La serafina (Alastor y tu)

By RaquelLovegood

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Raquel, una serafina castigada por desentrañar secretos celestiales, es despojada de su magia y desterrada al... More

Cap. 1
Cap. 2
Cap. 3
Cap. 4
Cap. 5
Cap. 6
Cap. 7
Cap. 8
Cap. 9
Cap. 10
Cap. 11
Cap. 12
Cap. 14
Cap. 15
Cap. 16
Cap. 17
Cap. 18
Cap. 19
Cap. 20
Cap. 21
Cap. 22
Cap. 23
Cap. 24
Cap. 25
Cap. 26
Cap. 27
Cap. 28
Cap. 29
Cap. 30
Cap. 31
Cap. 32
Cap. 33
Cap. 34
Cap. 35
Cap. 36
Cap. 37
Cap. 38
Cap. 39
Cap. 40
Cap. 41
Cap. 42
Cap. 43
Cap. 44
Cap. 45
Cap. 46
Cap. 47
Cap. 48
Cap. 49
Cap. 50
Cap. 51
Cap. 52
Cap. 53
Cap. 54
Cap. 55
Cap. 56
Cap. 57
Cap. 58
Cap. 59
Cap. 60
Cap. 61
Cap. 62
🔥Cap. 63🔥
Cap. 64
Cap. 65
Cap. 66
Pag. 67
Cap. 68
Cap. 69
Cap. 70
Cap. 71
Cap. 72
Cap. 73 (Final)
🔥Capítulo Extra (El Celo)🔥
𝑺𝒆𝒈𝒖𝒏𝒅𝒂 𝒕𝒆𝒎𝒑𝒐𝒓𝒂𝒅𝒂

Cap. 13

966 111 12
By RaquelLovegood

Narra Raquel:

Los siguientes días los pasé yendo a la biblioteca a pasar el rato informándome del infierno y los diferentes círculos que había; al parecer me encontraba en el del Orgullo. Al encontrarse la entrada cerca del hotel, Charlie no me ponía ningún inconveniente para ir y venir cuando quisiese, pues consideraba, en sus propias palabras "que la lectura sería enriquecedora para mi estancia en el infierno". También había buscado información sobre ella y Alastor pero apenas encontré nada que me rebelase algo que no supiese por Ángel o por ellos mismos.

El siguiente punto en mi búsqueda fue, obviamente, objetos celestiales, concretamente grilletes mágicos que te prohíben volar y anulan los dones, pero sorpresa para nadie, no había nada de eso en los libros, encontré magia celestial y objetos imbuidos en esta pero no me sirvió de mucho ya que en su mayoría eran artefactos para ayudar a los seres humanos o hacerles la vida más fácil, pero si algo encontré es que nadie mejor que un ángel para anular el poder de otro ángel.

Al leer esas palabras me vino a la mente la solución, no entendía como no había caído en ella antes, en el fondo era un ángel el que se encargaba de gobernar este lugar y seguramente tendría el poder suficiente como para eliminar la serpiente de mi espalda, era perfecto. Dejé el libro en su sitio y corrí hacia el hotel mientras llamaba a Charlie a gritos. Automáticamente casi todos salieron con cara de miedo y Vaggy saltó a mi lado con la lanza en la mano preparada para atacar.

-Raquel, me asustaste- se puso una mano en el pecho mientras bajaba las escaleras más tranquila después de ver que yo traía una sonrisa- ¿Está todo bien?

-Sí, mejor que nunca- salté a su lado, estaba lo más alegre que había estado en mucho tiempo y le cogí las manos- tengo la solución para quitarme el grillete, puedo quitármelo y ser libre por fin- su rostro se iluminó y saltó conmigo mientras me apretaba las manos.

-¡Eso es genial!- Vaggy ya había bajado el arma y se dirigió a los sofás donde se encontraba Ángel semi tumbado mirando la escena.

-He estado en la biblioteca- empecé- y ahí hay muchísimos libros, entonces he pensado, tiene que haber alguno que me ayude con este problema- ella asintió- así que he encontrado uno que hablaba de objetos celestiales y esas cosas, pero todos los que había eran para hacer el bien y ayudar, por lo que no me servían, ero he encontrado que al final decía que para anular un objeto angelical, lo mejor es un ángel- dejó de saltar y sonreír y me soltó las manos- entonces, yo lo he intentado, y tal vez demasiado, pero ¿Quién tiene más poder que yo aquí y es un ángel?- ella dio un par de pasos hacia atrás y mi cara se puso seria al ver su reacción- ¿Charlie?

