Hidromiel. ✔

By itswolowizard

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Luzbel sabía, entre muchas otras cosas, que tenía terminantemente prohibido enamorarse de un mortal. No era u... More

Hidromiel.
Prólogo.
Canto I.
Canto II.
Canto III.
Canto IV.
Canto V.
Canto VI.
Canto VII.
Canto VIII.
Canto IX.
Canto X.
Canto XI.
Canto XII.
Canto XIII.
Canto XIV.
Canto XV.
Canto XVI.
Canto XVIII.
Canto XIX.
Canto XX.
Canto XXI.
Canto XXI (Parte 2)
Canto XXII.
Canto XXIII.
Canto XXIV.
Canto XXV.
Canto XXVI.
Canto XXVII.
Canto XXVIII.
Canto XXVIII. (Parte 2)
Canto XXIX.
EXTRA.
Canto XXX.
Canto XXXI.
Canto XXXII.
Canto XXXII (Parte 2)
Canto XXXIII.
Canto XXXIV.
Canto XXXV.
Canto XXXVI.
Canto XXXVII.
Canto XXXVIII.
Canto XXXIX - Final
Epílogo.
Absenta.

Canto XVII.

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By itswolowizard


Castiel estaba regresando a casa cuando se encontró con Beliel afuera, sentado frente a la puerta y con un gatito recostado en sus piernas; el demonio le daba suaves caricias en el pecho a las que el felino respondía agitando las patas, que eran tan pequeñas como su cuerpo.

La sonrisa en el rostro de Beliel, aunado a la forma en la que agudizaba la voz cada vez que le hablaba al gato, le daba el aspecto de un niño pequeño que se encontraba fuertemente embelesado por un animal tan diminuto. Nadie se atrevería a pensar que llevaba una eternidad torturando almas en el Infierno, e incluso si Beliel negara que es un demonio, nadie se lo habría cuestionado.

Aun así, tener aquella escena tan afectuosa de su hermano no le sorprendió tanto como el hecho de ver que estaba en su casa, pues Castiel no esperaba encontrarlo ahí. Ni siquiera se le había pasado por la cabeza que, en algún momento, a Beliel se le ocurriría visitarlo porque, ciertamente, no tenían mucho de qué hablar. Incluso diferían en la mayoría de las cosas.

El ángel acortó la distancia hasta estar lo suficientemente cerca de él para apreciarlo mejor, y de verdad lucía inofensivo.

—Hola — saludó casi en modo de pregunta.

Beliel alzó la cabeza para mirarlo. Ni siquiera se molestó en ponerse de pie.

— ¡Ah, por fin llegas! — Exclamó alegremente. Sus manos estaban ocupadas sosteniendo las patitas del gato —. ¡Mira qué me encontré! — Sostuvo al animal con cuidado y lo levantó en alto para que Castiel pudiera verlo —. Este pequeño bastardo andaba merodeando adentro de la casa, y ahora es mío. Se llama Bolita de Odio — torció la boca, sin estar muy convencido de sus propias palabras —. Pensaba en llamarlo Haures, como ese felino feo del Infierno, pero este es muy pequeño — rio —. Parece más una Bolita de Odio.

Castiel soltó una risa; pese a que, evidentemente, Beliel había sacado al gato de la casa, la torpeza de su hermano resultaba más graciosa que molesta.

—No estaba merodeando. Vive aquí y se llama Neo — explicó —. Y si está aquí contigo, significa que lo sacaste de la casa.

—Ah, sí. Cuando llegué no había nadie, solo estaba el gato, así que entré, lo saqué y nos sentamos aquí a esperarte — sonrió, sin comprender que la parte de entrar a una casa ajena sin permiso, no era en absoluto respetuoso.

—Y si entraste, ¿por qué no solo te quedaste adentro? — Castiel intentaba pasar por alto el hecho de que Beliel se metió a la casa sin preguntar.

—Porque no es mi casa — respondió con obviedad. Acurrucó al gato contra su pecho y le dio un beso en la cabeza —. Es de mala educación quedarse en una casa en la que no te invitaron a pasar, ¿verdad, Bolita de Odio?

—Pero tú... — El ángel dejó la oración a medias, sustituyéndola por un suspiro. ¿En serio intentaba razonar con él? Beliel de por sí era muy extraño, y sus conceptos relacionados con «respeto», estaban bastante tergiversados —. No importa. Entra. Y el gato no se llama Bolita de Odio.

— ¿Según quién? — Retó, pero la mirada dura que recibió de Castiel, lo hizo encogerse en su sitio —. Bueno, ya.

Beliel finalmente se puso de pie, todavía con Neo en brazos; en sus manos se sentía tan pequeño y frágil que se aseguró de sostenerlo bien para no dañarlo.

Una vez que ambos estuvieron dentro de la casa, el rostro del demonio reveló una expresión de sorpresa; no había reparado en el interior hasta ese momento, en el que por fin se tomó tiempo para observan a fondo cada detalle.

—Oh, por todos los círculos del Infierno — expresó con asombro, antes de soltar con su característico nivel de honestidad —: A comparación de la casa de Luzbel, tú realmente eres pobre.

Castiel frunció el ceño.

— ¿Viniste aquí para criticar la casa? — Espetó con enojo.

—Ah, no, debes disculparme. Creo que me he acostumbrado a la opulencia de Luci — agitó las manos en tanto su boca liberaba una risa nerviosa, seguro de que, de esa manera, Castiel suavizaría el entrecejo, pero no lo hizo, así que Beliel prefirió cerrar la boca y seguir observando.

No había absolutamente nada exuberante dentro de la casa, pero una de las cosas que llamaron su atención, fueron todas esas fotografías que colgaban de las paredes; en algunas, su hermano aparecía con Alexander. En otras había más personas, pero Beliel no entendía el propósito de tenerlas colgadas como si estuvieran en una exhibición.

— ¿Por qué tienes fotos en las paredes? — Curioseó.

—Um... — Castiel no sabía qué responder. Tampoco se lo había preguntado hasta ese momento porque había costumbres mundanas que muy apenas lograba comprender del todo —. A Alex le gustan. Dice que cuando ves una fotografía puedes recordar momentos que te hicieron feliz — sonrió, observando una de ellas en las que Alexander lo abrazaba con fuerza mientras repartía besos por su cara y el ángel reía —. Así se ve un hogar.

—Qué mierda, tu máquina de sexo es muy cursi — su rostro se contrajo en una exagerada expresión de asco —. No está contigo ahora, ¿verdad?

—Se llama Alexander — corrigió entre dientes —. Y no, no lo está.

—Típico — suspiró teatralmente, dejándose caer en el sofá más próximo con Neo en sus brazos —. Debe estar con su amante.

—Beliel... — de nuevo, intentar pelear con él era inútil, así que solo se limitó a decirle —: Jódete.

— ¡Por Mefistófeles! — Abrió la boca, formando una O —. Acabas de blasfemar. Seguro se acerca el fin del mundo. Gabriel debe estar ansioso por tocar su estúpida trompetita para dar inicio al jodido Apocalipsis.

Castiel blanqueó los ojos y se sentó en el sillón contrario, pasando por alto todas las cosas que salían de su boca.

— ¿Por qué estás aquí? — Preguntó, con el tono más amable del que fue capaz.

Beliel era, quizás, uno de los pocos demonios que para Castiel no representaba ninguna clase de peligro. Él no parecía interesado en crear caos de dimensiones bíblicas, o en ir por ahí corrompiendo mortales hasta convertirlos en despojos indeseables y corruptos. La mayoría de los demonios basaban su existencia solo en esas dos cosas: el caos y el pecado, pero Beliel era más simple. O quizás, simplemente se había aburrido de eso.

—Quería hablar con alguien — dijo, bajando la cabeza —. Siento que tengo muchas cosas encima, y no tengo a nadie a quién contárselas.

— ¿Y estás seguro de que quieres contármelas a mí?

