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El frio túnel recibió el cuerpo de la joven de blanca tez, que iba gateando y tapando su nariz, por el olor que se iba de a poco desprendiendo del antiguo lugar. A ratos miraba tras suyo, sus dos amigos venían tras ella, más lento de lo normal, por lo que Sara también se detenía por ratos.

—¿Será que pueden apurarse? —Sara se impacientó —¡No tenemos toda la noche!

—Oye cálmate reina del drama—Tadeo ofuscado, levantó un poco la voz —Llegaremos al final si o si, pero tampoco nos presiones.

—Los presiono, porque están muy lentos y tú discutiendo tampoco ayudas.

—Chicos...—Ela los miró pálida —creo que el olor de aquí, ya pudo más que mi valor.

—¿De qué hablas? —Sara se asustó un poco

—Creo que voy a vomitar.

—¿Qué? —Tadeo se alejó un poco —¡Aquí no! Es un túnel y si lo haces nos condenarás a todos ¡Aguántate!

Sara golpeó con fuerza la mano del muchacho —¡Tú aguántate! Ela si tienes que vomitar hazlo, no puedes continuar sino sacas todo lo de tu estómago.

Pero antes de que pudiera alguien agregar alguna otra palabra, la negra joven no aguantó y terminó manchando el túnel y los zapatos del único varón del grupo. Sara le sujetó el rizado cabello, pero al hacerlo, no pudo evitar que su suéter también se manchara un poco.

—Lo siento —la adolescente se alejó un poco —No pude contenerme

—No pasa nada, tú tranquila. —Sara tomó en sus manos, delicadamente, el rostro de Ela —Eres una chica valiente, solo que la presión de esto, te rebasó ¿Ahora puedes seguir? Si sientes que no, ahora mismo nos devolvemos.

—¿Enserio harías eso? —Ela se acercó un poco más mirándola a los ojos —Es tu misión y por mi culpa...

—No pasa nada, podré venir luego... Sabes que sí, mejor nos devolvemos, no te ves muy bien.

—¡Chicas! —gritó Tadeo más adelante —¿El final de este túnel tiene que tener una especie de calabozo?

—¿Qué? —Sara se separó de Ela y avanzó un poco más.

Efectivamente, al salir del túnel, se dieron cuenta que habían caído en una especie de pasillo, desde donde se podían ver varias celdas. Como si de una antigua cárcel se tratara. En varias de ellas los barrotes de metal estaban oxidados y en las paredes, con tiza se había escrito varios números.

—Son doce —acotó Tadeo —Y hay huesos enterrados —siguió un poco a una de las celdas y cerró la puerta —¡Mírenme soy un preso! ¡Oh condénenme por ser muy guapo!

—¡Tadeo no juegues así! —Ela se cruzó de brazos —Este lugar podría ser algo sagrado y tú te estás burlando.

Sara mientras tanto recorría cada celda y tocaba cada espada que estaba apostada en la pared, luego vio una manta y un ataúd de madera que estaba cubierto por una lona verde, que quitó, solo para pegar un grito de horror.

—¡Sara!

—¡Sara!

Ela y Tadeo corrieron a su alcance para hallarla llorando de rodillas, en sus mejillas las lágrimas rodando, sus manos temblorosas señalando la caja. —¡Esos huesos tienen puesto el vestido de mi mamá! —gritó de pronto.

Tadeo y Ela laabrazaron fuerte, intentando comprender que era lo que ocurría, efectivamenteunos huesos perfectamente colocados, tenían un rojo vestido y joyas a sualrededor, y en su dedo un hermoso anillo, con una ¨M¨ incrustada.

Mi DelitoWhere stories live. Discover now