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Cincuenta

Harry pone los ojos en blanco con tanta fuerza que por un segundo teme que no sea capaz de devolverlos a su lugar, aún cuando sabe que eso es casi imposible. Hace esto de chasquear la lengua sin mucha gracia, casi con aburrimiento porque no cree tener el mejor de los humores en esos momentos, y camina hacia el escritorio, coloca su maletín sobre la madera sin mucho escándalo y se relame los labios mirando fijamente a Mark manteniendo su expresión en blanco.

—Yo, por supuesto— Responde, y hace un movimiento de cabeza hacia un lado, algunos rizos se le mueven con gracia. —Sal de mi silla, Carney.

Mark se muerde ligeramente la boca y casi con una lentitud mal intencionada se coloca de pie, adoptando la misma posición que Harry tiene, sólo que segundos después apoya los brazos sobre el espacio disponible en la mesa y se inclina ligeramente hacia él.

Sus rostros están algo cerca cuando Carney abre la boca.

—Eres todo un aburrido, Styles. El enano gruñón de Blanca Nieves no te roza ni las suelas de los zapatos, hombre.

—Ja, ja. Qué ingenioso.

Mark suelta una risa al escucharlo decir aquello, porque realmente es graciosa la manera en la que el millonario hace el sonido de la risa cuando se expresión sigue tan vacía como siempre. El presidente del Banco se mete las manos en los bolsillos y con cierta elegancia rodea el escritorio hasta quedar delante de Harry.

El hombre se mantiene sonriente cuando llega a la posición. Harry calcula que le ha dejado sólo una mano de distancia y que si cualquiera de los dos se mueve estará, oficialmente, cruzando la línea del espacio personal, cosa que el millonario realmente no quiere justamente esta mañana que no cree ser capaz de tener la paciencia para aguantar ridiculeces

Respira, no tiene intenciones de descargar nada con él. No lo merece.

Harry se da cuenta de cómo los ojos de Mark se pasean por todo su rostro, deteniéndose en algún punto de su boca, el mentón o quizás la esquina de alguna parte de su piel que al millonario de verdad no le interesa.

—Dime una cosa— Menciona Carney en un murmullo, están tan cerca que no es necesario hablar en voz alta. Ellos lo saben. —¿No te asustaste ni un poco al escucharme decir aquella broma? Estaba bastante seguro de que tendrías alguna expresión. Que, no lo sé, salieras corriendo a buscar a Horan o algo por el estilo.

Y se le forma este pequeño puchero en los labios que Harry no puede creer y encuentra hasta un poco ridículo, pero que aún así no le sorprende porque sabe que Mark es, de verdad, un payaso.

—No, Carney. No me asusté ni un poco.

—¿Y por qué no?

—Porque la última vez que chequeé el nombre de esta empresa seguía teniendo mi apellido. ¿Y sabes cuándo fue eso?

Mark se muerde los labios al sonreír, Harry se cruza los brazos en el pecho con expresión apacible y menos seria que hace un rato. Le divierte ligeramente la manera en la que su amigo intenta no partirse de la risa como siempre quiere hacer.

—No lo sé, ¿cuándo?

—Hace dos segundos. Ahora dime, ¿qué haces aquí sí no tengo ninguna reunión programada contigo que recuerde?

Y Carney por fin se aleja de él, se balancea ligeramente hasta conseguir tomar asiento en el lugar de cuero y cruza las piernas con ética. Harry baja la mirada hacia él y espera a que se le dé la gana de ponerse cómodo y hablar; Mark se encoge de hombros.

—Vine porque estoy un poco consternado, ¿sabes?

Harry se sienta sobre el escritorio, teniendo cuidado con los papeles que se encuentran, ahora, detrás de él. Alza una ceja en dirección a Mark.