—Supongo — lo miró —. Solía hablar con Casandra, pero ahora no está. También pensé en hincarme y rezar. Ya sabes, hablar con Padre... Pero sé que no me va a escuchar. Debe estar muy ocupado siendo Dios. Y tú... — alzó los hombros —. Bueno, creo que de toda la Legión de Ángeles, eres el que menos me desagrada.

—Gracias..., creo.

Beliel asintió, ensanchando la sonrisa que tenía dibujada en la cara.

—Remiel habló conmigo hace unos días — contó —. Básicamente, me ofreció regresar al Infierno si yo lo ayudaba.

— ¿Con qué?

El demonio abrió la boca para responder, pero la cerró de inmediato cuando a su mente acudió de nuevo la enorme cuestión de mencionar o no el tema del niño. Sin embargo, al mirar a Castiel, resolvió rápidamente que contárselo a él, no era peligroso, y necesitaba sacarse el maldito tema de encima de una buena vez.

—Al parecer, en unos años llegará un niño al mundo, y será especial por motivos que no sé, pero Remiel no quiere que Luci sepa sobre eso — explicó —. Como Casandra sabe mucho al respecto, me pidió que me asegurara de que ella no le dirá nada, y para eso, intentó sobornarme.

Castiel parpadeó, tomándole importancia solo a una cosa:

— ¿Dijiste un niño? ¿Qué niño?

—Ni me preguntes porque no sé — el demonio frunció los labios, y alzó los hombros una vez más. Neo seguía acurrucado en sus piernas mientras él, delicadamente, le acariciaba la cabeza con la yema de los dedos —. Todo ese tema me importa una mierda. No sé quién carajo es el niño, no sé por qué es especial, y no sé por qué Luci no debe saber nada sobre él. No me interesa, yo solo... — suspiró —. Lo que acabo de decirte, es todo lo que sé.

Con solo mirar el rostro agobiado de Beliel, Castiel supo que su hermano no estaba ahí para hablar de supuestas profecías; ese pobre demonio solo quería ser escuchado porque la única persona en el mundo que podía acompañarlo cuando se sentía tan angustiado, era Casandra, y ella estaba en el Infierno.

—Está bien — musitó, deduciendo rápidamente una cosa —. ¿Decidiste ayudar a Remiel? ¿Por eso estás así?

—No — le dio un último beso a Neo antes de dejarlo sobre el suelo. El gato apenas se movió, parecía que le gustaba estar cerca de Beliel y eso hizo que sus labios se estiraran en una sonrisa a medias —. Estoy así porque decidí no ayudarlo. Lo pensé muchísimo, en serio, pero Luci me da miedo — torció la boca —. Si se entera que lo traicioné, va a hacerme mierda, incluso puede que lastime a Casandra, y Remiel no meterá las manos al fuego ni por mí, ni por ella... Y yo estoy dispuesto a quemarme con tal de que mi precioso rubí esté bien.

Difícilmente se le escuchaba a un demonio decir cosas como esa.

—No debería hacer esto, pero si tanto quieres ver a Casandra, puedo llevarte al Infierno — ofreció —. Aunque tendré que traerte de vuelta.

La propuesta, por sí misma, hizo que la emoción se esparciera dentro de Beliel, pero al llevarse una mano a la cabeza y sentir la ausencia de sus cuernos, toda su emoción se transformó en decepción.

—Me encantaría... Pero tendré que decir no — bajó la mirada —. No quiero que Casandra me vea así.

—Yo no veo nada malo.

— ¿Estás ciego? ¡Me veo horrible!

—Por supuesto que no — rebatió —. Solo te ves igual a como cuando eras un ángel.

— ¡Exactamente! — Chilló —. Verme al espejo luciendo de esta manera, solo me recuerda que nunca debí ser un maldito ángel porque soy un traidor. Mi forma de demonio es el recuerdo constante de que nunca seré digno de volver a tocar el Paraíso, y está bien. Estar ahí nunca me gustó. Dicen que el Infierno es un lugar malo, pero al menos sabes que ahí no puedes confiar en nadie — sonrió con socarronería —. En cambio, el Paraíso está lleno de hipócritas, y no quiero que Casandra me vea con este aspecto porque verá una versión de mí que odio — se señaló —. Verá al Beliel que alguna vez fue un ángel, y si ese Beliel le gusta más... Va a odiar al Beliel que realmente soy.

—Creo que Casandra sabe mejor que nadie quién eres, independientemente de la forma en la que te veas. Y no sé por qué no me lo has preguntado, pero ella está bien.

— ¿E-en serio? — Se enderezó —. ¿Hiciste lo que te pedí?

Castiel asintió.

—Te extraña mucho.

— ¿Mucho del tipo «Estoy muy ansiosa de verte» o mucho del tipo «Si te mueres no me importa»? — La ilusión que Castiel notó en su mirada le pareció muy adorable. Pocas veces había visto a Beliel tan feliz.

—Diría que la primera.

Beliel tomó una inspiración profunda, relajó todo el cuerpo en el sofá, con las manos extendidas a los lados y, más tarde, liberó todo el aire acumulado. Sus ojos se posaron en el techo, y su cara se puso tan roja que Castiel no pudo ocultar una sonrisa.

—La adoro tanto que me duele el pecho — comentó —. Debe ser gripa.

Ante su comentario, Castiel solo rio; los demonios no podían enfermarse, pero Beliel no parecía encontrar la diferencia entre una enfermedad y un sentimiento. Sin embargo, cuando el demonio le echó un ojo a la casa una vez más, se dio cuenta de que le gustaba un poco más que el departamento de Samael.

Y aunque la idea de las fotografías seguía pareciéndole sorprendentemente cursi, tras pensarlo un poco más —y pese a lo imposible que sonaba—, solo deseó poder tener lo mismo con Casandra tener alguna vez.

Beliel también quería tener un hogar.







***









Lucas se mantuvo en un genuino estado de estupor durante mucho tiempo.

Por más que lo intentaba, no lograba procesar del todo que Samael realmente había dicho «Solo quiero sentirme digno de ti», incluso se hizo la pequeña teoría de que lo había soñado, pero cada vez que lo recordaba, volvía a sentir el peso del cuerpo de Samael sobre el suyo, podía sentir su aroma cosquilleando su nariz y su cálido aliento golpeando sus labios... Había sido real. Absolutamente real, y su corazón no dejaba de palpitar con fuerza cada vez que el sonido de su voz regresaba a su memoria.

Era consciente de que, quizás, le estaba dando más importancia de la que realmente debía tener, pero aquellas fueron la clase de palabras que nunca esperó escuchar de alguien como Samael. Además, era justo decir que no se habían visto desde entonces, cuando el Diablo abandonó su casa como si intentara huir de una situación que él mismo había causado, sin embargo, no fue consciente de sus palabras hasta que estas abandonaron sus labios.

Le había molestado decirlo porque ni siquiera fue algo que se hubiese tomado el tiempo de pensar. Incluso, cuando estuvo afuera y sintió el aire frío de la noche envolviendo todo su cuerpo, la única cosa que apareció en su cabeza fue un contundente «¿Por qué mierda dije eso?», pero no encontró ninguna respuesta, solo fue algo impulsivo. Algo estúpido que dijo en un momento igual de estúpido, no obstante, el rostro de Lucas —y su falta de comentarios mezquinos ante una sandez de ese tamaño— le indicó que para él no había sido estúpido.

Aun así, el paso de los días no lo ayudó a dejar de sentirse tan idiota, pero el silencio de Lucas al respecto, representó todo un alivio.

En parte, Lucas entendía por qué Samael había tomado su distancia; él también seguía procesándolo, pero eso no impidió que, durante el fin de semana, decidiera ir al HADES.

Se dijo a sí mismo que lo hacía porque quería ir por unos tragos. Pensó en pedirle a Alexander que lo acompañara, pero se abstuvo porque, muy en el fondo, esperaba encontrarse con Samael y hablar con él. De cualquier cosa. Lo que fuera. Solo quería asegurarse de que las cosas no se habían vuelto incómodas.

Al estar adentro, completamente solo y con una cerveza en la mano, no pudo evitar recordar aquella ocasión en la que había ido por su propia cuenta y terminó acostándose con Samael por primera vez. Ahora no se sentía muy diferente, pero lo último en lo que estaba pensando, era en tener sexo.

Por otro lado, el Diablo no se sorprendió cuando lo vio sentado frente a la barra, siendo completamente indiferente a toda la algarabía que se desataba en el bar cada noche; ante sus ojos, de nuevo lucía como un cachorrito, siendo iluminado únicamente por las luces color neón de las que presumía el lugar.

Lo pensó mucho antes de decidir acercarse a él, y no lo habría hecho de no ser porque debía hacerlo.

—Diría que me sorprende que estés aquí después de lo que te pasó — comentó, ocupando un espacio muy cerca de él y alzando la voz para que pudiera oírlo por encima de la música, —, pero, honestamente, no me sorprende en lo absoluto.

Lucas dio un pequeño brinco tras escucharlo, pero al tenerlo ahí, justo frente a él, no hizo más que sonreír.

—Hola, Sami — al decir su nombre, sus ojos brillaron tanto que parecía que iba a echarse a llorar.

—Parece que estás muy feliz de verme.

—Quizás... — unió el dedo índice con el pulgar, justo a la altura de sus ojos —, un poquito.

—Lo estás admitiendo, debes haberme extrañado mucho.

—Es eso o las dos botellas de cerveza que bebí, están comenzando a hacerme efecto — levantó la que tenía en la mano contraria y dijo «Salud», antes de llevársela a la boca.

—Debes ser cuidadoso con las cantidades de alcohol que consumes — Samael le colocó la mano en la espalda baja, y se acercó a su oreja para decir en un susurro —: Cuando no sabes lidiar con eso, terminas besándote con un desconocido en el baño.

Lucas soltó una risita. El contacto de Samael se sentía caliente incluso por encima de la ropa, pero se esforzó en no hacer ningún gesto que delatara lo mucho que le gustaba ese contacto.

— ¿Te refieres a esos imbéciles que se acuestan contigo y se van a la mañana siguiente como si huyeran de una escena del crimen? — Lo miró, desafiante —. No te preocupes, tengo experiencia con esos cabrones.

—Seguir guardándome rencor por algo que pasó hace meses no te ha llevado a ningún otro lado más que a mi cama.

— ¿Crees que me devoraste, Sami? — Levantó la mano que tenía libre para alcanzar el cuello de la camisa de Samael. Se puso de puntitas para igualar su estatura y le dio un leve tirón hasta que su nariz rozó con la del contrario —. ¿Cuándo vas a darte cuenta de que yo te devoré a ti?

—Hay algo de razón en eso — depositó un beso en su mejilla —. Todavía puedo sentir cómo tu agujero devoraba mi pene.

Lucas se echó a reír.

—Deja de corromperme — dijo entre risas juguetonas, mientras se apartaba —. En mi escuela católica me dijeron que el diablo se presentaría de distintas formas, y tenían razón porque yo era un chico muy casto hasta que te conocí.

—Nunca había visto a un chico casto ser tan lascivo como tú — sonrió mezquino —. Solo haces que quiera corromperte más.

—Hoy no, Satán.

Lucas estaba bromeando. Realmente lo hacía, pero escuchar ese nombre salir de sus labios, hizo que Samael de repente se quedara sin palabras porque una sensación incomoda se apoderó rápidamente de él.

Normalmente no le importaba que los mortales lo llamaran por todos esos nombres que le habían dado a lo largo de los siglos, pero escucharlo de Lucas fue bastante extraño, y no le gustaba para nada.

—Quiero preguntarte algo — el mortal soltó de repente. Su dedo índice jugaba de forma ansiosa con la boquilla de la cerveza casi vacía.

— ¿Sobre qué?

—Sobre... lo que dijiste... la otra noche — se sentía tan ansioso que no podía mirarlo a la cara, y no entendía muy bien por qué. ¿Acaso le preocupaba tanto la respuesta que recibiría? ¿Qué era exactamente lo que quería escuchar?

Como fuera, cuando Samael retrocedió, acrecentando el espacio que los separaba, supo que no obtendría una respuesta reconfortante.

—No lo encuentro especialmente relevante — fue lo que contestó. Ni siquiera titubeó, y la indiferencia con la que lo dijo, fue ligeramente dolorosa.

—Parecía serlo...

Samael bufó sonoramente, demostrando que la situación y el rumbo de la conversación comenzaba a tornarse molesto. Era obvio que Lucas no iba a olvidarse de ese hecho tan fácil, pero tampoco podía darle una respuesta mejor porque ni siquiera Samael sabía por qué había dicho eso.

—No lo era — le aseguró —. ¿Por qué no simplemente lo ignoras así como ignoras todo lo que digo?

—Lo intenté — confesó, cogiendo valor de algún lado para ladear la cabeza y encararlo —, pero no puedo, fue... demasiado cursi considerando que te aseguraste de dejarme en claro que no eras alguien de palabras bonitas.

— ¿Desde cuándo las estupideces son consideradas bonitas?

Al ver profundamente en esos ojos avellana, se dio cuenta de que Samael no se inmutaba en lo absoluto, y Lucas solo suspiró. Ni siquiera sabía por qué intentaba hablar sobre ello.

—No debí decirlo — Samael añadió después —. Y tú no deberías tomártelo tan a pecho. Va a ser un problema para ambos si comienzas a imaginar cosas solo porque dije una tontería.

—Entonces dile a tus emociones que dejen de controlar tu boca.

El Diablo se llevó una mano a la frente, fastidiado.

—Eres un pendejo si te enamoraste de mí, Sami. Ya te dije que solo me gusta tu verga — añadió con tono burlón, pero más allá de molestarse, Samael encontró su comentario divertido.

—No estoy enamorado de ti, pero me divierte que lo creas — lo abrazó por detrás, apretándolo contra su cuerpo y descansando la barbilla sobre su hombro —. Deberíamos irnos de aquí — sugirió —. Te llevaré a casa y te follaré toda la noche para que veas cuánto te amo.

Estar enamorado de Lucas, para el Diablo ni siquiera era una posibilidad, y no mintió cuando dijo que no lo estaba. Además, generar un vínculo de ese tamaño tomaba mucho tiempo, pero en ese momento no le preocupaba que Lucas dijera una cosa así porque, evidentemente, solo lo decía para burlarse de él.

No obstante, el hecho de escuchar aquello mientras los cálidos brazos del Diablo lo sostenían con fuerza, solo logró que el corazón del mortal comenzara a latir con rapidez; ni siquiera le importó que solo le estuviera siguiendo un juego absurdo que él había empezado, ni que para Samael fueran un montón de palabras sin sentido.

—Siempre encuentras un pretexto para acostarte conmigo, Sami — le dio el último trago a su cerveza, intentando no prestar tanta atención a la cercanía de Samael —. Creo que ya me aburrí de ti — sin darse cuenta, sus labios formaron un puchero, y ese simple gesto le quitó mérito a cada palabra.

— ¿Estás haciendo un berrinche por lo que pasó cuando fuiste a mi departamento? — Su mano subió por el abdomen de Lucas hasta detenerse en su pecho. Bajo la palma de su mano, sintió los acelerados latidos de su corazón, y sus labios se estiraron en una sonrisa mordaz —. ¿O solo intentas ignorar el hecho de que tu corazón se acelera cada vez que te toco?

—Es todo el odio que te tengo.

El mortal dejó la botella vacía sobre la mesa. Cuando Samael finalmente lo soltó, Lucas rápidamente giró sobre su eje para poder verle la cara.

