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El amanecer encontró a la rubia adolescente en el pasillo, encogida de frío y sumergida en un profundo sueño. Mientras los rizos rubios caían desordenados, sobre el rostro cansado.

—¿Abuelita? —Tocó con su mano el suelo, para solo hallar la alfombra azul, bajo su cuerpo —¿Abuela?

Se puso de pie, limpiando con su mano el vestido y se apresuró a su habitación. Dando varios pasos hacia atrás, cuando entró —¿Qué ocurrió aquí? —Varios velos se hallaban tirados, algunos quemados y varios vestidos se hallaban fuera del armario —¡Mi cuaderno!

Para su buena suerte, sus lápices y cuadernos se hallaban intactos. Tocó su pecho, latiendo rápido el corazón y desesperando porque en medio de las sábanas, se hallaba un papelito, que al mover la almohada cayó. En él, con una caligrafía perfecta, se podía leer:

Dimitri tenía un barquito, el barquito que navegaba en tierra mala, el pequeño barquito que un día se llenó de agua y Dimitri en el mar naufragó.

D & M te aman.

Sara guardó el papel, junto al anterior, y salió a ver a su abuela, la cual justo abría la puerta de su habitación. Con mucho maquillaje en su rostro, se dirigió a la joven—¿Qué me ves? ¿Acaso traigo monos en la cara?

—No... Solo que... ¿Está usted bien?

—¿Bien? ¡Hoy es día de rezos en la iglesia principal! Estoy demasiado gozosa de servir a Dios.

—¿Se va a ir usted?

—¿¡Hoy es el día de las preguntas tontas!? ¡Claro que iré, soy la devota principal de este sacrílego pueblo! Ya quita esa cara, parece que hubieses visto un fantasma.

—Abuelita —escupió la muchacha de golpe —Quiero saber que pasó ayer, cuando me fui.

—Qué bueno que hablas de eso, estás castigada. Hasta que las extranjeras vengan a quedarse contigo en la noche, rezarás para que Dios perdone tus culpas, lavarás toda la ropa y dejarás las escaleras limpias.

—Pero yo...

—¡No puede ser! ¿Tengo que repetir algo? —Se acercó lentamente a Sara —Tú estás castigada, te prohíbo asomar la cabeza fuera de esta mansión ¡Ni creas que te vas a descarriar por andar huyendo a casa de José! ¡Ese me va a escuchar también!

—Su ropa ya no tiene sangre

—¿Mi ropa? —Levantó la mano agresivamente —¡No sé de qué sangre hablas! Jamás he manchado mi pulcra vestimenta, con semejante cosa.

—¡Si hubo sangre en su ropa! ¡Yo la vi!

—¡En mi ropa no hubo sangre! Deja de decir mentiras y ve por la escoba ¡Pero a la de ya!

Sara no se movió, quieta como un poste, se cruzó de brazos —Ayer usted dijo que mató a alguien.

—¡Yo jamás diría eso!

—¿Dónde está el cuerpo?

Una gota de sudor cayó de la frente de Enriqueta, una gota que a los pies de Sara fue como un rocío oscuro, uno que, en lugar de dar vida a las plantas, podría matarlas de intoxicación.

—¡Yo no maté a nadie! ¡Deja de decir eso! —Bajó la mujer las escaleras, pero Sara la siguió sin dejar de hablar. —Dígame como mató a alguien y por qué.

—¡Déjame en paz!

—No lo niegue, es pecado.

En la cocina, la mujer, ya harta, se devolvió lista para golpear a Sara con un bolillo de cocina, pero no contaba con la agilidad de su nieta para sujetarle el brazo. —¿Qué rayos haces? ¡Suéltame!

—A los pecadores se les castiga —le respondió ella con toda calma —Yo no pequé

—¡Sara suéltame o vas a conocer mi furia!

—Yo me quedé toda la noche con usted, cuidando los golpes de su cara y oyéndola quejarse, porque dijo que mató a alguien. Ahora usted miente y eso es pecado.

—Sara, hablo en serio. Suéltame.

—Me ha educado bien abuela; para diferenciar cuando una persona es acusada de algo, injustamente —Soltó la muchacha la muñeca de ella, dejándola adolorida —Ahora sepa usted, yo averiguaré que fue lo que pasó ayer. Si usted no me lo dice, por mi cuenta hallaré la verdad.

Sara subió a su habitación, rápidamente. Dejando a una Enriqueta totalmente escéptica con lo que acababa de ocurrir. Una mujer que ahora tenía una marca en su cuerpo, una que se dio cuenta que mentir ya no servía de nada. —José tiene la culpa, ese tuvo la culpa de esto. Pero no crea que se va a salir con la suya, esta vez no. ¡Por la sangre de mi madre que dejo que José se lleve por el camino de la muerte a Sara! ¡Por la sangre de mi madre que no perderé el control! ¡Por la sangre de mi madre que José, se va a arrepentir con su vida de esto! La historia no se va a repetir, no lo permitiré.

Mi DelitoWhere stories live. Discover now