRADORA POV

-¿Para quién es esa bandeja de comida? -pregunta colocándose en el camino de la elfa.

-Para la princesa Tauriel -responde Corëd.

-Déjame llevárselo.

-No te preocupes, sí puedo.

-Por favor, quiero llevárselo. No tengo ningún problema, sé dónde es su habitación -sonríe.

-De acuerdo -Corëd le entrega de mala gana la bandeja con el desayuno para Tauriel.

Ella sube hasta llegar al pasillo real hasta situarse frente a la puerta de la recámara de la pelirroja. Acerca su oído a la madera y lo que escucha le enfurece. Risas y más risas tanto de Legolas como de Tauriel.

-¿No te han dicho que es de mala educación escuchar tras las puertas? -oye desde atrás.

-¿No te han dicho que es de mala educación meterte en la vida de los demás? -responde.

-Mira Naerilia, no sé quién rayos te crees que eres ni qué es lo que estás planeando en tu retorcida mente pero lo que sí sé es que si te llegas a meter con la princesa, o peor aún con el príncipe Legolas las pagarás muy caro.

Naerilia se echó a reír. -Tus amenazas no me asustan Odys, tú no me conoces así que mejor mantente al margen de mis asuntos sino quieres que te vaya mal.

-¿Qué llevas ahí?

-¿Acaso no estás viendo? Es el desayuno para mi señora Tauriel.

-No lo habrás envenenado maldita ¿oh sí?

Naerilia volvió a reír. -Todavía no le ha llegado la hora a la princesa- tocó la puerta- ahora lárgate, debo entregar este desayuno.

-Dame eso, ¡está envenenado!

-¡No seas loca!

En ese momento se abrió la puerta y Naerilia se apresuró a entrar.

-Buenos días mis señores.

Tanto Legolas como Tauriel se sorprendieron al ver a Naerilia entrar por la puerta con la bandeja.

-¿Dónde está Corëd? -preguntó Legolas.

-Ella tuvo un imprevisto y me pidió de favor traerle el desayuno a la princesa.

Tauriel puso sus ojos en blanco, sus labios formaban una línea recta.

-¡Alto Tauriel! -gritó Odys entrando estruendosamente a la habitación- ¡eso está envenenado!

Todos se quedaron en silencio.

-Eso es mentira -replicó Naerilia.

-Tauriel, no comas eso.

-¿Tienes cómo probar lo que dices? -desafió Naerilia.

Legolas y Tauriel se quedaron mirando a Odys esperando una respuesta, ella no sabía qué decir.

-No. Realmente no tengo cómo probarlo, pero estoy segura de que esta alimaña le puso algo a tu comida ¡ella te odia!

-Suficiente -dijo Tauriel exasperada- retírense las dos por favor.

-Mi señora, yo sería incapaz de hacer algo así.

-Afuera las dos dije, gracias.

Naerilia y Odys salieron enojadas de la habitación, no sin antes dejar la bandeja en una mesita.

-No vuelvas a meterte conmigo estúpida -dijo Naerilia empujando a Odys.

Ella intentó calmarse y no responder a su provocación.

-No permitiré que le hagas daño a la princesa.

-Si quisiera hacer algo, no sería eso querida.

Dicho eso, se fue.

-Amor, ¿comerás?

-No lo sé, ¿luce envenenada la comida?

Legolas tomó una manzana y se la acercó a la nariz. -No huele a nada.

-Pff -dijo escondiendo su rostro entre sus manos- Naerilia está poniendo todo patas arriba.

-No querrás que arruine nuestra boda.

-No digas eso Legolas.

-Habla con Arwen, ¿cuántas veces más te lo repito?

Tauriel se quedó mirándolo sin decir nada.

-Da igual -se echó de nuevo a la cama- quisiera verla tratando de arruinar la boda.

-Parece que alguien está enojada -sonrió de lado.

-Y tú no me hagas enojar más.

A Legolas le causó gracia ver a Tauriel gruñona, amaba cada vez que se ponía así. Se tumbó en la cama a su lado, ella mantenía su vista fija en el techo con el ceño fruncido.

-No me arriesgaría a hacerte enojar, no a ti Tauriel, Hija del Bosque.

Ella ablandó su expresión y lo miró de lado, ambos se miraban de lado.

-Más te vale Hoja Verde.

-Mejor cuéntame, ¿cómo es tu vestido?

-¿Estás loco? -rió.

-¿De qué te ríes? ¿quieres que te haga reír con ganas?

-¡No! ¡no!

Demasiado tarde, Legolas repartía cosquillas por todos lados inmovilizando a la pobre Tauriel.

-¡Bas... -reía- ...ta! ¡ya... no! -Tauriel moría de risa.

-Dime cómo es tu vestido o si no, no pararé.

Pero Tauriel era muy hábil para dejarse ganar.

-¡Auch! -se quejó él- Tauriel ¡me mordiste!

-Lo lamento -respondió riendo.

-Está bien, tú ganas. No preguntaré más.

-Es de mala suerte que el novio vea el vestido antes de la boda.

-Son puras supersticiones.

-Quizás, pero yo quiero que sea especial. Así que espera hasta ese día. Ya falta muy poco.

El príncipe no respondía, solo se quedó observándola.

-Oh, Legolas, ¿no estarás resentido?

-Me dolió la mordida -hizo un puchero mientras enseñaba el lugar del ataque.

Ella sonrió. -Ven, ven aquí -lo atrajo hacia ella mientras lo acurrucaba entre sus piernas.

Tauriel colocó una almohada sobre sus piernas e hizo que Legolas se recostara allí. Lo miró desde arriba al mismo tiempo que acariciaba su cabeza, se inclinó para besarlo.

-¿Mejor?

-Mucho mejor.

-Mi padre y los demás invitados de Rivendel deben estar por llegar en cualquier momento, al igual que los enanos de Erebor y Bilbo, Frodo, Sam y su esposa, Merry y Pippin.

-Aún recuerdo cuando los atrapamos en el bosque.

-Los pobres estaban rodeados por esas malditas arañas.

-Y fue ahí que conociste al enano -regresó su mirada a ella.

-Legolas... -sentenció Tauriel un poco molesta.

-Perdón, a Kili. Sé que no tenía malas intenciones contigo, él sentía algo muy especial por ti y parecía que tú sentías lo mismo. Creo que no te valoré lo suficiente hasta el día en el que te vi con él.

-Tenías ideas equivocadas y nunca me dejaste explicarte. Yo me sentía conmovida por él. Deseaba tanto que los enanos recuperaran el hogar que les había sido arrebatado por Smaug.

-Pero tenías especial interés por él.

-Hubo una conexión. No me malinterpretes, yo siempre había escuchado decir que los enanos son obstinados, codiciosos y maleducados pero Kili era todo lo contrario a eso. Llegué a tener un gran aprecio por él, lo llegué a querer como un hermano y lo quiero como a un hermano.

-Antes sentía mucha rabia hacia él, pero cuando me dijo que si tu felicidad era estar conmigo él aceptaría eso y se haría a un lado, entonces me di cuenta de que tiene un gran corazón.

-Así es y estoy feliz de que haya encontrado al amor de su vida y que se haya casado, él merece toda la felicidad del mundo.

-No es por presumir, pero puedo decir que soy el ser más feliz de la Tierra Media porque me casaré con la vida de mi vida.

-Mi amado Legolas.

-Vamos a dar un paseo por el bosque, ¿qué dices?

-Me gusta la idea.

Salieron por las grandes puertas tomados de la mano, no demorarían mucho pues Elrond tenía planeado arribar esta noche a Mirkwood.

-Está corriendo mucho viento.

-Estamos en otoño, es lógico que haga mucho frío -respondió él rodeándola con un brazo para brindarle su calor.

-Lo sé, me gusta este clima. Ya estoy deseando que sea invierno, muero por que caiga nieve.

El viento soplaba fuerte y remolinos de aire levantaban las hojas secas caídas en el suelo. El día era oscuro y espeso.