— ¿Cuándo vas a dejar de mentir, cachorrito?

—No estoy mintiendo.

—Entonces — se acercó, y depositó un beso en la comisura de sus labios — demuéstrame cuánto me odias.




***



El Paraíso, era lo que otros describirían como un lugar «edénico y maravilloso».

La tranquilidad que se experimentaba al estar ahí, era absolutamente onírica; el alma se colmaba de sensaciones tan buenas que parecían provocadas por un afrodisiaco y lo único en lo que se podía pensar, era en permanecer en ese lugar durante toda la eternidad... Pero a diferencia de un alma mortal, para los ángeles no tenía el mismo efecto. Muchos, incluso, se habían aburrido de seguir repitiendo la misma rutina desde hace eones, pero ninguno era capaz de poner su tedio en palabras porque temían que su Padre se sintiera ofendido, y porque se recordaban a sí mismos que habían sido creados con un propósito, y ese propósito les impedía desear más.

No obstante, el único ángel que lo tenía más que claro, era Remiel. Sabía que, especialmente él, no debía quejarse de nada, pero ya no era algo que le importara en lo absoluto. Era fácil que se acostumbrara a cualquier ambiente y había aprendido a someterse tanto a la voluntad de su Padre, que difícilmente se negaba a cualquiera de sus peticiones, por más bizarras que fueran.

Pero esa era una de las tantas otras cosas que tampoco le importaban. Se decía a sí mismo que no tenía nada que perder. Había estado solo desde que el escándalo con Samael lo fichó para siempre como un traidor... Pero, desde hace un tiempo, se había vuelto cercano con un ángel: Metatrón.

Metatrón era un ángel muy importante dentro de la Jerarquía Angelical, y es que él no había sido creado de la misma forma que los otros ángeles. En realidad, era lo que muchos definirían como «especial».

Él no presumía de la misma belleza delicada que el resto de los arcángeles. De hecho, todo en él era más... Mortal. Su piel morena y sus marcados rasgos babilonios, realzados gracias a la larga melena castaña que le llegaba hasta los hombros, lo delataban. Además, pese a su aspecto joven, en sus ojos se reflejaba el alma de un anciano.

A Remiel le sorprendió darse cuenta de que encontraba cierta comodidad en su cercanía; cuando Metatrón estaba a su lado, todo el desprecio que recibía de sus hermanos le parecía insignificante porque aquel ángel lograba darle todo el afecto y la atención que sus hermanos venían negándole desde hace siglos. Además, ambos estaban de acuerdo en una cosa: Luzbel tenía que regresar al Infierno, y Remiel estaba comprometido en hacerlo volver.

Después de intentar convencer infructuosamente a Beliel de ayudarlo, regresó al Paraíso solo para ver a Metatrón. Difícilmente se podía hablar directamente con él porque su rango era demasiado alto, pero Remiel tenía un privilegio del que muy pocos gozaban.

Solo Remiel tenía la supuesta dicha de ver a aquel ángel de piel morena sentado en un trono que Dios le había dado.

Solo Remiel podía disfrutar de ese marcado acento acadio con el que hablaba.

Solo Remiel podía ver esa larga melena de cabello castaño agitarse cuando se dirigía hacia él con los brazos extendidos, como si realmente estuviera feliz de verlo.

—Remi, me alegro tanto de verte — expresó con voz pastosa.

Nada en Metatrón era armonioso o grácil. Sus facciones eran más toscas, agresivas, y los pocos ángeles que habían hablado con él, incluso encontraban los matices de su voz bastante molestos, porque a diferencia de ellos —que hablaban con tonos suaves y dulces—, Metatrón no podía desprenderse del acento que le había dejado la antigua Babilonia, y tampoco tenía intenciones de hacerlo.

—Yo también... — respondió Remiel, levantando la cara.

Metatrón lo envolvió en sus brazos, colocó la mano en su nuca y depositó un beso en su sien. Remiel simplemente se quedó quieto, disfrutando de esa clase de gestos de los que no gozaba muy a menudo.

