Capítulo 23

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—No... ¡No dejes que me toque!— me puse de pie y Roberto retuvo al cachorro.

Tomé mi celular de la mesita y llamé a mi mejor amiga.

—¿Quieres que vaya por el cachorro?— dijo mi amiga al contestar.

—Por favor... y no tardes— mi esposo me miraba confundido, trató de bajar al animalito, pero le hice señas para que no lo hiciera.

—¿Ya lo tocaste? ¿Roberto te dijo su nombre?— escuché a Heivy reír y unos ladridos sonando de fondo.

—Ya me toco, pero no tiene nombre, así que apúrate—

—Te veo en media hora—

Caminé hacia el vestidor y me encerré ahí.

—¡¿Se puede saber que te pasa?!— gritó Roberto desde el otro lado.

—Llévate al perro... no puedo tenerlo— él trató de abrir la puerta pero me recargue en ella para que no lo hiciera.

—Te gustó, lo pude ver en tu rostro, ¿por qué quieres que me lo lleve?— suspiré y me deje caer hasta tocar el suelo.

—Si te lo cuento, te vas a burlar de mí y no me vas a creer—

—Dimee— canturreó y toco la puerta. Negué con la cabeza aunque no me pudiera ver— Dime, dime, dime, dime...dime... Voy a seguir diciendo eso hasta que me cuentes— solté una risita ante sus chiquilladas— Dime... Di...me.... Dime dime, dime dime...—

—¡Esta bien, ya cállate!... Tengo mala suerte con los perros, si me encariño con ellos... se mueren de alguna enfermedad rara— estiré mis piernas, chocando las puntas de mis zapatos a modo de juego.

—Ahora dime la verdad— escuche un ladrido del pequeño animal y más golpes en la puerta.

—Es la verdad, te dije que no me ibas a creer...Heivy va a venir por el cachorro, para que no muera trágicamente—

—No seas ridícula Lilith, tú no podrías darle mala suerte a nada ni a nadie—

—La primera fue Fiona, tenia un año cuando murió de una rarísima enfermedad intestinal. Luego vino Dago, dejo de respirar y murió unos meses después de que lo adoptáramos. Coqueta, seis meses después de que la adoptáramos de la perrera, amaneció muerta. Fido, Pichichi, Rudy, Batman, Chuchin... Todos murieron en menos de un año, fueran de raza o callejeros... No quiero mas muertes caninas—hice un puchero al recordar a todos los caídos.

—Esta vez será diferente—

—No, no será diferente, en cuanto me encariñe con esa bola de pelos... va a morir y me hará sentir muy mal—

Roberto abrió un poco la puerta, empujándome hacia adelante.

—No me corras... quiero estar aquí— metió una de las patitas de la perrita, hablando como bebé— Se bueniittaaa... ¿sí? Por favor— llevé mis manos hacia mi rostro, apretando mis cachetes para quitarme la sonrisa.

Sabia que ese pobre animalito moriría, lo había vivido muchas veces antes. No podía quedarme con ella... Pero era tan linda y tan peluda... y Roberto se había esforzado para sorprenderme con ella...

—Lo siento, pero no puedo—

—Dale una oportunidad, si muere, prometo no intentarlo de nuevo— salí de mi escondite y me encontré con dos pares de ojos suplicantes.

—Eso es cruel, por favor, compréndeme... No me importa ver morir gente, pero los animales me parten el corazón—

—¿Un gato entonces?—preguntó mi desilusionado esposo.

Te casaste con la GORDA! (Regresa!!)Where stories live. Discover now