Se sentaron en un gran tronco al lado de un árbol. Tauriel se acomodó sobre el hombro de Legolas.

-Qué tranquilidad hace aquí lejos del bullicio del palacio.

-Es un ambiente ideal para nosotros.

-Aquí podemos hacer muchas, muchas -le lanzó una mirada perversa- muchas cosas secretas.

Ella captó en seguida, ya no podía esperar más, ya no podía esperar los pocos días que quedaban para la boda, lo deseaba ahora, ya.

Sus labios se entrelazaron, el beso se intensificó y el frío que los rodeaba se convirtió en un vapor ardiente saliendo de sus cuerpos.

-Debemos terminar esto en mi cama -sugirió ella.

-No, no puedo esperar más tiempo.

Tauriel iba a responder pero se calló al sentir como el suelo bajo ellos temblaba como si fuera un sismo.

Buscó la mirada de Legolas que al igual que la suya mostraba extrañamiento. El temblor se detuvo.

-¿Qué fue eso?

Legolas no pudo contestar pues la tierra volvió a estremecerse, los árboles crujían y esta vez se pusieron de pie asustados. No cargaban armas y estaban un poco lejos de la fortaleza.

-Es mejor que volvamos -dijo ella.

-Vámonos, debemos alertar a todos.

-¡Ayuda! -se escuchó a lo lejos un eco de voz.

Detuvieron su marcha, alguien estaba pidiendo ayuda y aquella voz masculina se les hacía conocida pero no recordaban con exactitud de quién era.

-¡Ayuda! -volvió a escucharse de más cerca junto con múltiples pisadas.

La voz sonaba desgarradora y desesperada, a más de eso también podía oírse otros gritos.

-¿Bilbo? -soltó Tauriel.

-¿Merry y Pippin?

A lo lejos alcanzaron a ver como seis pequeñas siluetas se aproximaban rápidamente.

-¡Son los hobbits! -dijo Legolas con expresión de alarma y sobresalto.

-¡Legolas! -gritó Frodo.

-¡Legolas! ¡Tauriel! -gritó Bilbo -¡gracias al cielo! ¡debemos irnos! ¡hay que irnos!

Los pequeños hobbits llegaron hasta ellos, les faltaba el aire, su respiración era agitada.

-¿Qué está pasando? -inquirió el elfo.

-Trolls -dijo Sam casi ahogándose.

-¿Trolls? ¿qué hacen los trolls por estos rumbos?

-No lo sabemos -dijo Frodo.

-Si no hubiera sido por Pippin, no nos habrían notado -dijo Merry furioso y rojo como un tomate.

-No iba a permitir que se comiera al pobre venado -respondió Pippin irritado.

-¡Eso no importa ahora! -replicó Bilbo desesperado- ¿acaso no entienden? ¡Los trolls nos están persiguiendo! ¡debemos irnos rápido! Por favor.

-Vamos, vamos al palacio -sugirió Tauriel con seguridad.

Todos giraron en la dirección que los elfos habían tomado para retornar a la fortaleza cuando de pronto la tierra volvió a temblar.

-¡Maldición! Nos encontraron -dijo Legolas, pero luego vio un lugar que podría servirles de escondite y a la vez distraerlos- vengan, ¡rápido! ¡por aquí! -gritó bajito.

Se apresuraron en seguir al elfo, se metieron bajo el follaje de un gran árbol y se cubrieron con el camino ayudándose de ramas caídas y hojas secas.

Se pegaron contra el suelo muy próximos el uno del otro.

-Ni una sola palabra, no se les ocurra respirar -ordenó Legolas.

Los hobbits y los elfos contenían la respiración. Sobre ellos las pisadas de los trolls se sentían con fuerza, estaban muy asustados, sudaban y temblaban.

Una mariposa volaba cerca de la nariz de Pippin, este luchaba por alejarla de él y los demás lo miraban con desespero para que se tranquilizara. La mariposa no dio tregua y se posó en su nariz, el hobbit no pudo aguantar lo que era inminente.

-¡Achú! -se escuchó retumbar.

