U N O . D O S

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La Sala de la Comandante estaba en un silencio sepulcral. Nadie había dicho una palabra después de que Lexa hubiera sacado a todos los embajadores de un grito.
Solo quedaban Isaac, Aren, Krista, Jensen y Coriane, sin contar obviamente a la Comandante.

—¿Por qué no estabas ahí? —preguntó, casi escupiendo, el rubio.

Coriane levantó su mirada para verlo con fuego puro en los ojos. Tensó su mandíbula y levantando una ceja, habló tratando de guardar la calma.

—¿Qué?

—Eres Skaiheda, o eso dices ser. Pero aun así no estabas ahí, ¡no estabas ahí cuando tus guerreros fueron a dar la vida! —esta vez, el muchacho sí grito, y trató de acercarse a Coriane, pero Aren, perdiendo la poca paciencia que le quedaba, tomó al muchacho del abrigo de piel, poniendo su cuchillo en su cuello.

—Ten mucho cuidado con cómo le hablas a tú Terra, porque juro por Tekara que voy a descuartizarte si le faltas al respeto —espetó el muchacho con los dientes apretados, a centímetros del rostro del rubio.

—Más allá de mi deber como Comandante, soy Terra, y tú deberías saber que no pondré nada ni nadie más por encima de eso —contestó la castaña con voz tranquila, poniendo una mano en el hombro de Aren para alejarlo.

El muchacho obedeció sin palabra alguna, pero no guardó su cuchillo, jugando con este entre sus nudillos, la amenaza palpitando en el aire.

—Nadie cuestionará tus decisiones, Terra —habló igual de calmada Lexa. Aquella furia que la había consumido hace apenas unos minutos parecía haberse disipado. O controlado, por lo menos—. No tenemos noticias de Anya ni de ningún otro sobreviviente —miró a Coriane a los ojos, como preparándose y preparándola para lo próximo que diría—. Ni de Lincoln.

Coriane retuvo el aire en sus pulmones. Por su puesto que no habían noticias de Lincoln. Si aquella Skaikru no ha afectado su inteligencia tanto, ya debe de encontrarse lejos, muy lejos del territorio Trikru.

—No hay necesidad de decir lo obvio, ¿no, Coriane? —Lexa alzó una ceja, mirándola fijamente.

—Si estas insinuando que no sé que mi hermano es un traidor, puedes tragártelo, Lexa. Lo sé —habló con fuerza, la ventaja de ser Terra es que, aunque Lexa se ofendiera con su tono y su manera de hablarle, no tenía poder alguno sobre ella—. Se lo advertí yo misma, pero no me escuchó.

—Bien. Solo quería confirmar tu lealtad.

Coriane ladeó la cabeza y de nuevo tensó la mandíbula, mirando a su amiga con el mismo fuego que había perdurado en su mirada desde el momento en que dejo escapar a su hermano y a los Skaikru.

𝓣𝓮𝓻𝓻𝓪 ↬ b. blakeWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu