Namárië

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-¿Ya llegamos? -masculló el pequeño estirándose, apartando sus mechones oscuros y rizados de su rostro regordete.

Su madre se acomodó mejor sobre el poney que ambos montaban.

-Aún no Tili -le respondió.

-Oh... ¿cuánto mas? -se quejó.

-Falta muy poco, te lo prometo.

-He escuchado eso todo el día, -bufó -me duele el trasero mamá.

Antonia rió, a ella también le dolía pero lo soportaba con paciencia.

-Si en vez de quejarte disfrutas del paisaje, el tiempo se te pasará volando y cuando menos lo esperes, habremos llegado.

Unos pasos más adelante, Kili escuchaba la discusión que se formaba entre su esposa e hijo. Tili era muy impaciente y no disfrutaba mucho de los paseos largos. Cuando le había dicho que irían de visita donde los elfos se emocionó, pero la emoción disminuyó cuando le dijeron que el viaje tomaría tres días montando en poney. Aun así, lograron convencerlo de unirse.

-¿Disfrutar de qué? Lo único que veo son árboles y más árboles.

-Pues no era así hace unos años Tili -dijo Kili deteniendo su poney, captando de inmediato la atención del pequeño.

-¿A qué te refieres papá? -Tili bajó de un salto y corrió hasta alcanzar la montura de Kili, quien lo aupó en su poney.

Kili regresó la mirada a su esposa y guiñó el ojo, le había librado de un dolor de cabeza. Entonces continuó el relato, estaba seguro de que con eso mantendría entretenido a su hijo el resto de camino que faltaba para llegar a la fortaleza.

-La primera vez que visité Eryn Lasgalen no poseía este nombre, antes se llamaba el Bosque Negro y nadie osaba atravesarlo, salvo en una gran necesidad.

-¿Y por qué Bosque Negro? ¿Y por qué entraste si era muy peligroso?

-Se llamaba Bosque Negro porque el Nigromante vertió un poderoso hechizo sobre todo lo que crecía en el lugar. Los árboles se marchitaron, sus ramas se volvieron oscuras, altas y tan tenebrosas, que no dejaban que los rayos de sol pasaran a través de ellas. Los riachuelos fueron envenenados con poderes extraños y quienes bebían de ellos, enfermaban gravemente hasta morir. En las sombras, se ocultaban criaturas horripilantes y malvadas.

"Y te preguntarás, '¿cómo es posible que hayamos entrado en un lugar así?' Pues como recordarás las historias que tu tío Fili te ha contado muchas, necesitábamos llegar a Erebor antes del Día de Durin, durante el solsticio de invierno. Este Bosque era nuestra vía más rápida, por eso decidimos atravesarlo.

-Cuéntame papá, ¿cómo fue? ¿Tuvieron miedo? ¿Qué cosas vieron?

-De todo un poco hijo. Al principio las cosas iban más o menos tranquilas, aunque estuvimos perdidos un buen rato. El aire se hacía pensado y las alucinaciones no tardaron en asaltar nuestras mentes. Incluso, existía la sensación de estar siendo observados, pero no nos pusimos en guardia. 

-¿Y qué era?

Kili se estremeció al recordar aquella experiencia.

-Pues, mientras discutíamos acaloradamente acerca de qué camino tomar, unas gigantezcas arañas aparecieron de entre los árboles y nos atraparon en sus pegajosas telarañas.

Tili compuso una mueca de terror al escuchar lo que su padre le contaba.

-¿Y por qué nunca me lo habías dicho?

-Porque estaba esperando el momento preciso para hacerlo y como ves, ha llegado.

-Bueno, no te detengas ¿qué pasó después? ¿Cómo escaparon? -Inquirió, demandando prontas respuestas a sus preguntas.

Tauriel, Hija del BosqueWhere stories live. Discover now