May we meet again.

By __Ink___

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Fanfiction basado en la pareja ficticia y televisiva del tv show "Los 100". Ningún personaje me pertenece, si... More

Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Agradecimientos.
Capitulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Nuevo fanfic Clexa.
Nuevo proyecto personal.
El reflejo de todas.

Capítulo 24.

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By __Ink___

    Horas después, cuando la cosa se había relajado, Lexa se reunió a solas con Aden. Tenía asuntos importantes que tratar con él ya que no había estado presente en el juicio con los embajadores de los trece clanes. Necesitaba contarle que todo había salido bien, necesitaba agradecerle el esfuerzo que había hecho durante esos seis meses por mantenerla a salvo, por proteger a Clarke y a los suyos y mantener la paz establecida por completo. Había logrado lo que ningún Comandante antes podía haber hecho posible. Había logrado que la paz no corriese peligro y todo eso, se lo debía a él. Era un niño, aun tenía mucho por ver, por aprender y por querer. No le deseaba la vida de Comandante, no después de haber visto como vivían en Arkadia, pero eso era una decisión que tenían que tomar ambos. 

   El juicio no finalizó hasta que muchos de los embajadores que no estaban totalmente de acuerdo con que Lexa gobernase después de lo que había hecho, propusiesen que Aden continuase al mando. Lexa sabía los verdaderos motivos: pensaban que él no tenía ninguna debilidad. Y ciertamente, no la tenía. Pero eso no le hacía mejor o peor que ella. 

    Así que, en seguida le explicó lo sucedido. Él, de pie junto a la que era en esos momentos la Comandante, reflexionó ante todo lo que le había dicho. Le estaba dando la posibilidad de vivir como una persona normal en un mundo mejor, lejos de las guerras y de las batallas. La posibilidad de crecer sin tener que encargarse de los problemas de uno y de otro. Sin temer sentir por alguien. Sin temer que uno de los clanes se levantase contra el otro. Al fin y al cabo, era un niño y ella, ya estaba más que preparada aunque ciertamente, también se encontraba en una balanza, sobre todo después de haber vivido dos meses en Arkadia junto con Clarke, pero no podía permitirse pensar mucho en eso. Después de que los embajadores le perdonasen la vida y aceptasen el mantenimiento de la paz como tratado entre todos los clanes, no podía dejarle el puesto de Comandante al siguiente así como así. 

    - Con todo respeto, Heda- comenzó a hablar. - Rompí los lazos con mi familia hace años. Esto es lo único que he aprendido. Lo único que he visto desde hace mucho tiempo. 

   - Lo sé, Aden- asintió con la cabeza, comprendido su postura. - Pero se te da la oportunidad de empezar de cero donde quieras. Puedes irte a Arkadia, ser médico, profesor, guardia...Puedes ser libre y crecer de la forma que te complazca. 

    Realmente era proposición atractiva, pero su deber estaba en Polis. No quería ni podía girarle la cara. Sabía que estaba preparado para ser Comandante. Lo había demostrado en el tiempo en el que Lexa había estado ausente y no iba a rechazarlo por una vida mejor, no le habían enseñado a hacer eso. 

    - Heda, ¿quieres el puesto?- preguntó, dejando los rodeos a un lado y tomándose el atrevimiento de mirar a su Comandante directamente a los ojos. 

    Lexa llevó las manos a su espalda y perdió su mirada en Clarke, que justo en ese momento había entrado sin pedir permiso, como de costumbre. Había escuchado la pregunta que Aden le había hecho y quería estar delante cuando la contestase. 

   Lexa bajó la mirada tras recibir de nuevo a Clarke a su lado. Cogió aire y se giró, dando unos pasos hacía adelante con la pregunta de Aden clavada en su mente. ¿Realmente quería ser Comandante? ¿Quería permanecer en ese puesto aunque significase tener que dejar a Clarke de nuevo? 

    Ser Comandante era un derecho que se le había asignado por nacimiento. Un derecho por el que ella había sido entrenada durante años, por el que había luchado, por el que había perdido y ganado, por el que había dado su propia sangre. Mantener a los suyos en paz era algo que debía hacer, algo que llevaba muy dentro. Ni siquiera estuvo de acuerdo cuando Aden le propuso la idea de marcharse a Arkadia. Allí, se sentía lejos de su hogar, con las manos atadas, sin poder hacer nada por los suyos. Pero después, se dio cuenta de que Arkadia no era un mal sitio para vivir, que realmente podía llegar a sentirse útil entre los Skaikru, que podía aprender de ellos e incluso, integrarse. Eran dos formas de vida completamente distintas. La primera, era una que llevaba en la sangre, algo que le habían inculcado desde la cuna. La segunda, un soplo de aire fresco, algo que aun tenía que descubrir, algo demasiado atrayente. 

