C I N C O . T R E S

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La noche sentaba bien para Coriane. Con aquel fatídico día, necesitaba un poco de silencio, de paz, una oportunidad para conectar con su preciado elemento y sentirse arropada por la protección de Tekara. El bosque consiguió darle todas esas cosas en aquella noche especialmente hermosa.
Coriane veía algo extraño, sin embargo. Parecía como si el bosque se hubiera organizado para su placer, para darle un poco de calma antes de una terrible tormenta, no sabía cómo explicarlo, pero fuese lo que fuese, no pensaba desperdiciar el momento con preocupaciones.

El bosque de noche se veía muy distinto en los ojos de una Terra. No se veía peligroso; se veía acogedor, no se veía lleno de misterios; se veía lleno de bellezas.
Deseó, muy adentro de ella, que así mismo fuesen las personas, pero sabía bien que, ni con todo el poder del mundo, podría jamás entenderlas.

Tomó aire profundo mientras cerraba los ojos y aspiraba el aroma del bosque, un último respiro de aire puro para volver por fin al interior de Polis, nadie la había visto salir, pero aún así estaba consiente de que debía de volver temprano, mañana estaría partiendo a Arkadia bastante temprano.

Su plan era exactamente ese; volver a su cama y descansar el resto de la noche, hasta que escuchó el leve gruñido de Astrid y la voz de la persona que lo provocó.

—Por alguna razón, sabía que te encontraría aquí.

Coriane apretó la mandíbula y se tomó un segundo para calmar su alto ritmo cardíaco antes de voltearse para encarar el rostro de Bellamy. Pecoso incluso bajo la luz de la luna, con el cabello rizado en la frente y unos ojos cansados detonando emociones.
Se quedó en silencio un par de segundos más analizándolo de pies a cabeza. Muy en el fondo, y una confesión que jamás diría en voz alta, le dolía un poco no confiar en él. Había pensado que estaban formando una relación en base a eso: confianza, Coriane pensó que Bellamy entendía gran parte de su vida, pero simplemente ya no sabía qué pensar, en quién confiar.

—Vienes a arriesgar tu suerte, Blake —dijo indiferente cuando se aseguró que el muchacho no portaba ninguna arma visible.

—No, no creo que eso no me convendría mucho —negó bajando un poco la cabeza, riendo con nervios—. Vengo a pedirte disculpas.

—¿Por qué? —arqueó una ceja.

—Por todo.

El cansancio y todos aquellos sentimientos volvieron esta vez a su voz, haciendo a Coriane observarlo una segunda vez en busca de mentiras, de algún plan que no estuviese viendo. Pero, se veía tan genuino...

𝓣𝓮𝓻𝓻𝓪 ↬ b. blakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora