N U E V E

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Los soldados le abrieron paso a la Terra como ese viejo cuento del Mar Rojo. La muchacha entró en la Sala de la Comandante con un porte digno de una Reina del Bosque. Dos lobos, la ligresa y el zorro detrás suyo, siguiendo sus paso y dejando un rastro de bocas secas por parte de los demás terrestres.

—Escuche que el Skaikru estaba listo —dijo una vez que se encontró frente al trono de la Comandante.

—Así es. Lo dejamos escapar en la noche —respondió la otra mujer con un leve asentimiento—. Este éxito te lo debemos a ti, Terra, fuiste de gran ayuda —Lexa se levantó de su trono, y con elegancia descendió los escalones hasta estar enfrente de la castaña—. Lamento lo de tu lobo.

Solo por un segundo sintió la bilis en su garganta y el ardor en sus ojos, solo por un segundo antes de recuperarse y asegurarse de que nadie pudiese ver ese pequeño lapso de dolor atravesando su rostro. Anouk resistió todo lo que pudo, pero al final, ni Nyko ni Odeya pudieron hacer nada por él. El lobo murió en sus brazos, mientras Coriane le cantaba y acariciaba su pelaje, rodeado de su manada. Coriane no se había atrevido a llorar desde que quemaron su cuerpo, y mucho menos iba a hacerlo ahora.

Skaikru lo lamentaran también.

Lexa sonrió de lado y asintió a las palabras de la mujer para después volver al trono que le correspondía.

—Enviaré al ejército de Anya mañana al atardecer, sería un honor si Skaiheda se uniera a la batalla.

Antes de que Coriane pudiera responder, un leve, pero a la misma vez, fuerte susurro invadió su cabeza de una manera molesta e incluso un poco dolorosa.

«No es tu momento»

Apretó los ojos con fuerza y se llevó una mano a la cabeza, eran pocas las veces que los espíritus le hablaban, y al tener sus habilidades no tan bien desarrolladas, cada vez que lo hacían, significaba un gran dolor. Los espíritus eran seres divinos, su poder podría haber freído la mente humana en cuestión de segundos, con un susurro incluso más simple que el que acababa de experimentar, por eso loe Elementa eran los únicos capaces de abrir su mente a tanto poder, y aunque doliera, sentía dicho poder corriendo desde la punta de sus pies hasta su cabeza.

Aren, que como siempre, había estado siguiendo sus pasos desde atrás, se apresuró a llegar a su lado y asegurarse de que la muchacha no fuera a desmayarse, ya que en una de las pocas ocasiones anteriores en las que había tenido "comunicación" con los espíritus, el poder había sido demasiado fuerte y había caído inconsciente.

𝓣𝓮𝓻𝓻𝓪 ↬ b. blakeजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें