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Varios platos yacían humeantes sobre la mesa, varios tenedores y las miradas, algunas manzanas en un tazón de mimbre y el líquido rebosante de limón, en vasos de puro cristal.

—¿Alguien desea más pasta? —preguntó Natalia —Quedó un poco en la olla.

—Sara, con sus mejillas rebosantes de fideo y ensalada, la miró y levantó la mano —¡Yo! ¡Yo señora!

Ela sonrió —Tengo una pregunta... ¿Sara, tu abuelita si te da de comer? Es que comes como si hubieras salido de la cárcel.

—¡Ela! —Natalia interrumpió —No seas grosera.

Don José tomó del brazo a Sara y le susurró con dulzura —Hija con más calma, no tienes que devorar todo tan rápido...

La rubia se sonrojó por completo y dejó el tenedor junto al vaso. Mientras miraba al suelo, visiblemente apenada. Ahora en su mente solo se dibujaba una figura femenina, aquella que hablaba de compostura, buenos modales y ayunos a fuerza. Un recuerdo de infante ahora tomó lugar y el dolor en el pecho, se intensificó.

<< Debes comer con mesura, apenas trozos de pan, apenas un poco de sopa, apenas para que tu estómago sea engañado con la intención del alimento. Ahora ese pastel que te trajo José... ¡Lo vas a tirar! Ni siquiera se te ocurra tocarlo con el dedo, porque si veo algo de ese dulce en tu aliento o en tu ropa, tendrás que dormir junto a las tumbas del jardín>>

—¿Sara estás bien? —Don José se levantó de inmediato —¡Hija estás pálida! Te quedaste como en la luna, ven aquí pequeña.

—No.... Yo solo... Ya no quiero más comida. Perdón a todos...- intentó levantarse, pero la mano de Ela la sostuvo —Oye, todo está bien, solo era una broma.

—Si lo sé... Solo que cocinaron algo muy delicioso, Dios les bendiga a todos por su buena voluntad.

—Amén hija mía.

Luego de aquella entorpecida comida, el anciano ayudó a lavar la vajilla en silencio; con una arruga en la frente, que Natalia notó de inmediato. —¿Don José se halla bien?

Tiene la cara de alguien con la conciencia, muy culpable por algo.

—¿Yo? Como cree... Bueno sí. —cerró de inmediato la puerta del comedor —¿Las niñas están arriba cierto? No quiero que escuchen.

—Sí, subieron a ver Netflix en mi laptop... Hable ya.

—¿Subieron a ver a quién? Bueno no importa. Usted notó la reacción de Sara, ¿cierto?

—Pues tenía mucha hambre.

—¡No! —gritó el hombre, arrojando un plato contra el piso —¡Mi nieta tenía pánico! ¡Eso fue un ataque de terror! —golpeó con el puño la pared —La volvió un ciervo asustado, esa... ¡Esa bruja! Enriqueta piensa que tiene el sartén por el mango. Lo peor es que la justicia está de su lado...

—¿Y la va a dejar hacer eso? ¿Salirse con la suya? —Natalia estiró su mano —Yo le ayudó a sacar a Sara de esta casa, con custodia legal y todo, a cambio usted me deberá un favor. Piénselo... Le conviene

—No sé ¿Doña Natalia, que interés la está moviendo a ofrecerme su ayuda?

—Solo amistad... Tengo una hija y no me gustaría que pase por lo que pasa Sarita.

Le dio la mano el hombre. Talvez él no confiaba lo suficiente, pero esta podría ser su única oportunidad.

Mi DelitoWhere stories live. Discover now