Capítulo 38: Atrevete.

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Viernes.

Amo los viernes. Último día de la semana e inicio de fiestas de fin de semana.

Hoy decidí ir al colegio, después de todo tengo una conversación pendiente con Rachell.

Decidí no insultarla, no gritarla, solo hablar como dos personas civilizadas. Le dejaré en claro qué es mi vida y que con ella hago lo que mejor me parezca sin que ella pueda hacer algo.

Estoy comiendo mi cereal, esperando a que se hagan las siete para ir a casa de West. Quedamos en irnos juntos.

La relación con mi madre sigue algo forzada, estamos bien pero no tan bien como antes. Creo que ya me levantó el castigo y no está tan irritante con el tema de mi supuesto «escape».

— ¿Te llevaré al colegio? —pregunta mamá, mientras termina de limpiar la cocina.

Tiene un camisón color rojo que hace resaltar sus enormes ojos azules —los cuales desee heredar, pero lamentablemente Nathan fue quien obtuvo ese bonito color de ojos—.

Niego, tragando las hojuelas del cereal.

— Iré con West —informo, dejando el tazón a un lado y poniéndome de pie.

— West Jones. Hace ya un tiempo que no lo veo —suspira, nostálgica—. Aún recuerdo cuando eran solo unos bebés.

La palabra bebé hace que un estrago amargo se pose en medio de mi estómago. Carraspeo.

— Deberías decirle que venga a cenar un día de estos —ofrece, sonriendo de oreja a oreja—. ¿Aún le gusta el chile con carne?

Sonrío. Recuerda su comida favorita.

— Sí, a él le gusta todo lo que se pueda tragar —bromeo, tomando la mochila de encima de la barra.

— Dile que prepararé eso. Será un gusto tenerlo de nuevo en casa.

Asiento, acercándome a darle un beso.

— ¡Adiós, ma! —le doy un beso sonoro en la mejilla.

— Te quiero, cielo —me da un beso en la frente, acompañado de un abrazo y me deja ir.

Salgo de la casa y veo el auto de West estacionado frente a su casa.

Oigo el claxon sonar y sonar.

— ¡Mueve el trasero! —grita, sacando la cabeza por la ventana del piloto.

Le muestro el dedo corazón pero apresuro el paso. Subo al auto con rapidez y me abrocho el cinturón.

— ¿Se te pegaron las sabanas o qué? —cuestiona, encendiendo el motor.

— No. Solo desayunaba —me excuso, poniendo la mochila en la parte trasera.

West lleva uno anteojos oscuros, supongo para ocultar que ha estado llorando o algo. Decido no preguntar sobre el tema.

— He quedado hoy con Jenna —revela, apretando el volante levemente. Puedo notar su ansiedad de aquí a la luna y de regreso.

— Eso es bueno —le sonrío de lado, animándolo.

— Sí —muerde su labio—...¿está bien que esté nervioso?

Suelto una carcajada.

— ¿Bromeas? Yo que tú, estaría muriendo del miedo.

Lo hago reír, cosa que me hace feliz. Tiene que liberar esa ansiedad de algún modo.

*****

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