Todos querían matar a Pippin en ese instante. Las pisadas se aproximaron al lugar donde estaban ocultos y desde arriba una cabezota se asomó a ellos.

-¡Oye Freddy, encontré a las ardillas gordas y peludas! ¡oh! Y ¡mira! Dos elfos grandes y jugosos -dijo el troll observándolos.

No sabían qué hacer, estaban en serios problemas. Nadie tenía armas.

Las pisadas del otro troll se sentían aproximarse cada vez más.

Legolas tomó cautelosamente el tronco en donde minutos antes había estado sentado y en un acto rápido se la clavó en el ojo del troll.

-¡Ahora es cuando! ¡corran! ¡corran! ¡corran! -gritó Bilbo.

Los seis hobbits junto con Legolas y Tauriel se echaron a correr.

-¡Vuelvan aquí bestias peludas! -gritó furioso el troll.

Los hobbits no podían correr tan rápido como los elfos así que estos últimos debían cuidarle las espaldas.

Pronto, los dos trolls estaban al acecho y casi pisándole los talones a los fugitivos.

Legolas y Tauriel se valían de cualquier objeto pesado para poner trabas en el camino de los monstruos.

-¡La puerta élfica! ¡veo la puerta élfica! -dijo Frodo.

Aceleraron el paso, ya casi estaban a salvo.

-¡Abran la puerta! -gritó Pippin.

-¡Abran la puerta! ¡llamen a los guardias! ¡trolls! ¡nos persiguen los trolls! -gritó Legolas.

Cruzaron el puente y a no más de cincuenta metros venían los dos gigantes trolls.

Las puertas se abrieron y en seguida entraron agradecidos de no haber sido devorados aún por los trolls.

Al mismo tiempo un grupo de diez elfos armados salieron en sus caballos para hacerle frente a las bestias que al verlos con arcos y espadas decidieron retroceder, los elfos les dieron persecución.

-Hemos sobrevivido! -dijo Pippin aliviado echado en el suelo.

-¡Tonto de Took! -refunfuñó Merry.

-¿Están bien todos? -inquirió Tauriel.

-¿Qué es lo que está sucediendo? -la voz de Thranduil era grave y preocupada- ¿qué es todo este revuelto?

-Rey Thranduil -dijo Bilbo recuperado la compostura.

-Bilbo Bolsón -soltó él inclinándose un poco en señal de saludo- y veo que te acompañan los cuatro hobbits miembros de la ex comunidad de anillo y una simpática hobbit. Bienvenidos al Reino del Bosque. Aunque por sus caras, veo que han tenido imprevistos. Por favor, pasemos a mi despacho. Namrod, ordena que se lleve té para todos y lembas.

-Sí mi señor -respondió el elfo castaño.

-Síganme todos.

Los seis hobbits y los tres elfos caminaron a través del palacio subiendo escaleras hasta llegar al gran salón del rey. Las sillas se acomodaron en torno a la silla principal de Thranduil y todos tomaron asiento.

Sam estaba maravillado al igual que Rosita quien jamás había visto elfos ni mucho menos había pisado el despacho de un gran rey elfo. Pippin jugaba con sus manos, se sentía intimidado. Merry estaba tranquilo, lo peor había pasado. Bilbo y Frodo disfrutaban de la estancia mientras que Tauriel y Legolas los observaban a todos.

-Primero que nada, gracias por aceptar la invitación a la boda de mi hijo. Es un tremendo honor tenerlos aquí. Ahora bien, llegaron agitados y asustados, ¿qué fue lo que pasó?

-Bien, yo le diré qué pasó -dijo Frodo rompiendo el silencio- estábamos en camino hacia aquí. Cuando entramos en los límites del palacio oímos unos extraños sonidos, como si alguien estuviera enfadado.

"Decidimos ver de dónde provenía, creímos que podrían ser elfos. Escondidos en las malezas estaban dos grandes trolls preparando una fogata para cocinar a un venado. El animal estaba atado y...

-¡Y Pippin insistió en liberarlo! -interrumpió Merry.

-Pippin se acercó para desatarlo, pero uno de ellos lo vio y ahí empezó la persecución hasta que vimos a Legolas y a Tauriel -concluyó Frodo.

-Huimos de los trolls padre, logramos escapar con vida.

Thranduil se puso de pie en silencio, su expresión era fría.

-¿Qué están haciendo los trolls en estas tierras? -preguntó Tauriel.

-No es normal que esas criaturas se desvíen tan al noroeste hasta aquí. Algo o alguien debió atraerlas. Buscan algo -dijo el rey.

-¿Pero qué? ¿qué es? -interrogó Bilbo alarmado.

-No lo sé.

Nadie decía nada, esto no estaba bien.

El sonido de un cuerno conocido por todos hizo eco en el salón. Los enanos de Erebor estaban llegando.

Todos bajaron para recibir a los recién llegados. La compañía de Thorin Escudo de Roble era numerosa, algunos de los enanos ya habían conseguido pareja y ya estaban esperando por su hijo.

El rey bajo la montaña lucía agarrado del brazo por una hermosa enana.

-Bienvenido amigos de Erebor -saludó el rey.

-¡Muchachos! -exclamó Bilbo con alegría al ver a sus amigos de nuevo y se lanzó a su encuentro sin importarle que estuvieran acompañados.

La antigua compañía se reunió para recibir en un cálido abrazo y apretón al pequeño hobbit. Una gran alegría se percibía en la entrada del gran Reino.

-¡Qué honor saber que atendieron la invitación! -dijo Legolas.

-No nos perderíamos una boda de tal magnitud. Felicidades al futuro matrimonio -respondió Thorin.

-Deben estar cansados -dijo Tauriel.

-Hambrientos más bien, princesa -dijo Ori.

Rieron.

-Oh por supuesto, la cena ya está lista. Por favor acompáñennos al comedor principal.

Una tras otra mesa había sido apilada para que todos pudieran entrar. Tomaron asiento y la charla comenzó. En seguida tocaron temas políticos, referentes a la reconstrucción de los salones de la montaña, del arreglo de la ciudad del Valle, de la tranquila Comarca.

Historias de dragones, oro, plata, estrellas y ríos invadieron la cena que hasta se olvidaron del asunto de los trolls.

Al caer la noche todos ya se encontraban en sus habitaciones agotados, listos para recuperar energía para el siguiente día.

Sin embargo, el rey continuaba pidiendo reportes a los guardias sobre los trolls. No lograba hallar explicación lógica para la presencia de esas bestias.

Legolas acompañó a Tauriel hasta su habitación.

-Es aquí donde nos separamos -dijo ella situándose en la puerta.

-No me quiero separar nunca más de ti.

-Sólo faltan dos días más.

-Me siento tan impaciente. Anhelo tanto que llegue el día.

-Legolas, ¿qué hacían esos trolls por aquí?

-No lo sé. Quizá simplemente son trolls errantes, quizá se perdieron.

-¿Tan cerca de nuestras tierras?

-Pues...

-No quiero que arruinen la boda.

-No lo harán. Yo mismo pediré que se redoble la seguridad en los lugares cercanos al lugar en donde nos casaremos.

-Confío en ti. Ahora sí, debes irte.

-No me gustan las despedidas.

-Ja, vamos amor, solo faltan dos días.

-Hasta mañana capitana -dijo para después darle un beso rápido.

-Hasta mañana príncipe -dijo cerrando la puerta.

A la mañana siguiente un grupo de elfos, hombres, enanos y hobbits estaba concentrado en la armería.

-Bien -dijo el rey- parece ser que nuestra tranquilidad está siendo molestada por un par de trolls que ha decidido invadir nuestras tierras. Feren, ¿qué informe tienes?

-El escuadrón comandado por Namrod los persiguió mi señor pero se escabulleron. Avanzaron treinta kilómetros al sur. Encontraron esto.

Feren extendió una bolsa pesada a Thranduil, este la tomó y la desató. Dentro habían dagas con unas extrañas marcas.

Los zafiros del rey examinaban con atención cada mínimo detalle.

-Creemos que vienen de Dol-Guldur.

-Eso es imposible -contestó el rey a su mano derecha- Gandalf hizo un encantamiento sobre esas ruinas para que no vuelva a ser habitada por ninguna escoria.

-De seguro deben andar vagando por toda la Tierra Media. No creo que debamos preocuparnos -dijo Aragorn.

-Nunca hay que confiarse del enemigo -dijo Legolas- aun si no están planeando nada son un peligro. No está de más que las fronteras se mantengan bien vigiladas.

-¿Cómo está el área para la boda?

-Sin mayores novedades mi señor -respondió Feren.

-Bien, no descuiden los límites que la rodean, no quiero que se presenten imprevistos.

El sonido del galope lejano llegaba a oídos de todos.

-Lord Elrond -susurró Aragorn.

Una numerosa comitiva se abría paso por el bosque y pronto invadieron la entrada principal de la fortaleza.

-Bienvenido, Elrond -saludó Thranduil.

-Siempre es bueno estar aquí. Tuve una casual bienvenida por parte de tus soldados, casi me disparan creyendo que éramos orcos. ¿Por qué hay tantos elfos patrullando las fronteras?

-No es más que simple precaución y vigilancia mi viejo amigo -dijo el rey ocultando la historia de los trolls- no queremos que nada arruine la boda de nuestros hijos, ¿no?

El señor de Rivendel se limitó a asentir con su cabeza, sospechando que había más, mucho más que simple precaución y vigilancia.

Las elfas y elfos domésticos iban de un lado a otro guiando a los recién llegados a donde sería su lugar de habitación.

Unos pisos más arriba, Arwen y Tauriel se encontraban en la recámara de esta última.

-Hermana -llamó la mayor- ¡padre ha llegado! -dijo al observar por su ventana los caballos que sin duda eran de Rivendel.

-Vamos a su encuentro -respondió emocionada.

Tauriel ayudó a su hermana a bajar las múltiples escaleras que las dirigirían al salón principal. En el camino Arwen vio a muchos elfos conocidos y le hacía una breve descripción de ellos a la pelirroja para que ella conozca a más de su gente.

Por fin se encontraron con el elfo de cabellos negros. Un negro profundo al igual que su mirada.

-¡Padre! -Arwen fue la primera en acunarse en los brazos de su padre.

-Mi pequeña -dijo acariciando sus cabellos- se separaron un poco- cuánto ha crecido tu vientre ¿eh? -dijo con júbilo.

-Cada vez falta menos.

-Y, ¿cómo está mi princesa? La futura reina de Mirkwood -dijo ahora dirigiéndose a su primogénita.

-Estaba empezando a creer que no ibas a venir -le dio un gran abrazo a su padre.

-Jamás me perdería el día más feliz de tu vida -dijo acariciando su rostro- yo jamás te volveré a dejar sola hija mía. Lamento el retraso, el clima no estuvo de nuestro lado en el viaje pero hemos logrado llegar a tiempo. Me alegra tanto poder estar junto a mis dos hijas.

Mientras seguían con la charla, no muy lejos de ahí, a unos cuantos pasos el elfo observaba con atención a la hija mayor de su rey. Más bella, más esbelta, más fina, más delicada, más perfecta de cuando la conoció.

La deseo, pensó.
Se casa pasado mañana.
No hay nada qué hacer, ¿oh sí?

Al escuchar el relato del viaje de su padre, Tauriel sentía una sensación incómoda como si alguien la vigilara.

Instintivamente, giró su cabeza un poco hacia su derecha y se topó con unos ojos color miel que la escudriñaban. Tragó saliva, ¿dónde es que había visto a ese elfo?

Este le devolvió una sonrisa y ella en seguida apartó su mirada.

-Cuéntame Tauriel, ¿cómo van los preparativos?

-Bastante bien -respondió distraída- todos están haciendo una excelente labor para que todo quede perfecto -concluyó nerviosa. Aún sentía la mirada sobre ella.

