Capítulo 38

2.8K 127 25
                                    




—Señor, ¡estamos cometiendo una locura!— besé esos exquisitos labios rosados, para distraerla mientras la llevaba por el corredor, hasta la recamara.

—Aquí es donde sucede la magia.

—Si su esposa nos encuentra, no viviremos para contarlo.

—Quiero follarte sobre esta cama, la misma cama donde duermo con mi querida esposa— sin darle tiempo de pensar, le di la vuelta para bajar el cierre del ceñido vestido.

—Es usted todo un pervertido sinvergüenza— la fui guiando hasta que quedamos de frente a la cama, donde ella recargo las manos para inclinarse ante mí, lo suficiente para darme una vista de su maravilloso trasero y ese liguero tan sensual que lo adornaba.

—No puedes negar que eso es lo que más te atrae de mi— con un gemido me respondió ante mi afirmación y la nalgada que le di.

—Apuremos el paso, señor. No quiero morir tan joven— el bailoteo de sus caderas, a modo de provocación, lograron que mi miembro estuviera listo para la acción.

Antes de correr a un lado su húmeda tanga, libere mi pene del encierro en el pantalón, y cuando todo estuvo preparado, me hundí en esa mujer que no dejaba de volverme loco. Tomándola por las caderas mantenía el equilibrio de nuestra perfecta unión, deteniéndola para que se fuera de cara contra la cama.

—Lili... eres tan deliciosa— sus movimientos se detuvieron, giro la cabeza para mirarme y un tanto molesta, me reclamó:

— ¡Por amor de Dios, Roberto...! Cuando dices mi nombre, el juego pierde el chiste.

—Tu también acabas de llamarme por mi nombre— soltó una risita y con un movimiento circular de su cadera, me ínsito a seguir.

El juego terminó porque nos dijimos nuestro nombre, casi siempre pasaba lo mismo. Era difícil para mí no llamarla por su nombre. Jugar a los cambios de roles, era una buena idea para salir de la monotonía y el estrés de mi cargo político.

—La próxima vez te quiero con los mismos tacones. No sé qué tienen, pero cuando los usas, tengo ganas de arrancarte la ropa y...

—Y cogerme una y otra vez...— comentó mi esposa con gracia—. Me lo dices siempre que los traigo puestos.

—No creo utilizar el término "coger", eso lo añadiste tú.

—Coger, follar, es lo mismo. Aquí en México es: "coger"; "follar", es una palabra muy española, tío— reí ante su mala imitación de un español.

—Follar es más parecido a fornicar, por eso es más correcto...

—Nosotros no fornicamos, porque estamos casados... ¡No, espera! Creo que tienes razón, sí fornicamos; todavía no estamos unidos bajo el santísimo sacramento del matrimonio católico. Estamos en pecado.

—Dentro de poco ya no seremos pecadores...

— ¡Elegí un vestido tan bonito! Tengo las fotos en la computadora, voy por ellas— corrió en busca de algo para no estar desnuda y de su laptop.

—Es de mala suerte ver el vestido de la novia.

—Esa ya no aplica a nosotros— sentada como buda, repaso entre todas sus carpetas hasta encontrar el dichoso vestido.

—No quiero verlo, mejor que sea una sorpresa— cerré el aparato antes de arruinar mi ilusión de verla vestida de blanco.

—Si no te gusta, no te quejes después.

—Si quieres decirme algo sobre la boda, cuéntame lo que hayas encontrado sobre el significado de los anillos y todo eso, todavía no lleno mi librito.

Te casaste con la GORDA! (Regresa!!)Where stories live. Discover now