S E I S

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El penetrante silencio del Salón de la Unión dejaba espacio para que hasta una pluma hiciera eco.
Los cuatro elementos estaban sentados cada uno en su correspondiente lugar, todos con expresiones similares; dubitativas, preocupadas, cansadas.

Melisandre estaba recta como siempre, mirando a un punto fijo en la mesa. Dominico tenía los codos apoyados en la mesa y la barbilla en los puños. Eddard tenía un codo apoyado en uno de los brazos de la silla y sostenía su barbilla con esta mientras la otra simplemente reposaba en el otro brazo. Y Coriane tenía la cabeza entre las manos, cada nada se las pasaba por el cabello pero siempre volvían a su posición original para ocultar el desespero en su rostro.

—Estoy de acuerdo —habló el Caeili rompiendo el silencio, logrando atraer la atención de los otros tres.

—¿Qué? —inquirió Coriane con incredulidad.

—Estoy de acuerdo con la Comandante, Skaikru debe pagar por lo que han hecho —espetó cargado de aquella rabia frívola de siempre.

—¿Y desde cuándo, si se puede saber, estas tan interesado en lo que le pase a Trikru? —se cruzó de brazos la castaña, penetrando al hombre con la mirada.

—Desde que mi pueblo también corre riesgo por esos salvajes, sin mencionar que no quiero ni pensar lo que pasaría si descubrieran el poder del bosque.

—Oh, ¿ahora también te preocupas por mi? —preguntó con diversión amarga.

—Usted es mi líder, Terra, es mi deber preocuparme por su seguridad —hasta un sordo podía haber identificado el despreció, sarcasmo y falsedad en su tono.

Antes de que Coriane pudiera contestar, Melisandre, con su calmado y elegante tono de voz, habló.

—Dejemos las peleas para otro día, ahora es momento de discutir un tema de extrema seriedad.

—Estoy de acuerdo, de nada nos servirá pelearnos entre nosotros —concordó Dominico.

—No entiendo qué es lo que debemos discutir, ya esta todo decidido, ¿no? La Comandante dio la orden, y así Coriane no la cumpla ella misma, otro lo hará.

—En eso estas equivocado, Eddard. Si La Unión decide oponerse a los planes de la Comandante, no tendrán mas opción que desistir —habló la mujer de cabellos platinos, robándole una pequeña sonrisa a Coriane.

Los clanes eran todos diferentes entre sí, pero lo único que compartían todos y cada uno de ellos, era el respeto hacia los Espíritus, y ese respeto se extendía a los emisarios, los Elementa responsables de la representación de sus deidades. Nacían y se criaban en un clan, pero al ser elegidos, los Elementa dejaban de ser una cosa y se convertían en algo mucho más allá que eso. No pertenecían círculo político de ningún clan, ni siquiera estaban bajo la Coalición, eran sus propios jefes, y, de llegar a desaprobar las decisiones de los líderes, su palabra era el dictado final. Habían pasado 80 años desde la última vez que se metieron con los Espíritus, y nadie en absoluto estaba dispuesto a probar su benevolencia una vez más.

𝓣𝓮𝓻𝓻𝓪 ↬ b. blakeWhere stories live. Discover now