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Final

Para Harry Styles todo sucede en cámara lenta, demasiado.

Desde la manera en la que el chiquillo quita a Manuel del camino y se detiene en frente, a una distancia prudente que los separa por algunos tres o cuatro pasos, hasta la forma en la que las lágrimas bajan como cascadas por las rojísimas mejillas del adolescente, las cuales solo se complementan con el color abusivo que su cara posee y que le hace pensar al millonario que ha estado llorando todo el viaje desde su casa hasta la empresa.

El cuerpo de Louis tiembla por el millar de sollozos e hipidos que no puede dejar de soltar, y aunque se nota que está haciendo un gran esfuerzo por controlarlos, se encuentra fallado miserablemente.

A Harry le duele todo de repente, comenzando por las entrañas hasta lo más profundo del pecho, del corazón, del alma y el espíritu. Se le forma este nudo inmenso en la garganta, uno que no le deja respirar por más que lo intente y tiene que tomar estas largas inhalaciones que solo consiguen sofocarlo un poco más de lo que de por sí ya está. Sacude las pestañas cuando siente que las lágrimas se le acumulan en las esquinas de los ojos en reacción a la imagen de su príncipe que tiene en frente y mira hacia un lado en el salón de reuniones.

Se le alzan las cejas por un segundo cuando ve a todos los espectadores presentes, algunos con una mueca de impresión, otros de confusión, y unos, como Manuel, de terror. El millonario se aclara la garganta con el único propósito de que su voz salga natural, aburrida como siempre.

—Como comprenderán la reunión queda para otro día, lamento los inconvenientes, pero les pido de favor que todos los presentes a excepción de Louis se marchen. Gracias por la participación— Informa.

La diplomacia y profesionalismo no abandonan su vocabulario ni un instante y Harry le agradece al cielo el no titubear ni una sola vez, porque no soportaría mostrarse a sí mismo débil delante de personas que no merecen verlo en ningún estado.

Su mirada se mantiene fija en Louis, en la dulce flor que poco a poco se va marchitando delante de sus ojos conforme los segundos pasan. Sus dedos están arrugando el papel del periódico mientras continúa temblando y al millonario le duele un poco más a cada instante ver la fotografía que parece ser el nuevo mal de toda su vida.

De soslayo observa como las personas empiezan a movilizarse fuera del salón, parecen una especie de hormigas aterrorizadas de ser aplastadas e incluso se acumulan en la puerta al momento de querer salir todos al mismo tiempo. El magnate respira pensando en que está rodeado de bufones y espera con la poca paciencia que de verdad le queda a que todos terminen de cruzar y así dejarlos a solas.

Cuando lo hacen, se pone de pie y abre la boca para decir sus primeras palabras hacia él chiquillo que ahora ha dado dos pasos dolorosamente lejos de él, pero su mirada se enfoca en el empleado que se ha quedado sentado en una esquina de la mesa.

Se vuelve a aclarar la garganta y se pasa una mano por el pecho.

El hombre lo mira con el temor reluciendo en sus orbes oscuros, de alguna manera, y una muy extraña, porque el aire acondicionado está en su más bajo nivel ocasionando un frío de muerte, ha empezado a sudar y parece que en cualquier instante se va a desmayar por la impresionante tensión que hay en el aire y que es un poco inevitable ignorarla a estas alturas.

—Disculpe, Grant— Harry llama su atención. El sujeto amplía los párpados en su dirección.

—¿Si, señor Styles?

—¿No le pedí a todos que se retiraran?

—Si, lo hizo. Pero dijo que todos debían salir a excepción de Louis y, b-bueno... Mi nombre es Louis.