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Treinta y uno

Louis tiene la música muy alta y aunque lleva audífonos puestos Harry es capaz de escuchar la melodía y letra de lo que sea que esté oyendo. Harry ha alzado los ojos demasiados verdes tan solo para mirarlo un momento y casi quiere sonreír tan solo un poco cuando lo ve mover la cabeza y hacer la mímica con los labios como si estuviera cantando de verdad.

El lápiz de carbón se mueve con rapidez encima de la hoja de su cuaderno y Harry se pregunta cuánta tarea le han dejado porque hace media hora que están allí.

Desde que terminaron con el baño, Harry mandó a una de las empleadas de la cocina a prepararle una merienda a su pequeño príncipe para que pudiera tomar las medicinas, pero resulta que Louis estuvo supuestamente demasiado cansado como para poder si quiera extender la mano hacia la bandeja, por lo que Harry tuvo que dársela en la boca, brindándole cada tanto, sorbos de jugo y unos cuantos besos porque al final Louis es increíblemente caprichoso.

Tomó sus medicinas, por supuesto y su pecho se mejoró lo suficiente como para que Harry se sintiera aliviado de que esté mejor. Eventualmente Louis se dio cuenta de la hora y recordó que tenía tareas que hacer y alguna práctica antes de la época de examen, por lo que allí están, Harry detrás del computador revisando los papeles que se encuentran a su lado en una pila y Louis procrastinando de manera realmente disimulada.

Harry se da cuenta de eso, se le fruncen las cejas y decide llamarlo.

—Louis.

No recibe respuesta, el chiquillo sigue moviendo los labios a la par de lo que sea que esté escuchando.

Harry deja el bolígrafo sobre la madera del escritorio y lo mira.

—Louis— Vuelve a llamar.

Y nada.

Así que él sencillamente hace esto de extender la mano hasta alcanzar el cordón de los audífonos y tira de el, Louis jadea y se le arrugan muchísimo las cejas.

—¡Ey!— Se queja. —¡Estaba en la mejor parte de la canción!

—Baja la voz. Te estuve llamando.

Al chiquillo se le dibuja un puchero en los labios y se le caen los hombros.

—Tenía la música muy alta, papi. No te escuché.

Harry asiente, se endereza en el asiento y se apoya un poco del cuero. Respira.

—Me di cuenta. ¿Qué estás haciendo?

—Ejercicios de matemáticas.

—¿Por cuál vas?

Louis parpadea en su dirección y de repente se le coloran un poco las mejillas, como si se sintiera demasiado avergonzado como para dar aquella respuesta y Harry se siente un poco confundido porque no entiende su reacción.

Louis juega un poco con el lápiz y baja la mirada para subirla casi de inmediato.

—En el segundo ejercicio.

—¿Cuántos tienes que hacer?

—Cinco...

Harry alza una de las cejas.

—¿Cinco? Llevamos cuarenta y cinco minutos aquí y de cinco ejercicios ¿sólo llevas dos?

El millonario observa como el adolescente se encoge en el asiento y se pasa las manos por el rostro tan solo para chasquear la lengua.

—¡Lo lamento, papi! ¡Es que esto es muy aburrido, la trigonometría lo es!

Harry lo comprende, esos eran sus mismos pensamientos cuando estaba en su época de estudio, pero el aburrimiento no le impidió ser quien es ahora, y él definitivamente no va a permitir que detenga a Louis de lo que quiere ser.