Reconocía que era bastante torpe para reaccionar, y demasiado tímido como para moverse; quería abrazarlo también, pero, por alguna razón, creía que eso le molestaría.

— ¿Cómo has estado? — Metatrón le preguntó, luego de soltarlo.

El vacío que Remiel sintió, lo hizo apretar los labios, como si intentara contener una petición del tipo «Por favor, continúa abrazándome», pero era consciente de que pedirlo solo lo haría sentir pena por sí mismo.

—Bien — dijo, espabilándose —. Sigo haciendo lo que me pediste.

—Luzbel sigue en el Plano Terrenal.

—No dije que estaba siendo sencillo — acotó —. Pero conocí al mortal.

—Es extraordinario, ¿a que sí? — Sostuvo las manos del ángel frente a él, agitándolas con emoción.

Remiel asintió con lentitud, observando sus manos unidas.

—No hablé mucho con él, pero no parece alguien malo.

—No lo es, Remi — colocó la mano en su mejilla —. Tu Padre lo eligió, y sabes que nunca se equivoca.

Remiel no estaba de acuerdo con eso, pero no ganaba nada con decirlo; sentía que había perdido demasiado obedeciendo a su Padre, y a veces incluso pensaba que todas las cosas que le pedía, eran una forma de castigo por haberse unido a Luzbel hace mucho.

—Puedo ver en tu rostro que no estás conforme con nada de esto — Metatrón rompió un silencio que se había instalado entre ellos —. Pero es por el bien de todos y lo sabes, ¿verdad? Sabes que si Luzbel se entera del niño, solo pasarán dos cosas: o desata el apocalipsis, o lo asesina para salvarse a sí mismo — su tono de voz cambió gradualmente, volviéndose más agresivo —. Lo sabes, ¿no es cierto?

—Sí...

—Dime que lo sabes.

—Lo sé.

Remiel no sentía temor ni siquiera cuando lo escuchaba hablar con una voz tan enervante.

—Eres el único, dentro de todas estas Jerarquías Angelicales, al que realmente considero mi hermano, Remi — agregó, con un aspecto más relajado —. También sabes eso, ¿verdad?

Remiel sonrió con tristeza, aferrándose a la cálida mano que descansaba en su mejilla.

—Y tú eres el único que no me odia, pero aun así vas a abandonarme.

Metatrón soltó una pequeña risa, y acarició la mejilla de Remiel con el pulgar.

—No es decisión mía, y ambos sabemos que no hay nada que se pueda hacer — le sonrió —. Sé que estarás bien. No éramos cercanos hasta hace poco, Remi. No creo que me extrañes tanto.

—Intentaré no hacerlo — manifestó, alzando los hombros.

— ¿Lo prometes?

Por primera vez, Remiel levantó la cara para mirarlo a los ojos, y respondió sin dudar:

—No.



________________

Holi, ¿Cómo están? ¿Qué hacen? ¿A qué hora están leyendo este capítulo? 👀

Antes que nada, QUIERO AGRADECERLES POR LOS 100K DE LECTURAS, AAAAH. 😭 Sigo viendo ese número y todavía no me lo creo. Tiene pocos meses que comencé la historia y ha crecido tanto 💛. Les amo, de verdad. Gracias por tanto, perdón por tan poco 😭 Y tengo curiosidad: ¿cómo llegaron a esta historia? 👀

Ahora sí: espero que este capítulo les haya gustado. Sé que pudo haberles dejado algunas dudas, pero tranquis panquis, todo se irá resolviendo a su tiempo, aunque si tienen teorías sobre lo que pasará más adelante, siéntanse libres de contarme 💛

También quiero saber, ¿qué les pareció?

¿Cuál fue su parte favorita?

¿Quién es su personaje favorito hasta este momento?

Cuéntenmelo todo. Y GRACIAS OTRA VEZ POR LOS 100K, SIGO SHOOK. BESO DE 100K 😚

Nos leemos en el capítulo 18 💛

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