31. La Boda Real

28 1 1
                                    

MARGOT

— Bennett esta aquí— dijo Anastacia repitiendo lo que hace un segundo el hada había dicho.

Las dos nos volteamos a ver pensando lo mismo:
— Algo está pasando— dije levantándome casi saltando de mi silla, para correr y buscar a mi hermana menor.

Mientras corría buscando donde estaba, sentía mi vestido flotar, tan liguero como una pluma que me cubría el cuerpo entero, llegue al salón principal, buscando el rostro pulcro y pálido de mi hermana, hasta que escuché por la espalda:
— Buscabas algo Margot?.
Gire para verla a los ojos, y ahí estaban el par de ojos grises con mirada prepotente que nunca podría dejar de lado.
— Hola Bennett, si de echo te buscaba a ti, darte la bienvenida a mi castillo, y mostrarte tu alcoba, su alcoba quiero decir.

En eso Mauricio se acerca para tomar mi mano, darle un corto beso y decir:
— Es un placer que nos invite Majestad, nuestro reino está a su disposición, no es así querida.
— Lo es, venimos para felicitarte por tu matrimonio con tu sirvie... Digo, con el nuevo rey de aquí.
— Están en casa, si planean quedarse toda la noche puedo mostrarles una habitación.
— No querida, gracias, pero no, nos iremos en cuento la ceremonia termine, tenemos asuntos en nuestro reino, nuevas alianzas y más mercadeo, las cosas marchan bastante bien.
— Enserio me alegra que todo marche así de bien, y tal vez no es mucho pero estoy muy orgullosa de ti Bennett, demostraste más de lo que no cualquiera de nosotras había hecho, vamos, levantaste un reino tu sola, y lo manejas al mando de la justicia
e igualdad, eso te hace en una buena reina.

Siendo sincera, me alegraba mucho de mi hermana, que estuviera logrando todo lo que se propuso a pesar de los obstáculos que se le presentaron, y apenas había cumplido los 16 años, su destino es ser exitosa.

— Agradezco tus alabanzas hermana pero sobran, siempre supe que podía hacerlo y la única persona que me importaba estuviera orgulloso, se la pasa alabando a su princesa Margot, mi padre nunca debió dejarte ser reina de Moncarieli, ese trono era de Beatrice.
— Cariño que te parece si hablan de eso más tarde en privado, Tú hermana se tiene que terminar de alistar, la ceremonia comenzará en menos de 10 minutos.
— Está conversación no acaba aquí, espero me pases a una oficina decente para hablar.

Y así se dio la vuelta para salir al jardín, y aunque debería preocuparme por lo que podría estar tramando Bennett tenía algo más en que pensar, mi boda.

Subí para buscar a Gerard en su habitación, pero no había nada, su cuarto de baño estaba vacío al igual que la alcoba.

Salí de la habitación de mi prometido, y me encontré de frente con Beatrice, aunque pensé que todo estaba bien, ella me llamo, para darme la vuelta y darme cuenta que sus ojos verdes tenían cristalinas gotas derramadas por todas sus mejillas.
— Bea ¿estas bien?— dije dando un paso hacia ella pero ella retrocedió.
— No sabes cuánto te odio, cuánto desearía que tú maldito corazón dejara de latir para yo poder ser feliz, con Gerard, mi prometido antes que tuyo.
— Bea, de que hablas— estaba muy confundía, ella mencionaba que Gerard le había propuesto matrimonio.
— Así como lo escuchas, el día que íbamos a escapar, el mismo día que me lo robaste siendo una zorra, ese día me pidió matrimonio, dijo que yo sería la reina de este lugar, y que yo no volvería a ser tu sombra, ese vestido que llevas puesto debería ser mío y estas lagrimas deberían ser tuyas, pero eres una poca cosa, meterte en la cama del novio de tu hermana, que para el colmo ni decencia de una cama tuvieron, en mi maldito lugar secreto que era solo mío, hasta eso me quitaste porque me da asco estar ahí de solo imaginar sus actos, mientras Adrián estaba adentro buscándote y yo buscando a Gerard, tú y el estaban terminando de vernos la cara de idiotas, acaso Adrián sabía con que clase de prostituta se iba a casar, porque recuerdo que el que decidió dejarte fue el.
— Beatrice no voy a permitir que me llames así en mi palacio, y sabes que tú ganas, si en este mismo instante vamos con Gerard y el me dice que ese anillo prefiere ponerlo en tu mano que en la mía, me retiro, y la novia del día de hoy serás tú, anda vamos.
— Eres tan idiota e incrédula, que ni siquiera te diste cuenta que salí sin mi ropa interior del cuarto de tu prometido, o quieres que entre yo ayudarte a buscarla.
— Estás loca el jamás, me haría lo que te hizo a ti, sabes que nos diferencia, que el si me ama, y esta conversación se acabo, también te pido te retires de mi palacio, si no quieres que te escolten de aquí.
— Óyeme hermana, no se cuando ni donde, pero un día me pagarás todas las humillaciones y arrebatos que me has echo con sangre, eso te lo juro.

El Corazón Del CastilloWhere stories live. Discover now