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El mundo no se detuvo, el llanto empañó el rostro de los amigos, la angustia de la madre que miraba a su hija y los sollozos del tío, que se sentía responsable del muchacho que lo miraba desde la esquina. A esto se sumaban las patrullas en la puerta de la vieja mansión. Varios policías traídos desde la ciudad, listos para que Natalia, que ya los había alertado, diera la señal y ellos pudieran ingresar.

—Está...—susurró por la bajo el padre Rafael

—Si —replicó Natalia —muerto.

Enriqueta se vio acorralada por las miradas, sentía que la juzgaban y su mente se trastocó un poco más. El recuerdo de su niñez, juzgada y señalada por todos, se volvía a repetir. Dio dos pasos hacia atrás, con el cuchillo aprisionado en su mano.

—Mami, quiero irme...—Ela tartamudeo —¡Mami ayúdame! —gritó de repente la joven y Enriqueta tapó sus oídos, sin dejar de retroceder.

—Cariño todo va a estar bien —Natalia sintió que el camino a su hija se volvía muy lejano y el temor la invadió. El temor de la locura, de perderla, de tenerla tan cerca y lejos a la vez. De sentir que su pequeña se hallaba junto a un risco, donde si pisaba mal la vería caer.

El padre Rafael intervino tomando aire y poniendo tras suyo a Natalia —Enri...Enriqueta escúchame.

—¡Tío no te le acerques! —Tadeo pegó un brinco, conociendo las intenciones del hombre de sotana— ¡No! ¡Te va a lastimar! ¡Tío, no!

—Tienes que cuidar a tu madre, te necesita muchacho. Yo me siento muy orgulloso de ti, te pido...Te pido perdón... Hice cosas que tal vez no estuvieron bien, cometí errores.

—Tío no...

—Pero solo quería protegerlos, a ti y a Luisa. Son lo que más amo y ahora que te veo ¡Hay hijo! Eres todo un hombre, un hombre valiente, un hombre que podrá cumplir todos sus sueños ¡Mi pequeño valiente! Te amo tanto.

—¡Tío!

Pero antes de que pudiera alguien replicar, el hombre se lanzó sobre Enriqueta, logrando que la anciana diera su cabeza contra al suelo. Ela aprovechó para correr a los brazos de su madre.

Y se oyó un ruido seco, una sola bala, un solo disparo y el reinado de Enriqueta había terminado. La mujer quedó con los ojos completamente abiertos, agonizando aún por un largo rato.

Tadeo apenas pudo se lanzó a abrazar el cuerpo del cura Rafael, herido con el arma blanca —¡Tío! ¡Tío por favor! —llenó de besos su cabeza —Por favor, yo también te amo tío ¡Gracias por ser mi padre adoptivo! ¡Tío te amo! No me dejes.

Natalia y Ela se abrazaban fuerte, mientras esta última lloraba a más no poder. Su madre tampoco sentía poder calmarla, porque ni ella comprendía bien como había terminado en esta lamentable situación.

Mi DelitoWhere stories live. Discover now