-Hija, tú podrías explicarme por qué hay tantos elfos rodeando las fronteras. Casi nos matan. (...)

Tauriel volvió a cruzar miradas con ese elfo de cabello castaño que no dejaba de mirarla y comenzaba hasta intimidarla.

-Tauriel -llamó severamente.

-Ah... eh, es por precaución padre -respondió evadiendo el tema de los trolls. No quería alarmarlos.

-Precaución ¿dices?

-Sí, ya sabes... uno nunca sabe.

Elrond la miró por debajo de sus cejas, parece que hasta su hija le ocultaba lo que realmente estaba pasando pero ya lo averiguaría.

Por la entrada principal apareció Thranduil junto con Aragorn y Legolas, pronto se unieron a los tres. Este último tomó por la cintura a su prometida y por fin Tauriel pudo sentirse segura de la mirada inquisitiva de aquel elfo misterioso.

-Espero no haber traído a tantos elfos. Parece que no habrán suficientes habitaciones.

-Tonterías Elrond, hay suficiente para todos -aseguró el rey- ¿qué te parece si subimos a mi despacho y charlamos un poco?

-Estaré encantado, con permiso mis hijas.

-¿Qué les parece si subimos al balcón? Allá están nuestros amigos -propuso el hombre.

-Iremos en seguida, necesito hablar con Tauriel.

-Como deseen, los esperamos allá arriba.

Los soberanos de Góndor avanzaron entre los múltiples pasillos dejando solos a los futuros casados.

La pelirroja volvió a sentirse observada. Buscó con sus ojos pero ya no encontró a aquel que le provocaba esa sensación.

-Ven -tomó de su mano suavemente.

-Legolas, ¿a dónde vamos?

-Tranquila, no hagas preguntas.

El príncipe la condujo hacia el este de la fortaleza justo en la biblioteca.

-¿Qué hacemos aquí?

-Debí asegurarme de que nadie escuchara nuestra conversación.

-¿Qué sucede?

-No les contaste nada de los trolls, ¿cierto?

-Cierto. De mí no salió palabra alguna sobre esas criaturas.

-Bien, mi padre no desea armar un caos en el palacio, mucho menos cuando faltan cuarenta y ocho horas para la boda.

-¿Estás seguro de que conviene seguir con la boda?, ¿qué han sabido de los trolls?

-Encontramos armas con la marca oscura. Ellos creen que vienen de Dol-Guldur, pero mi padre afirma que Gandalf limpió las ruinas.

-Entonces deben ser trolls errantes.

-Esperemos que sea así, de todas formas la seguridad se ha triplicado. Nada puede arruinarnos ese día.

-Estoy de acuerdo.

-Subamos.

Tomados de la mano, emprendieron su caminata hacia el balcón exterior donde estaban convocados la compañía de Thorin, la comunidad del anillo y la familia cercana de los novios. Mientras avanzaban mantenían la conversación.

-¿Quienes faltan por venir?

-Mithrandir, mi viejo amigo Gandalf.

-Por Ilúvatar, mira -Tauriel se detuvo a media escalera para contemplar la cantidad de elfos que se movían de un lado a otro cargando manteles y demás utilería.

-El Bosque Negro está de fiesta. No es una celebración cualquiera, es nuestra boda.

-El futuro de ellos dependerá de las buenas decisiones que lleguemos a tomar como reyes. Quiero hacer lo mejor posible por su bienestar. Legolas, debemos devolverles la paz y la alegría que tenían antes de que Sauron esparciera su poder oscuro en el bosque. Ya no debe ser el Bosque Negro, debemos luchar porque sea como en antaño... El Bosque Verde.

Continuará...

¡Hola mellons! ¿hay alguien por aquí con vida? Lamento muchísimo el retraso pero no hablemos de eso, hablemos de que ya estoy de vacaciones y pues ¡SOY LIBRE! eso significa que podré actualizar más seguido. Ya se nos casan estos elfos, consigan pañuelos en caso de sensibilidad o ternura extrema.

Gracias por seguir leyendo, votando y comentando... ¡besos!

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