S E I S . C U A T R O

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Coriane miró a su al rededor mientras caminaba a paso lento, admirando el enorme y antiguo interior del Salón de la Unión. Hace cuanto no había pisado sus suelos, parecía una eternidad desde que caminó por las grandes puertas hasta el salón que le daba eco a sus pisadas.
La gran mesa en el centro de todo estaba intacta, no había un día en el que alguno de sus Seguidores no entrara al templo para asegurarse de que la pulcritud en este nunca se perdiera. Las cuatro sillas estaban perfectamente acomodadas, pero dos de ellas se sentían y veían más vacías que las otras. Coriane volteó a ver la silla con un símbolo de agua tallado en la cabecera, de repente sintió una presión en el pecho que la obligo a tomar aire profundo y apartar la mirada.

—Llegas temprano —dijo una voz detrás de ella.

Agradeció la distracción de la llegada de Dominico para darse la vuelta y apartar de su cabeza todos los pensamientos intrusivos.

—¿Puede uno llegar temprano a su propio templo?

El hombre respondió con una risita y se adelantó para él sentarse en la silla con la flama en la cabecera. Mientras lo estaba haciendo suspiro, y simplemente se tiró en el asiento con cansancio.

—Nunca sabes cuando te estas volviendo demasiado viejo hasta que sientes que te falta el aire.

Pero la verdad era que Dominico no estaba viejo, 45 años era una edad en la que los guerreros todavía eran prominentes, y Dominico, aunque tranquilo y mayoritariamente pacifico, nunca dejaría de ser un guerrero. Coriane nació en la guerra, pero Dominico creció, se alimento y vivió de ella por mucho tiempo, y una vez Igma le brindo su mano, cortó lazos con su pasado. Pero a pesar de todo esto, nunca dejo de verse como uno, ni ser uno, realmente, solo prestó su servicio a un bien mayor. Pero los gajes del oficio nunca dejaban de tener cargas que llevar, y en caso de ambos, la lista parecía ser interminable.

—Bueno, siempre puedes tomar una siesta, abuelo —sonrió de lado.

El hombre volvió a reír, esta vez girándose para ahora si quedar bien acomodado en su asiento, y le señalo a la mesa con la cabeza con una leve sonrisa aun en su rostro, indicándole que sus intentos seguían siendo en vano, y no aceptaría su oferta.
Coriane suspiró y negó levemente, jamás convencería a Dominico, pero al menos, en un futuro, no se sentiría mal por pensar que pudo haber hecho más para convencerlo.

Miró a la mesa redonda y a las tres sillas que quedaban sin ocupar, tomó aire profundo, y recupero su lugar donde las hojas estaban talladas a mano.

—Bien, entonces, que comience la reunión.

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—Hey —no reconoció la voz al instante, pero cuando se dio la vuelta y vio el rostro de Orion Tate acercándose a ella mientras sostenía dos vasos de licor en las manos, no supo qué esperar ni pensar.

𝓣𝓮𝓻𝓻𝓪 ↬ b. blakeWhere stories live. Discover now