29. El Rey

24 2 0
                                    


—GERARD—

Llegué una hora antes de lo acordado a la cabaña, aunque solo había pasado una semana de mi cargo con mi reino las cosas marchaban demasiado bien, el rio volvió a su normalidad después de mucho tiempo y las reconstrucciones ya habían empezado, aunque se necesitaría mucho oro para concluir con las reparaciones, intente acudir a la ayuda de otros reinos pero nadie quería ayudar a un rey que no era rey, me tomé la libertad de llegar antes para poder recoger un poco ya que habían pasado mucho desde que alguien estuvo ahí, al llegar me di cuenta que todo estaba igual a como lo había dejado, excepto por las rosas que toque aquel día, seguían intactas como si recién hubieran sido cortadas de un fresco y mágico jardín lleno de ellas, intenté sacudir un poco y mientras llegaba la mujer de mi vida, recordé todo lo maravilloso que el rey me contó sobre mi madre, me entusiasmaba saber un poco más de cómo era, y lo que más me llenaba el corazón de Alegría era saber que mi Margot es como ella, valiente y fuerte, pero a diferencia del rey augusto yo no estoy dispuesto a perderla de ninguna manera, estaba dispuesto a dar la vida con tal de mantener a salvo esos ojos llenos de vida.

Pasó un rato y aunque aún no había llegado tenía la esperanza de que llegaría en cualquier momento, pero a pesar de mi larga espera no tenía señal de ella ni de su caballo, y ya sin esperanzas, escuché el sonido de las pezuñas de un caballo, cuando por fin  se detuvo frente la cabaña, tardó un poco en entrar.

Llevaba puesto una larga capa azul rey, casi negro, que sino fuera por su estatura alta ahora la misma estaría arrastrando en el piso, se descubrió la cabeza, levantando lentamente su mirada, creo que tanta lentitud casi me quemaba, cuando por fin vi sus ojos negros como la noche soltó lágrimas con tristeza:
— Hey que a ocurre preciosa, está todo bien?— dije apresurándome hacia ella, para poder abrazarla, pero en cuanto di un paso al frente ella retrocedió.
— Esto es tu culpa y mía también— dijo entre sollozos, no sabia de lo que estaba hablando pero se veía muy preocupada y triste al mismo tiempo.
— Margot, de que estás hablando? Dime que puedo hacer para remediarlo— en cuanto eso salió de mi boca una sonrisa amarga salió de su boca.
— Me dejarás, seré el blanco de burlas y señalamiento, buscarás otra menos tonta ¿no es asi? dijo para dejarme más confundido.

— Estas loca, sea lo que sea te amare sin importar que, recuerdas? En esta vida y otras 100– dije recordándole mi promesa en el bosque recogiendo flores cuando me dio por primera vez un beso tan dulce que aún recuerdo el tacto inocente y tembloroso de sus labios en los míos.
— Yo dije en 1000 mas.
— Entonces cambió mi promesa, te amare en esta vida y en un millón más.— dije tomando sus manos entre las mías, levantó su mirada con un toque de esperanza en ella para cuando por fin se notó a decirme que era lo que ocurría, se desvaneció en mis brazos.

La cargué hasta mi caballo y no sabia que hacer, pero decidí llevarla a mi reino, ahí había un mago sanador muy bueno, el mejor en su clase, sabia que me ayudaría a saber que tenía Margot, tal vez era su corazón que ya no aguantaba tanto drama, tal vez su padre tenía razón, y yo la mataría.

No solo tenia que cargar con la muerte de mi madre en mi conciencia, si no también la de el amor de mi vida si algo le ocurría por mi culpa, pero después de que el sanador la revisara en mi habitación, mientras yo esperaba afuera él sale muy despreocupado y me se dirijo hacia mi con una sonrisa:
— Estará bien, es normal cuando está en ese estado, fue solo un desmayo por mareo.
— Menos mal que esta bien, no sabría que seria de mi sin ella— le confesé al anciano sanador frente mío.
— Bueno, recomiendo mucho reposo para la joven y que consuma más vitaminas para el desarrollo del bebé.— me confundí demasiado ante esta última parte de sus recomendaciones así que proteste.
— Bebe? No doctor se equivoca, ella no puede estar embarazada, o si?
— Oh claro que lo está su majestad, es fácil conocer los signos, desmayos, náuseas, cambios de humor, temperamento fácil... no aguarde, no me diga que usted no ah..— dijo el anciano y tarde un par de segundos para entender que estaba preguntando.
— Si bueno, fue hace como mes y medio, pero que esto quede entre los dos — dije al anciano mientras se acercaba para escuchar el dato en un susurro— ninguno de los dos realmente había hecho algo así antes... si me entiende no puede estar pasando.
— un rey Virgen, bueno... ya no— grito con gracia el anciano, mientras trataba de callarlo soltaba risas muy ruidosas— bueno su majestad lo dejo con su mujer e hijo, felicidades, por ambos acontecimientos— dijo alejándose presurosamente de ahí pero sin quitar su risa burlona.

El Corazón Del CastilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora