U N O

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Metal con metal chocando, respiraciones entre cortadas y uno que otro jadeo eran los sonidos predominantes de aquella sesión matutina de entrenamiento. Ambos jóvenes guerreros habían estado entrenando desde que el sol mostraba sus primeros rayos de luz. Ahora, este estaba en su cumbre, abrazando a todo el pueblo de Tondc con su acogedor calor. Estaban cubiertos por capaz de sudor, sus cuerpos comenzaban a cansarse pero ninguno estaba dispuesto a ceder la victoria.
Chocaron espadas una vez más, con las miradas fijas en su oponente y sonrisas ladinas en ambos labios.

Gane —habló Coriane, logrando remplazar la sonrisa por un ceño fruncido.

Claro que... —Aren no tuvo tiempo de contestar, pues Ann aprovechó la distracción del chico y golpeó sus rodillas, obligándolo a desplomarse en el suelo y quedar indefenso.

Sin quitar su sonrisa, colocó su espada en el cuello de su amigo y con su bota pisó la espada en su mano, sin darle más opción que rendirse.

—Te lo dije —rió ella, haciéndole al muchacho rodar los ojos.

Lo ayudó a levantarse y se separaron para recuperar un poco de aliento.

—¿Dónde está Astrid?

Ann no había visto a su felina en toda la mañana, pero la ausencia de la depredadora no era algo que le preocupaba, Astrid podía pasarse horas en los bosques jugando con sus presas y volver al anochecer feliz y coleando.

—Debe de... —en cuanto empezó a hablar, la enojada voz de su tía resonó por todo el lugar.

—¡Corianeeeee! —la nombrada se miró con su amigo y ambos aguantaron las ganas de estallar en risas, ambos sabían la razón de aquel repentino grito de ira.

—Olvídalo, creo que ya la encontré —habló el castaño con diversión.

Ambos jóvenes se dirigieron al lugar de donde provino el fuerte grito, encontrándose con Indra siendo "atacada" por la enorme ligresa de Coriane; Astrid la había derribado y ahora estaba encima de ella tratando de animar el inicio de un inocente juego, uno al cual Indra se rehusaba.

Controla a tu animal —le dijo la morena en cuanto vio a Ann llegar.

Los dos jóvenes no aguantaron más las risas y estallaron, provocándole más enojo a la mayor.

—Pero tía, Astrid solo quiere jugar —sonriendo de oreja a oreja, palmeó sus muslos con sus manos mirando a su animal—. Ven aquí, chiquita —llamó a la felina, quien de inmediato se quitó de encima de Indra para acudir al llamado de su ama.

Coriane se agachó para que su minina pudiera saludarla sin tener que atacarla con su gran peso y longitud de tres metros. Cuando se levantó, Indra ya había llegado a su lado mientras se quitaba la tierra de su uniforme.

𝓣𝓮𝓻𝓻𝓪 ↬ b. blakeWhere stories live. Discover now