A solo un día

840 31 31
                                    

El reloj marcaba las cinco de la tarde cuando Legolas y Tauriel llegaron al balcón exterior del palacio. Lo primero que vieron les causó mucha gracia.

No estaban sentados en las sillas elegantes con las que contaba esta parte de la fortaleza, habían tomado cojines y los habían colocado en el suelo y habían formado una ronda en torno a la mesa. Pero eso no era todo.

¡Desportillad los vasos y destrozad los platos!
¡Embotad los cuchillos, doblad los tenedores!
¡Esto es lo que Bilbo Bolsón detesta tanto!
¡Estrellad las botellas y quemad los tapones!

¡Desgarrad el mantel, pisotead la manteca,
y derramad la leche en la despensa!
¡Echad los huesos en la alfombra del cuarto!
¡Salpicad de vino todas las puertas!

¡Vaciad los cacharros en un caldero hirviente;
hacedlos trizas a barrotazos;
y cuando terminéis, si aún algo queda entero,
echadlo a rodar pasillo abajo!

¡Esto es lo que Bilbo Bolsón detesta tanto!
¡De modo que cuidado! ¡Cuidado con los platos!

Los enanos estaban sobre la mesa recordando aquella canción con la que sacaron de quicio al pobre Hobbit, solo que esta vez Bilbo Bolsón estaba feliz aplaudiendo al son de la melodía.

-Lamentamos la tardanza, se ve que se han estado divirtiendo ¿no? -preguntó Legolas con una ceja levantada.

-Sí mi señor -dijo Bofur bajando de la mesa- vengan, acérquense. Hemos reservado los mejores puestos para ustedes.

Rosita y Antonia los acomodaron justo en medio de la pequeña plaza. Alrededor de ellos estaban todos quienes formaron parte de las maravillosas historias que marcaron la Tercera Edad de la Tierra Media. Desde Bilbo, Thorin, Fili, Kili, Balin, Dwalin, Bifur, Bofur, Bombur, Óin, Glóin, Ori, Nori y Dori. También Frodo, Sam, Merry, Pippin, Gimli y Aragorn quien por supuesto estaba con su hermosa esposa Arwen. Tampoco podían faltar Link, Elladan y Elrohir. Y como si fuera la cereza del pastel, los protagonistas de la más hermosa historia de amor que había pisado Arda, Legolas y Tauriel.

-Muy bien -dijo Pippin- si nos permiten, nosotros también queremos cantar.

-¡Adelante! ¡sí! ¡adelante! -animaron los enanos- queremos ver cantar a los hobbits.

-Creo que no todos son amargados como Bilbo Bolsón en aquellos tiempos en los que hacía honor a su apellido -dijo Thorin.

-¿Me estás desafiando Thorin Escudo de Roble rey bajo la montaña? -dijo Bilbo- ¡deja que te muestre de lo que soy capaz!

Bilbo se unió a Merry y Pippin. Hizo sonar sus palmas y enseguida todos siguieron el ritmo.

Podéis buscar sin cesar,
dejar seca la ciudad,
la mejor cerveza la hallaréis
en el pueblo que nos vio nacer.
¡El pueblo que nos vio nacer!
Vuestra cerveza tendréis, 
es la que os dio la suerte,
pero a los valientes les serviréis...

pero a los valientes les serviréis,
¡la del Dragón Verde!

La pequeña muchedumbre aplaudía con vigor. Así se pasaron la tarde entre canciones y canciones hasta que anocheció. Se llevó la cena hasta el balcón y allí todos comieron.

-Creo yo, si se me permite decir, que es turno de que nuestros anfitriones nos canten una de esas melodías que solo ellos saben entonar -dijo Bofur.

-¡Sí! -dijeron todos al unísono.

-Oh, lo lamento pero soy terrible cantando -dijo Tauriel- pero aquí mi prometido tiene una voz increíble y estoy segura de que querrá deleitarnos con una canción.

Tauriel, Hija del BosqueOnde as histórias ganham vida. Descobre agora