Fairytale (usuk)

By Epifania-chan

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"¿Sabes por qué no crees que en la magia? Es porque hubo un tiempo podías verla y sentirla cerca de ti. Pero... More

Nota
Capítulo 1: La invitación
Capítulo 2: Nuevos amigos
Capítulo 3: El reino de los seres mágicos
Capítulo 4: Soledad
Capítulo 5: Fuego
Capítulo 6: Fantasma
Capítulo 7: Invisible
Capítulo 8: Dulces
Capítulo 9: Miedo
Capítulo 10: Adiós
Capítulo 11: Salto en el tiempo
Capítulo 12: Ilusión
Capítulo 13: Realidad 1/2
Capítulo 14: Realidad 2/2
Capítulo 15: Un paso más cerca de la magia
Capítulo 16: Amigo imaginario 1/2
Capítulo 17: Amigo imaginario 2/2
Capítulo 18: Alas rotas
Capítulo 19: El psicólogo
Capítulo 20: Lastima
Capítulo 21: Convivencia
Capítulo 22: Sinceridad
Capítulo 23: Problemas
Capítulo 24: Recuerdos
Capítulo 25: Una gran cruzada
Capítulo 26: Sonrisa
Capítulo 27: Reencuentro
Capítulo 28: Dos cosas sobre las despedidas
Capítulo 29: La librería
Capítulo 30: Una hermosa vista
Capítulo 31: Paz
Capítulo 32: Despedida
Capítulo 33: Cartas
Capítulo 34: Locura
Capítulo 35: Perdido en la oscuridad
Capítulo 36: La noche en la que las estrellas bajan a la tierra
Capítulo 37: ¿Quien eres?
.
Capítulo 38: Perdón
Capítulo 39: Ultima oportunidad
Capítulo 40: Encuentro
Capítulo 41: Al final del camino. Parte I
Capítulo 42: Al final de camino. Parte II
Capítulo 43: El juicio de Astreo
Capítulo 44: Un vistazo a la verdad
Capítulo 45: El deseo de una estrella fugaz

Capítulo 46: Un comienzo disfrazado de desenlace

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By Epifania-chan

Tras despedirse de las hadas, Arthur corrió nuevamente a la casa donde pasó los primeros años de su vida, no supo cuánto tiempo estuvo dentro del bosque, pero el sol aún no asomaba por el horizonte, aun así, Scott ya salía dispuesto a comenzar con la jornada laboral, oscilando entre el sueño y la lucidez, tardó unos instantes en reconocer a su hermano pequeño, cuya ausencia no había notado, en la persona de capa verde musgo que corría en su dirección, no obstante, su pecho comenzó a doler con fuerza, mientras que ese conocido malestar que creyó dejar atrás hace tiempo, se presentaba nuevamente, como si se tratase de un viejo amigo.

En conjunto con la tos y la incapacidad de respirar, se sumó esta vez un ruido y dolor sordo que apuñalaba su cabeza desde adentro, pero aun así, no se detuvo hasta llegar a Scott.

— ¿Arthur? —llamó, restregándose los ojos debido al sueño.

El nombrado apresuró su marcha hasta llegar donde su hermano, y se detuvo en seco una vez estuvo ante él, se veía demasiado apurado por hablar, a pesar de que su agitada respiración se lo impedía, Scott miró los profundos ojos de su hermano pequeño, no supo por qué, pero algo en su mirada le pareció distinto, ¿Podría ser que durante todos esos años había pasado por alto ese detalle? o quizá, fue durante esa noche que algo había cambiado en Arthur, pero sus ojos se veían extremadamente cansados, no era el cansancio que podría atribuirse a una noche de mal sueño, o a correr por el bosque, sino que parecía la mirada de una persona vieja que arrastra años de agotamiento físico y mental de toda una vida, ¿Cómo podría Arthur, un niño de diez años, poseer tal mirada?

— Me largo de aquí, —Exclamó ese niño, con ojos de adulto, observando a su hermano mayor con severidad. — Y no regresaré nunca, ¿Me oíste?