    Clarke se colocó a su lado y la giró para que la mirase a los ojos. Sabía su postura y entendía la manera de pensar de Lexa. Aunque su mente estuviese más abierta que la de los suyos, comprendía que para ella era una decisión difícil de tomar. 

   - No tienes que contestar ahora- la animó, como si pudiese leerle la mente. Lexa tragó saliva, agradeciéndole a través de la mirada que la entendiese en un momento así y que decidiese no presionarla. - Después de estos meses creo que es aconsejable que lo pienses con tranquilidad, y que descanses- ahora Clarke miró a Aden, que asintió conforme con lo que Wanheda había sugerido. 

  - Mañana es el día sagrado para honrar a los Comandantes pasados- comenzó a hablar entonces Aden. - Todos los embajadores y los novicios deberán estar presentes...- miró a Clarke, intentando hacerle comprender que aunque le diese un poco de tiempo a Lexa para pensarse la decisión, tampoco tendría mucho. - ...Creo que sería conveniente que se decidiese mañana. 

    - Eso es muy poco tiempo para una decisión tan importante- le contestó inmediatamente Clarke, que temía que cuánto menos tiempo tuviese la Comandante, más se inclinaría hacía la opción de seguir en el puesto en el que estaba. Necesitaba tiempo para poder convencerla de que quizás, lo mejor era volver a Arkadia. 

    - Tiene razón- contestó Lexa, que ya se había sentado en su trono. Clarke la miró, soltando un pequeño suspiro. Ciertamente se la veía cómoda allí sentada, se la veía en su salsa. 

    - Mañana haré pública mi decisión- dijo con seguridad y firmeza, pero con un pequeño temor en su mirada. Aden asintió, y luego, se dispuso a marcharse de allí para dejarlas charlar a solas. Ya no tenía nada que tratar allí y comprendía que después de todo lo ocurrido, necesitasen hablar. 

    Cuando Aden se marchó de la sala, ambas guardaron silencio durante unos minutos, esperando a que la otra rompiese el silencio diciendo cualquier cosa. Realmente Clarke quería estar en esos momentos en la cabeza de la Comandante para saber que estaba pasando por ella. En la suya, sólo cabía la idea de tener a Lexa de nuevo lejos de ella, en Polis volviendo a comandar. Tenía miedo de perder a la verdadera Lexa, a la chica que se había integrado en Arkadia, la chica que se había arriesgado por completo para salvar a sus amigos. 

   - ¿Qué piensas, Clarke?- La rubia levantó la mirada, observando la de la Comandante, que suplicaba consejo. 

   Clarke bajó la mirada durante unos segundos mientras acortaba la distancia entre ella y Lexa y luego, volvió a subirla para clavar sus ojos en los de la Comandate.

    - Pienso que por una vez, deberías elegir con el corazón y no con la cabeza- contestó sin ninguna duda, con sinceridad en su tono de voz, que parecía un poco quebrado. Lexa asintió con lentitud, pensando a la vez en el peso que tenían las palabras de Clarke. Por primera vez en la vida de la Comandante, su corazón estaba dividido en dos y ella, irremediablemente estaba colocada en el medio, sin saber qué parte elegir porque lo que estaba claro, era que no podía optar a quedarse con ambas. 

    - Un Comandante no debe elegir con el corazón- dijo pasados unos segundos, cómo si esas palabras estuviesen ancladas en su garganta, cómo si no quisiesen salir, pero ciertamente, esa era la única verdad. 

    Clarke le sonrió de forma tierna, se agachó, arrodillándose enfrente de ella y le cogió las manos con dulzura, acariciándolas con delicadeza y manteniendo sus miradas unidas. La de Lexa parecía rota, aguantando la explosión que en ella parecía querer producirse, mostrando dureza ante unos sentimientos que Clarke ya había conseguido leer. 

   - Tú eres mucho más que una simple Comandante- eso fue lo único que le dijo, lo único que Lexa necesitaba escuchar en esos momentos. Algo que otro quizás no entendería, pero algo que ella comprendía a la perfección. Sin poder evitarlo, la Comandante le devolvió la sonrisa y sin querer, bajó la mirada a los labios de la rubia, que estaban ligeramente entreabiertos. Dudó durante unos segundos, pero después de todo lo que había pasado, después de haber estado apunto de perderla otra vez, sólo quería probarlos por fin, sin temer que con eso cortase el respeto que le tenía a Clarke, pero cuando el rostro de la Comandante estuvo lo suficientemente cerca de el de ella como para poder besarla por fin, ésta se separó, poniéndose de nuevo en pie. Lexa la miró de manera confusa, completamente expectante por saber qué había hecho que Clarke se separase porque ciertamente, creía que ella también quería besarla. La rubia medio sonrió. - Lo siento, Heda...- y al decir aquello, Lexa lo entendió todo, así que apretó la mandíbula y dibujó su mirada de una profunda firmeza. -...Pero no creo que le convenga a una Comandante estar con alguien como yo. La vida de Comandante, debe vivirse sola- Lexa asintió, conforme con lo que había dicho, porque sabía que tenía razón, sabía que aunque las cosas eran distintas, una Comandante no podía tener lazos con nadie. 

     Clarke agachó la mirada durante unos segundos y luego, volvió a mirar a Lexa, dándole a entender que mientras ella prefiriese el puesto de Comandante, ellas no podrían estar juntas. Y lo entendió. Lo entendió porque sabía que si lo aceptaba de nuevo, Clarke tendría que volver con su pueblo y ella, tendría que quedarse con los suyos. Su relación no funcionaría. 

    - Lexa siempre tendrá un hueco en Arkadia- le dijo con sinceridad, con una profunda esperanza en sus ojos antes de agachar su mirada, intentando encontrar la fuerza para terminar la frase, para contemplarla con la confesión más sincera que podría darle. Lexa la miró impaciente por escuchar lo que esperaba que le dijese, pero aquello nunca llegó, o al menos no en ese momento. 

    Fue entonces cuando Abby y Kane entraron en la sala acompañados por unos guardias que los dejaron pasar. Clarke se giró inmediatamente, y Lexa se levantó de su trono, recibiendo el abrazo inesperado de Abby. Su hija sonrió, enternecida por el impulso de su madre. Lexa miró a la rubia, intentando que ésta le dijese qué hacer. Clarke le asintió con la cabeza y ahí, la Comandante, más relajada, le devolvió el abrazo a la madre de la chica que tenía enfrente, cerrando los ojos al mismo tiempo e intentando disfrutar de un acercamiento que hasta el momento, sólo había tenido con dos personas en toda su vida. Realmente, le sorprendía la manera tan abierta que tenían los Skaikru de demostrar el cariño. Era algo que hacía meses, la Comandante no le hubiese permitido a nadie, para ella eso antes era una falta de respeto hacía su persona pero en esos momentos, después de haber pasado tanto, hasta lo agradecía. 

    Cuando Abby se separó, le agarró la cara a Lexa, en un gesto completamente maternal y comprobando que realmente estaba bien. 

    - Me alegro de verte, Comandante- le confesó con una sonrisa en los labios. Lexa le devolvió la sonrisa y asintió, mostrándole que el sentimiento era igual por su parte. Luego, Abby se separó de ella y abrazó a su hija también. 

    - Estamos orgullosos de ti, Lexa- Kane se acercó para darle la mano y ésta, en seguida la estrechó, enorgullecida por lo que el canciller le había dicho. Oir aquellas palabras de su boca era como escuchar a su propio padre diciéndole aquello, algo que ya nunca podía escuchar, algo que rompió cuando la llamaron para entrenarse como posible futura Comandante. 

    - Me alegra que hayáis venido- confesó con sinceridad. 

   - No sólo Clarke temía por ti, Lexa- aclaró Abby en seguida.- Somos muchos los que hemos venido. 

    - En seguida ordenaré a mis guardias que acojan a los demás. Necesitaréis descansar y comer- Kane y Abby asintieron, agradecidos por el gesto. - ¿Cómo está Raven? 

   - Octavia acaba de marchar a Arkadia de nuevo para comprobar su estado. Jason estaba cuidándola. En cuestión de días estará dando la misma guerra que antes- aseguró Abby, dibujándole una sonrisa a Lexa, que había recibido una de las mejores noticias en aquella mañana. 

   - Fue muy valiente lo que hiciste por ella y  deseaba estar aquí- comentó Kane, que tras varios intentos y discusiones, pudo convencer a Raven para que guardase reposo en Arkadia. 

   - Fue muy valiente lo que hiciste por todos- le corrigió Abby, que estaba profundamente agradecida. - Sentimos que Bellamy no acatase las ordenes de traerte de vuelta a Arkadia. 

    Lexa se sentó de nuevo en su trono y su mirada se volvió dura y firme al escuchar el nombre de Bellamy. Sabía que no haría tal cosa desde el momento en el que decidió acompañarla a buscar a Raven. Ella le había servido en bandeja lo que él quería desde el principio, lo que tenía pensado desde un primer momento y tenía claro cuando se quitó la capucha, que no levantaría el arma para salvarla y llevarla a Arkadia pero ciertamente, no le guardaba rencor porque sabía que esa decisión la tomó pensando en los suyos, en Clarke y en el profundo rencor que le guardaba a la Comandante por todo lo que ella había hecho en el pasado. Por esas tres razones, ella decidió dar el paso de descubrirse. 

   - Jasper nos ha contado que planearon desde un primer momento entregarte- comentó Abby, intentando que Lexa se sorprendiese ante aquella confesión, pero no lo hizo, simplemente se limitó a asentir, mostrándole a los tres que ya estaba al tanto de eso. 

    La mirada de Clarke se disfrazó de confusión. 

    - ¿Lo sabías y no dijiste nada?- preguntó con el ceño fruncido. Lexa asintió. 

   - Estaban en su derecho de intentarlo. He matado a cientos de los vuestros. 

   - También los has salvado, Lexa- le corrigió inmediatamente Clarke, que odiaba la forma que tenía la Comandante de seguir culpándose por errores pasados, errores que hasta ella misma le había perdonado desde hacía tiempo porque entendía perfectamente, que lo hizo siguiendo lo que le habían enseñado, siguiendo la prioridad de poner a salvo a los suyos. 

    - Eso no me convierte en mejor persona, Clarke. 

   La rubia negó con la cabeza, mostrando un completo desacuerdo ante lo que Lexa había dicho, pero ya no servía de nada entrar en una discusión. Lo hecho, hecho estaba y ya no había vuelta atrás. Por suerte, la Comandante había sabido llevar la situación a la perfección, mostrando un control que siempre había visto en ella, mostrando que estaba por encima de los embajadores, por encima de su puesto de Comandante y por encima de todas las normas que tendrían que cumplirse. 

    

    Esa misma tarde, mientras Clarke y los suyos caminaban por las calles de Polis, observando el mercado y a su gente, Lexa estuvo en su habitación meditando sobre la decisión que tendría que tomar para mañana. Elegir quedarse en un bando o en el otro le era algo muy difícil. Sabía que si denegaba el puesto de Comandante, ya nunca podría volver a ejercer el poder que aquello le daba. Nunca podría solucionar los problemas de los suyos a un nivel tan grande y asegurarles la paz. Por otro lado, sabía que si lo aceptaba, tendría que rendir su vida a su pueblo, alejando a Clarke y a los Skaikru de ella, apartando sus sentimientos de nuevo, apartando a la Lexa que Clarke había conseguido encontrar. Ciertamente le encantaría vivir en un sitio como Arkadia. Le encantaría dedicarse a enseñar a los niños o a entrenar a los guardias, a lidiar con los suyos, a cualquier cosa con la que  pudiese sentirse útil. Le encantaría ver a Clarke al amanecer, comprobar como con profesionalidad se desenvolvía en la enfermería, como ayudaba a salvar vidas y luego, la observaría dormir hasta que todas las estrellas quisiesen competir con el brillo de sus ojos. 

    Miró por la ventana de su cuarto, con las manos tras la espalda y se imaginó esa vida más allá de Polis, más allá del bosque, más allá de los suyos, de las tradiciones que le habían inculcado, de sus deberes y obligaciones, más allá de Heda. Cerró lo ojos y tomó aire por la nariz. Clarke estaba a su lado, sonriendo al comprobar como enseñaba a los niños, admirando su manera de hacerles entender costumbres que les eran desconocidas hasta el momento. Luego estaba en la cama, acariciándole todas y cada una de las cicatrices del pasado, besándole las heridas más profundas, jurándole protección bajo las sábanas, bajo el manto de su pecho. Y fue su pecho quien se encogió cuando la imagen de su cabeza cambió completamente al recordar quién era de pequeña. Como se entrenaba con ansía y valor para llegar algún día a Comandante. Ahora estaba en su día de ascensión. La estaban nombrando Heda y sintió su pecho latiendo con fuerza, con honor, con ganas de superarse así misma cada día como Heda, de hacer entender a su pueblo que su única prioridad era mantenerlos a salvo. Pero algo había cambiado en ella. Ahora, su pueblo no era su única prioridad. 

