Capitulo 9

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Desperté antes que Roberto, no supe a qué hora se había metido a la cama. Me di una ducha cuidando de no hacer ruido, no quería despertarle porque prefería estar sola a que me estuviera molestando.

Casi sin respirar, salí de la habitación para ir a desayunar.

La comida estuvo de lo más buena, el mesero resulto ser tan amable, como casi no había comensales debido a que eran las siete de la maána, me trató como si fuera la única en todo el restaurante. Nos reíamos de sus bromas e inclusive me invito a un antro cuando saliera de su turno, era en tipo como de unos 32 años, así que acepte.

El agua del mar estaba en su punto, aproveché la mañana para nadar y al medio dia me puse de nuevo mi vestido playero para ir a almorzar. En ningún momento subi a la habitación y gracias al cielo Roberto no apareció en toda la mañana.

Mi amigo Carlos, el mesero, me dio una mesa desde donde se veía el mar.

—Su esposo me dijo que lo esperara para almorzar, en cinco minutos está aquí, ¿quiere algo para beber en lo que él llega? — mi cara obviamente demostraba sorpresa porque Carlos me pregunto que yo era la señora de Valencia.

—Sí, sí lo soy... ¿me puedes traer una mimosa?, por favor— el mesero me dedico una sonrisa y se fue por mi bebida.

Justo lo que estaba evitando. No entendía porque era tanta su necedad de besarme, toquetearme y querer acostarse conmigo, estaba claro que odiaba a las personas como yo, a las gordas. No tenía sentido su actitud.

Sentí como me tapaban los ojos desde atrás...Roberto.

—Buenas tardes Lil— presiono sus labios contra mi mejilla y se sentó frente a mí.

—Tardes— conteste sin ganas. Carlos llego con mi muy necesitada mimosa, me la tomé de un trago y pedí otra.

—Dicen que si te emborrachas antes de las seis de la tarde puede que seas un alcohólico— habló Roberto sin apartar su vista del menú.

—No pienso emborracharme...solo necesito un poco de ánimos.

La mimosa apareció en la mesa y yo le giñe un ojo a mi mesero personal, ordenamos y comimos en un incómodo silencio. De estar sumergida en un incómodo silencio a estar sola, prefería mil veces la idea de pasar un rato alejada de todo, lamentablemente el señor Valencia, no pensaba lo mismo.

No era mi intención entablar algún tema de conversación, quería que se diera cuenta que no era bienvenida su presencia. Espere por diez, quince, veinte minutos, hasta que mi nivel de tensión no pudo más.

—Esta noche voy a salir, no me esperes despierto— rompí el silencio.

—Esta noche tengo algo preparado para los dos...Tendrás que cancelar tus planes— sonaba molesto y su mirada era muy intensa.

—Si patrón...lo que usted diga— le di una sonrisa falsa y me dispuse a pararme, él me tomo de la mano para que no lo hiciera.

—Acaba de comer por favor— me senté porque su tono de voz me inquieto—. Hice reservaciones para que nos den un masaje relajante— aun sostenía mi mano por arriba de la mesa.

—Muy bien... solo porque me gustan los masajes— le di una sonrisa y él me sonrió de vuelta.


El ambiente tenso se dispersó un poco, hablamos de lo bonito que era el lugar y terminamos la comida.

Nos sentamos en unos camastros bajo la sombra de una palmera, no podríamos llegar con el estómago lleno o vomitaríamos a la masajista.

El spa se encontraba en un lugar apartado, muy íntimo y tranquilo. Nos dieron la bienvenida y nos pusimos cómodos. Recibiríamos un maravilloso masaje con piedras calientes.

Te casaste con la GORDA! (Regresa!!)Where stories live. Discover now