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Treinta y tres

Es viernes ya.

El tiempo ha pasado volando tan rápido y Harry está terminando de colocarse la chaqueta del traje. Se ha dejado unos cuantos botones de la camisa abierta tan solo porque le gusta como luce delante del espejo y con toda la paciencia y tranquilidad que puede poseer, se adorna los dedos con sus tantos anillos.

Extiende la mano hacia el frente cuando se los ha colocado tan solo para echarse un vistazo y queda satisfecho con la manera en la que luce. Se mira la muñeca para ver la hora en el reloj que allí se encuentra y ve que la fiesta ya ha empezado pero que aún así no está tarde.

Él no considera que a este tipo de eventos hay que ser impecablemente puntual, por lo que él realmente no se anda matando por llegar al enorme salón en donde todos los años se celebran las fiestas navideñas del Banco de Inglaterra. Hace unos minutos le ha enviado un mensaje a Louis preguntando si estaba listo y el chiquillo le había contestado que acababa de terminarse de bañar, por lo que supone que ahora debe de encontrarse vestido y preparado para marcharse.

Harry espera que si, por lo que se echa un ultimo vistazo en el espejo de cuerpo completo y sale de la habitación para hacer el recorrido hacia la entrada de su casa y dejarla para meterse al coche. Miguel como siempre ha tenido la puerta abierta para él y Harry se desliza por el asiento como ha hecho desde que tiene memoria.

Cruza las piernas con un poco de cuidado de no arrugar el traje y el coche arranca en dirección hacia el edificio de Louis. El camino ocurre en silencio por parte de Harry y muchos ruidos gracias al móvil que no deja de sonar porque ni siquiera un viernes como este lo dejan en paz.

Harry tan solo respira mientras sus dedos se mueven sobre la pantalla y solo levanta la mirada cuando siente que el auto se detiene y resulta que ya han llegado a buscar a Louis. Deja que Miguel vaya a buscarlo con el paraguas y no pasan ni unos veinte segundos cuando el chiquillo se está deslizando por el asiento.

Harry bloquea el teléfono, se lo guarda en el bolsillo y dirige sus ojos hacia Louis, y tiene que parpadear unas tres o cuatro veces cuando no cree que tanta belleza puede estar atrapada en un solo muchacho que ni la mayoría de edad tiene.

Y es que Louis está realmente bonito, el traje le queda como anillo al dedo y se ha peinado el cabello de la manera más elegante y aún así delicada que puede existir, tiene una bufanda café alrededor del cuello que le resalta todo el rostro y unos zapatos negros que Harry no recuerda haberle comprado jamás, por lo que supone que los habrá tenido guardados en algún lugar de su armario con la esperanza de usarlos en alguna ocasión.

Esta es.

Harry inhala un poco cuando el ruido de la puerta al cerrarse llama su atención y se da cuenta de que se ha perdido un poco en Louis y que el chiquillo se ha enterado de eso porque tiene esta pequeña sonrisa que casi se oculta detrás de aquella bonita bufanda.

Louis empieza a desenredarla.

—¿Te gusta como me veo?— Le pregunta en un murmullo.

Los ojos de Harry bailan con cada vuelta que le da a la tela marrón.

Asiente y aprieta los labios.

Louis sonríe un poco más.

—¿Mucho?

El millonario en serio quiere contestar con palabras reales, concretas, pero resulta que no encuentra su propia voz, no desde el instante en que Louis, como si fuera costumbre ya, se encarama sobre su regazo y hace esto de envolver la bufanda alrededor de ellos. Harry respira profundamente, perdido en sus ojos, tiene incluso que apoyar la parte trasera de la cabeza en el espaldar del asiento porque se la percibe demasiado pesada.