T R E S

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—¡Demonios! —maldijo Aren cuando el cerdo que estaban asechando lo escuchó y huyó.

—Jamás había visto a alguien tan hábilmente inútil —rió Jensen, burlándose del castaño.

Habían estado cazando en los bosques por ya unas cuantas horas, pero para la mala suerte de los muchachos, los animales huían de ellos. Coriane podía sentir sus nervios. Como los humanos, ellos también estaban nerviosos a causa de la repentina llegada de los nuevos invasores, mucho más al percibir la inquietud de la Terra. Cuando su protectora estaba inquieta, el bosque también lo estaba.

—¿No puedes usar tus superpoderes naturales y conseguirnos comida? A este paso, Aren nos va a matar de hambre —se quejó Krista.

—Tengo un mal día ¿si?

Coriane rió ante la pequeña pelea en la que se sumieron la pelirroja y el castaño. Había estado pensando en hacer lo sugerido desde hace un rato ya, pero ver a sus amigos discutiendo como si el mayor problema que sufrieran en el momento fuese cazar la comida ciertamente le trajo un poco de paz y familiaridad, dos cosas que necesitaba bastante en el momento.
Viendo la oportunidad de ejercer y practicar sus dones cuando la cabeza de Aren se vio amenazada por una posible flecha de Krista, se concentró lo mejor posible para poder localizar un pulso viviente, cerró los ojos para escuchar al bosque lo mejor posible, y abrió su mente y sus sentidos a su entorno.
Los sentidos de los Terras se afinaban al máximo cuando estaban rodeados de su elemento natural, pero eran increíblemente difícil de usar, tomaban años de practica poder dominar sus dones. Y, aunque a Coriane le faltaba todavía mucho camino, afortunadamente no era tanto como esperado. Habiendo sido la Terra más joven de la historia, y al haberse conectado con la tierra desde el día uno, sus dones se habían desarrollado a una velocidad poco usual, y aunque a veces fuera más difícil que otras, el bosque la escuchaba y le permitía escucharlo.

—Lo tengo —abrió los ojos cuando sintió la presencia de un venado cerca de ahí.

Todos comenzaron a seguirla, teniendo en mayor cuidado de no pisar algo que los delatara.
A unos metros, un venado comía en paz, ajeno a la llegada del grupo. Krista no dejo lugar para que nadie más, apenas vieron el venado, la muchacha alisto su arco y se preparó para disparar, concentrando su magnifica habilidad con el arco y la flecha en llevar esa misma flecha justo al pecho del blanco.

—¡Ja! —alardeó la pelirroja burlándose de Aren con una mirada.

El muchacho rodó los ojos mientras los otros 4 reían y acompañaban las burlas de Krista. Después de un silbido de su ama, Astrid se lanzó al venado para así darle el golpe final.

—No es justo, tú controlas el bosque —se quejó Aren.

—Técnicamente; aún no por completo —rió ella.

𝓣𝓮𝓻𝓻𝓪 ↬ b. blakeWhere stories live. Discover now