Capítulo 9: Una propuesta.

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Luego de terminar la segunda y tercera clase, me encuentro saliendo al lado de Nathan fuera del instituto. Agradezco a Dios y a la virgen porque Nomar no se cruzó en mi camino.

Ahora me encuentro preocupada por lo del beso. Es bastante complicado cuando tu crush te dice que no quiere nada contigo pero luego te besa y te dice que eres suya. Tengo el leve presentimiento de que quizá es bipolar.

Subo al auto de Nathan sentándome en el asiento del copiloto. Él se encuentra concentrado en su teléfono por lo que no lo molesto con preguntas, solo me encargo de acomodarme sobre mi asiento. Después de que termina de enviar un texto se pone en marcha.

El camino es silencioso, no me molesta porque me da tiempo para pensar, y me imagino que para Nathan es igual, los dos estamos sumidos en nuestros pensamientos.

Estoy repasando las palabras de Nomar en mi mente:

¿Amor y chicos como yo? Eso no existe.

Tú. Y él tiene que entender que tú eres mía.

Sus palabras son tan contradictorias qué intentar hacer que cobren sentido me hace doler la cabeza. Además, tampoco dejo de pensar en Mikhail.

Por un segundo me fijo en si la tarjeta sigue en mi bolsillo. Sí, aún está ahí.

Ese es otro tema, no sé si lo llamaré. ¿Debería? Él parecía interesado, pero creo que no estaría bien llamarlo, solo pienso en Nomar y en su muy inesperado beso, aunque también pienso en los lindos ojos de Mikhail pidiéndome que lo llamara. Uhg, todo en la adolescencia es jodidamente complicado.

Suspiro, mirando por la ventana.

En un par de minutos llegamos a casa. Detiene el auto pero no lo apaga. Le sonrío mientras desabrocho mi cinturón.

— Gracias, Nate.

— No hay de qué, hermanita. Me despides de mamá, tengo algunas cosas que hacer —se disculpa.

— No te preocupes. Adiós —me despido y cierro la puerta.

Lo veo perderse en la recta calle mientras busco el juego de llaves en mi mochila y abro la puerta. La casa está en silencio informándome que mi madre no está. Dejo el bolso sobre el mueble caminando a la cocina, son las tres treinta de la tarde, hay una nota pegada en el refrigerador.

Fui a trabajar en el hospital. Vengo para cenar. Te amo.

Miro la nota y sonrío. Me da gusto que mamá haya retomado el trabajo. Es enfermera.

Abro el refrigerador en busca de algo dulce, me encuentro con unos bombones de chocolate dentro de una caja y como uno. Cierro la nevera saboreándolo.

Subo al cuarto para cambiarme.

Mientras me quito la ropa siento la tarjeta con el número de Mikhail. La tomo entre mis manos y mi curiosidad se activa. ¿Debería o no llamarlo?

Mi curiosidad —como siempre— gana. Tomo el teléfono pero en vez de llamarlo me decido por algo más discreto. Le escribo.

Hola soy Natalie, éste es mi número.
03:29 pm.

Estrella Fugaz © [Completa ✔] Where stories live. Discover now