-No lo sé, Raquel...- se abrazó- hace mucho que no hablo con él, no sé hasta que punto podrá ayudarte.

-Seguro que puede, es Lucifer, el ángel caído, si alguien puede, es él- imploré.

-Raquel... Es que... Es complicado, no estamos muy unidos y no sé como se tomará que le llame para...- me acerqué y le cogí de las manos.

-Charlie, por favor- supliqué- por favor, lo necesito, necesito quitarme esto y tu padre es casi mi última oportunidad- todos en la sala sabíamos quien era la última opción, Alastor no estaba ese día en el hotel, había salido a hablar con una amiga suya a Ciudad Caníbal.

-Está bien, lo llamaré- le sonreí y ella me devolvió la sonrisa- te entiendo, tiene que ser difícil tener esa cosa todo el día, ¿Te duele mucho?

-Hay días en los que me duele más que otros- me encogí de hombros, hoy era uno de esos en los que notaba los pinchazos cada pocos minutos- pero es soportable.

-Ahora mismo le llamo y te cuento- se giró hacia Vaggy la cual se había acercado en silencio y le puso la mano en la espalda de manera reconfortante.

-Muchísimas gracias, Charlie- ella me sonrió una última vez antes de subir por las escaleras con su novia, yo me acerqué al sofá donde seguía estando Ángel.

-¿Así que vas a hacer que venga el jefazo a quitarte esa cosa? Madre mía, tú no te andas con chiquitas- se rio mientras me dejaba caer a su lado- ¿Estás bien?

-Sí, es que hoy me duele bastante, ayer intenté quitármelo yo pero se apretó todavía más- me removí en mi sitio hasta que encontré una postura en la que lo notaba lo menos posible.

-Si te sirve, yo hoy también he llevado una atadura- me reí de su chiste verde, había desistido en mi intento porque dejase de hacerlos, me había dado cuenta que era casi imposible- ¿Ves? Te hago gracia, ya estás dejando de lado esa soberbia que os gastáis ahí arriba.

-Que soberbia, si soy el primer ángel que conoces- le di un golpecito en el hombro.

-Pero seguro que allí vais todos con la cabeza sumamente alta y hablando de cosas elegantes y refinadas mientras tomáis el té y criticáis a otros ángeles- él levantó la cabeza en una amago de gesticular lo que estaba diciendo.

-Pues no- él me miró sonriendo- también lo hacemos tomando café- ambos estallamos en carcajadas durante unos cuantos segundos al vernos la cara.

-A eso me refiero, cuando llegaste apenas bromeabas, era como si hablásemos con un robot, era imposible sacarte de tu zona de confort, pero ahora, eres una nueva Raquel- le miré mientras sonreía- y sinceramente, me gusta más esta.

-Que zalamero eres- dije levantándome y alisándome un poco la falda- no me vas a llegar a la cama, que lo sepas Ángel- mientras decía esto último cierto demonio pelirrojo entraba por la puerta y nos observó al oír mis palabras.

-¿Interrumpo algo mis queridos amigos?- ambos negamos y soltamos una risita por la curiosidad de Alastor ante nuestra conversación.

-Para nada, Al- continuó Ángel- pero si quieres podemos hablar tú y yo de esto en un ambiente más privado- le guiñó un ojo mientras se pasaba la lengua por los dientes de forma seductora, oí unas interferencias mientras él pasaba a mirarme a mi y omitía a la araña.

-Bueno, Raquel, ¿La lectura de hoy ha sido productiva?- mi cara se iluminó y empecé a contarle la idea que había tenido- conque traer al señor del infierno al hotel... No es una mala idea, aunque lo que él haga, yo también puedo.

-Lo sé Alastor...- evité su mirada, la cual estaba fija sobre mi- pero no creo que él me pida mi alma a cambio- volvieron a sonar interferencias y un poco de frío se movió en la sala.

-Bueno, si prefieres la ayuda de un repudiado en lugar de la mía...- algo dentro de mí se removió cuando oí la palabra repudiado.

-Te recuerdo- mi sonrisa desapareció- que yo también soy una repudiada- volví a posar mi mirada en él y la estática dejó de sonar, sus cejas se arquearon cuando se dio cuenta de sus palabras y sus orejas se inclinaron hacia atrás.

