Lo miro, incrédula. Ha rebanado una berenjena en menos de un minuto.
— Jamás picaré una berenjena como tú.
Sonríe de lado.
— Me conformo con que lo intentes.
Me extiende el cuchillo, haciéndome una seña con la cabeza para que lo tome. Con muchos nervios tomo el cuchillo entre mis manos, sintiéndolo peligroso y grande.
— A ver, muéstrame que sabes hacer —me reta, sonriendo con diversión.
Con cuidado y bajo la atenta mirada de Mikhail, tomo la berenjena sobrante. La pongo sobre la tabla y corto el tallo de ésta.
— ¿También éste de aquí? —pregunto algo dudosa, señalando una parte de la berenjena.
Asiente.
— La picas en cuadritos pequeños.
— Lo sé, genio —con nerviosismo comienzo a picar el vegetal, estoy bajo su estricta mirada.
— ¿Te ayudo? —se ofrece, divertido, al verme tan frustrada intentar picar la berenjena.
¿Cómo es posible que sea tan difícil picar un vegetal? ¡¿Cómo?!
Como toda orgullosa me niego inmediatamente.
— No, gracias. Tú encárgate de la carne.
Asiente, riendo por lo bajo y retirándose a la cocina. Cuando creo que Mikhail ya dejó de observarme como un profesor a su alumna, siento que puedo picar la berenjena en sana paz. La rebano con cuidado y con un poco de rapidez, obvio tomando las precauciones para no quedarme sin una articulación, luego paso a las zanahorias ya peladas frente a mí, tomo una y comienzo a picarla.
De la nada comienzo a sentirme tan buena como Mikhail. La verdad es que no soy amiga de la cocina, prefiero un delivery a yo intentar cocinar, sin embargo amo la cocina casera que otras personas son capaces de preparar, y sé que Mikhail es un buen Chef aunque odie admitirlo.
— ¿Todo bien por aquí?
Bien, casi me corto un dedo.
Mikhail está detrás de mí, presionándome contra la isla y mirando los vegetales rebanados por encima de mi hombro. Su respiración acaricia mi cuello, erizándome la piel.
— ¿Qué se supone que haces? —inquiero, sintiendo mi sangre calentarse.
Volteo levemente hacia él, mirándolo lamerse los labios.
— ¿Hacer qué, cariño? —pregunta él, fingiendo inocencia.
Ruedo los ojos.
— Estás desconcentrándome.
Le doy un empujón con mi trasero, alejándolo un par de metros.
— ¿Hablas de desconcentrar? ¡acabas de empujarme con tu trasero! ¿acaso quieres provocarme una erección? —cuestiona, mirándome con una sonrisa depredadora.
— Tengo hambre —le hago saber, señalándolo con el cuchillo.
— ¿De qué? Porque yo tengo hambre de ti justo ahora.
Mierda.
Me guiña uno de sus ojos mientras se muerde el labio.
Maldito. Sabe cómo calentarme sin hacer nada.
— Quiero comida —aclaro rápidamente, dándome vuelta para seguir picando los vegetales.
Vuelvo a lo mío y él se acerca, inconforme por mi respuesta.
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Estrella Fugaz © [Completa ✔]
Teen FictionEstoy sentada en la cafetería junto a Rachell y María quienes hablan de lo deliciosa y apetitosa que está la hamburguesa que sirvieron en el almuerzo de hoy, intentan incluirme en la conversación pero me es imposible prestarles atención, no puedo de...
Capítulo 60: Pervertida.
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