Su hermano mayor lo observaba en silencio, la sorpresa lo había golpeado con tanta fuerza que no podía reaccionar, a sus ojos, Arthur no era otra cosa más que un niño bruto diciendo incoherencias, no sabía siquiera que cara poner ante lo que estaba escuchando.

— ¡Escucha, idiota! —Exclamó Arthur, y como si el estupor de Scott no fuese ya suficiente, su hermano pequeño lo sacudió con tanta fuerza que incluso trastabilló. — ¡Te estoy diciendo que me voy a ir, y no regresaré nunca jamás, ni en mil años, y ustedes jamás deben buscarme! ¿Entendiste? Me voy por mi propia voluntad, ninguno de ustedes debe buscarme jamás, sigan con su vida y yo haré lo mismo con la mía.

— Ah, ¿Sí? —respondió el mayor de los hermanos, saliendo de su letargo. — ¿Y a donde te vas a ir?

Por supuesto que se trataba de una pregunta sardónica, pero Arthur no pareció notarlo, y respondió con suma seriedad.

— A un lugar donde jamás puedan encontrarme, porque los detesto, cada día que pasa, los odio más que el anterior, y si no me voy, sé que terminaré matándolos, me duele tener la misma sangre que tres pedazos de basura como tú, Dylan, y Patrick.

Ante esta nueva confesión, la sorpresa de Scott había vuelto a golpearlo con fuerza, pero no tanta como su ira, y se disponía a agarrar a Arthur de los pelos, cuando el menor, pidió en silencio el primero de los dos deseos concedidos por las hadas.

A ojos de su hermano mayor, el cuerpo de Arthur comenzó a desintegrarse lentamente, como si fuese una estatua de sal mecida por las aguas del océano, los rayos de sol que comenzaban a despuntar por el horizonte atravesaron la figura transparente que desaparecía. Ante la mirada aterrorizada de Scott, Arthur reunió el valor necesario para continuar.

— ¡Ya estás advertido! No me busquen, ¡Nunca!

Y tras esas palabras, dejó de existir en ese mundo, en ese tiempo.

***

En un día soleado, un niño llamado Alfred regresaba de la escuela junto a su hermano Matthew, a quien había dejado atrás en una carrera por ver quien llegaba primero a la casa, no obstante, al ver a Matthew varios metros por detrás, decidió detenerse y esperarlo.

Entonces vio algo extraño el cielo, a pesar de ser de día, este se llenó de estrellas, por un segundo se quedó clavado en el suelo, en completo estupor, sin poder reaccionar en lo absoluto, necesitó unos pocos segundos, para repasar todos sus conocimientos astronómicos intentando identificar un fenómeno de este tipo, no obstante, sea lo que sea lo que sucedía redobló las apuesta, ya que las estrellas comenzaron a moverse en el cielo, para luego caer, dejando una estela de luz iridiscente a su paso.

Por supuesto que lo primero que sintió fue un miedo atróz, y quiso correr hacia Matthew, para asegurarse de que nada le haya pasado, pero en ese instante una de las bolas de luz, la más brillante de todas, cayó delante suyo, para detenerse en el aire a la altura de su rostro.

A pesar de no entender lo que sucedía, por alguna razón se llenó de una inusitada calma y paz, todo su temor se disolvió, la bola de luz comenzó a expandirse bañando todo con su brillo, hasta que, de pronto, ya no era una bola, sino que poseía forma humana, la luz se fue mitigando lentamente, hasta dejar ver el rostro de un hombre joven, con grandes ojos del color esmeralda, y una dulce sonrisa cargada de amabilidad.

Al verlo, el corazón de Arthur se agitó, y su mente se puso en blanco, sobre la imagen de este niño risueño, con mejillas sonrosadas y ojos llenos de luz, se superpuso la primera impresión que tuvo de Alfred mucho tiempo atrás, siendo un pobre desdichado que lloraba a los pies de una casa en ruinas, el único Alfred que conocía, era el de después del incendio, por lo que nunca supo cómo era antes, pero bastó esa sola mirada, para encontrar en él un insondable mar de diferencias, se dijo que debía protegerlo.

— ¿Te llamas Alfred? —preguntó con un tono de voz cálido y extrañamente embriagante.

El niño no respondió con palabras, sino que se limitó a asentir con la cabeza, por alguna razón, los ojos del adulto se llenaron de lágrimas, y habló pausadamente.

— ¿Sabes quién soy?

Alfred volvió a negar con la cabeza, sin emitir palabra.

Su mente era un gran desastre, la calma que expresaba por fuera no era más que una fachada de cristal desquebrajado, la cual se rompería en cualquier momento, sabía por experiencia, que Alfred era asustadizo, ¿Cómo aparecer así como así frente a un niño y decirle que sus padres morirán esa misma noche? Tuvo que ingeniárselas para no arruinarlo.

— Soy una estrella fugaz. —explicó Arthur luego de una breve pausa. — Y vine a concederte un deseo.

— ¡¿De verdad?! ¿¡Puede ser lo que sea?! —Respondió emocionado el niño, con ojos brillosos.

No era tan tonto para no desconfiar si se tratara de cualquier persona, pero luego de haber presenciado la lluvia estelar, y como una de ellas materializaba esta forma humana, en su mente infantil no se le ocurría una mejor explicación a los hechos que la que Arthur acababa de darle.

La estrella asintió sin dejar de sonreír en ningún momento, el pequeño no podía notarlo, pero a pesar de esa dulce sonrisa, mantenía un aura de tristeza y melancolía, la cual se acrecentaba con esos húmedos ojos conteniendo las lágrimas.

— Lo que tú quieras, pero antes de dártelo debo advertirte: No lo uses indebidamente ni antes de tiempo, o cuando llegue el momento de más necesidad lo lamentarás.

— ¡Quiero un cohete para ir a la luna! —Exclamó el pequeño emocionado, como si no hubiese escuchado nada de lo anterior.

— ¿Qué día es hoy? —preguntó Arthur con el ceño levemente fruncido, asegurándose de no haber cometido ningún error.

— Doce de marzo. —respondió Alfred, luego de pensarlo unos segundos.

— Hagamos un trato, —propuso, pero antes de continuar, fue sorprendido por el dolor en el pecho, en ese momento, terminó de comprenderlo, se estaba quedando sin tiempo. — Guarda tu deseo solo por esta noche, si hoy en la noche no sucede nada, mañana podrás usarlo en lo que tú quieras, pero solo guárdalo por hoy, o te arrepentirás por el resto de tu vida. ¿Me lo prometes?

Alfred dudó unos instantes, la tentación de tener un deseo mágico era demasiado fuerte, su mente se llenaba de ideas emocionantes, era imposible esperar, pero a su vez, un ápice de conciencia, le dijo que no podía utilizar algo tan importante tan a la ligera. ¿Una enorme cascada de chocolate o la paz mundial? ¿Un dragón de mascota, o acabar con la pobreza? Por lo que decidió seguir el consejo de la estrella, y tomarse ese día entero para pensarlo bien.

— De acuerdo. —respondió el niño con un puchero. — Lo voy a usar mañana.

Luego de oír esas palabras, la sonrisa de Arthur se ensanchó. Con suma delicadeza, como si tocara algún raro tesoro capaz de romperse al más mínimo tacto, descorrió el cabello de Alfred de su frente, y depositó en este un tierno beso que duró apenas un parpadeo, entregando así, el otro deseo que las hadas le habían otorgado.

Tratándose de una estrella nacida recientemente, un solo deseo lo había consumido por completo, manteniéndose en pie gracias a la magia que las hadas depositaron en él, otro deseo había dejado atrás al saltar en el tiempo, y ahora, acaba de ceder el ultimo, por lo que la luz que lo rodeaba comenzó a atenuarse, junto con su propia masa muscular, volviéndose transparente, hasta finalmente desaparecer del mundo, sin más arrepentimientos, dejando como única estampa una tranquila sonrisa.


FIN.  

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