-O querida, sabes que no me refería a eso, no malinterpretes mis palabras- mi cara estaba completamente seria en comparación con su sonrisa, ¿Así era como me veía, como una repudiada? ¿Alguien a quien no habían querido en su hogar y habían desechado al infierno? La voz de Charlie nos interrumpió.

-Papá viene de camino- su cabeza se asomó por el pasillo del segundo piso cortando la tensión del momento- yupiiii- dijo sin mucha alegría. Me di la vuelta y me dirigí a mi cuarto dejando a Alastor plantado en mitad del comedor.

-La has cagado, chaval- Ángel se levantó tras de mí y se fue en otra dirección.

Me encerré en mi cuarto dando un portazo y salí al balcón, no estaba furiosa, estaba dolida, sentía como si me hubiesen clavado algo en el pecho, ¿Era eso lo que pensaban de mí? ¿Que no había sido lo suficientemente buena para el cielo y por eso me habían lanzado al infierno? ¿Acaso pensaban lo mismo ahí arriba? Miré hacia la gran esfera plateada que había en el cielo, mucho más allá de la luna y del pentagrama se podía ver el cielo o al menos una parte de él.

Quería volver, bueno, ¿Quería volver? Realmente me había pasado las últimas semanas deseando que Sera viniese a por mí, pero ahora que me paraba a pensarlo, no sabía hasta que punto me gustaba la idea de volver, me gustaba estar allí, eso era obvio, me gustaban los planes que hacía con Emily y las salidas de tiendas o al Zoo, amaba la comida y la tranquilidad que se respiraba... Pero me encantaba el infierno por muy mal que sonase, aunque odiaba los conflictos constantes y el peligro que conllevaba estar en la calle, aquí sentía una libertad que no existía en el cielo y que estaba disfrutando, ya no solamente por todas esas cosas que allí ni existían, como todos los libros que había encontrado o los objetos que nunca habrían podido acceder a través de las puertas de San Pedro, sino que me gustaba la libertad de poder hacer lo que quisiese, vestirme como me gustase y poder tener el día libre para disfrutarlo de la forma que eligiese sin tener encima los ojos de otros ángeles juzgándome y devolviéndome al camino de la rectitud, me encantaba mi nuevo hogar.

-¿Pero acaso soy realmente una repudiada?- susurré apoyando los brazos en la barandilla.

-Me has malinterpretado, querida- di un salto y me giré, viendo a Alastor detrás mío apoyado en su bastón.

-¿Se puede saber qué haces aquí? Estás en mi cuarto, por si no te has dado cuenta, esto es privado- pasé por su lado dirigiéndome hacia la puerta pero reapareció justo delante mío impidiéndome el paso.

-No me gusta acabar mal con la gente que me cae bien, sois muy pocos como para iros enfadando- me crucé de brazos esperando a que continuase- así que he venido para dialogar tranquilamente.

-Habla.

-Está bien, veo que no estás de humor para bromas- levanté una ceja y él continuó- efectivamente, creo que eres una repudiada.

Cerré mis puños aguantándome la rabia, ese sentimiento de dolor que tenía antes había pasado a ser una rabia intensa que me estaba forzando en mantener. Acababa de volver a insultarme a la cara.

-Pero eso no es malo, querida- bufé mientras él seguía tan sonriente como siempre- es más, en tu caso, era de esperar que fueses una repudiada.

-¿Perdón?- volví a intentar pasar por su lado para salir de ahí, no lo quería ver pero se movió volviendo a situarse enfrente de mi- déjame pasar.

-¿No lo ves? ¿En serio no te has dado cuenta?- me crucé de brazos mientras daba un paso atrás agrandando la distancia entre nosotros- no podías encajar con todos los ángeles de ahí arriba, mírate, apretando los puños con rabia, riéndote de los chistes de nuestro afeminado amigo, leyendo cosas que en el cielo habrían estado prohibidas...- bajé los brazos mientras hablaba tratando de procesar sus palabras- tú no estabas hecha para el cielo, Raquel, estabas hecha para bajar al infierno.

-No sabes lo que dices- le espeté, pero en el fondo todas sus palabras iban tomando sentido.

-Claro que lo sé, ser bueno no es suficiente para estar en el cielo, tú misma lo has comprobado, ahí arriba debes agachar la cabeza y seguir órdenes, tú te rebelaste y acabaste aquí, ¿No lo ves? Tú no estabas hecha para el cielo, querida, eres uno de los nuestros.

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