    Fue entonces cuando alguien interrumpió sus pensamientos al entrar en su habitación, provocando que la Comandante tuviese que abrir los ojos de nuevo. Pero no se giró. Sabía perfectamente que se trataba de Titus. 

    - Hei, Heda- saludó, devolviéndola por completo al mundo real. 

    - Chit do yu want, Titus?- <<¿Qué quieres, Titus?>> Tras girarse, le preguntó a uno de sus más fieles servidores qué era lo que le llevaba a interrumpirla tan repentinamente. Titus tragó saliva y en cuanto miró a su Comandante a los ojos supo inmediatamente que algo había cambiado en ella, algo que ya veía venir desde que Clarke se había hospedado en Polis durante tanto tiempo. 

    - Me han dicho que estás pensando en pasar el puesto de Heda al siguiente- contestó, yendo al grano. Lexa asintió, provocando que Titus bajase la mirada en un tono de decepción. Él había sido su maestro durante muchos años, él le había inculcado la cultura y las costumbres de los suyos, le había aconsejado qué hacer cuando las decisiones se postraban ante ella de la peor manera y sobre todo, había estado a su lado y ahora, después de tanto, quería dejar la vida que tanto afán tenía por conseguir años atrás. - No puedo permitirte que hagas eso. 

   - Con todo el respeto, Titus. Eso no es decisión tuya- afirmó con seriedad, con dureza, con firmeza y con rabia. Era Comandante y nadie iba a decidir absolutamente nada por ella. Pero cuando vio como Titus bajó la mirada, en seguida se arrepintió de su frialdad. Se arrepintió porque sabía que Titus la apreciaba como puede apreciar un padre a su hija y sabía que sólo quería lo mejor para ella, así que, con el semblante más relajado, se acercó un poco más a él. - Se me da la oportunidad de elegir mi camino...- comenzó a explicar de una manera más calmada. -...¿No crees que tengo derecho de decidir con libertad lo que realmente quiero? 

    Titus bajó la mirada de nuevo, reflexionando ante aquella pregunta. Ciertamente, sí, tenía derecho, como todos. Pero ella, renegó de aquello al convertirse en Comandante y si era fiel a los suyos y a ella misma, entendería que no podía saltarse sus obligaciones. 

   - Eres Heda- aclaró, levantando la mirada. - Y como Heda tu lugar está en Polis no en Arkadia con una Skaikru.

    Lexa suspiró, bajo la mirada e intentó controlar sus emociones. Siempre que hablaba con él, Clarke era el tema principal, cómo si todo lo que estuviese haciendo ella fuese en torno a la rubia, cuando en realidad, no era así. La realidad era que por primera vez en su vida se había sentido como en casa al estar en Arkadia aun sabiendo que su hogar, de verdad, era otro. 

    - No pienso permitir que eches tu vida a perder por esa debilidad a la que llamas amor. 

   No supo si fue el tono de Titus lo que la sacó de sus casillas o esa forma tan autoritaria de decirle que no lo permitiría, pero no pudo aguantar más. No pudo controlar más su frustración y acercándose más a él, alzó la voz, sacando en una frase todo lo que tenía dentro, todo lo que él necesitaba entender. 

    - La quiero- gritó, con la rabia estallando en su garganta, con sus sentimientos escupidos en Titus. 

    - Y si me place pasar mi vida a su lado, ni tú ni nadie vais a impedírmelo- aseguró con la misma firmeza, con el mismo tono de voz, dejando claro que nadie iba a pisarla, que nadie iba a pisar su decisión, ni siquiera alguien tan de confianza como él. 

    Titus, que pareció entenderlo, la miró de manera relajada, de manera comprensiva, una mirada que nunca antes había podido observar en alguien como él. Una mirada que a primeras, no supo descifrar. 

    - Si así lo deseas...Debes marcharte- afirmó con seriedad, tragando saliva después. - Sólo quiero tu felicidad, Lexa. Pero, ¿podrás vivir sin Heda?- y tras esa pregunta, se marchó de su habitación de la misma forma en que había entrado, de manera silenciosa, dejando a Lexa de nuevo sumida en sus pensamientos, sumida en esa pregunta tan difícil a la que aun, no tenía respuesta. 

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