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Veintidós

Louis chilla cuando el juguete sale con brusquedad de su dilatado agujero. Harry lo lanza al piso sin cuidado alguno y se coloca justo detrás de su cuerpo, apoya una de sus rodillas en algún espacio libre del asiento y sube una de sus manos hacia el cuello del adolescente, lo agarra con fuerza, tirando de él hacia atrás y provocando que su espalda se arquee.

La cabeza de Louis queda sobre el hombro de Harry, quien le respira severamente en la mejilla y le ha separado una de las nalgas para colar la mano libre.

—Papi— Gimotea Louis meloso, en un hilo de voz agudo que no tiene sentido.

—Estás en tantos problemas ahora mismo— Le dice en voz baja. Louis tiembla. —Te voy a joder tantísimo por desobedecerme que no sé cómo le vas a explicar a tu madre lo arruinado que vas a estar.

Harry aprecia como a Louis se le vuelcan los ojos y parece quedarse sin aliento, quizás por sus palabras o por la mano en su cuello, y él quizás afloja un poco sus dedos en caso de que sea eso último. Respira con lentitud, deja de Louis envuelva su muñeca y cuando menos se lo espera le hunde los cuatro dedos de la otra mano en el trasero.

Louis gimotea en voz alta por milésima vez y Harry se curva los dígitos, recogiendo toda la humedad que ha dejado aquel lubricante, los saca, se da cuenta de que ha funcionado porque los tiene empapados y se los pone en frente de la boca. Ni siquiera le dice qué hacer cuando se encarga de meterlos hasta su garganta, la lengua del chiquillo lo recibe como puede y Harry quiere reírse del hecho de que aun cuando está en problemas, Louis siga siendo juguetón y le recorta los dedos con el músculo de la boca.

Harry gruñe sin poder evitarlo, le aprieta el cuello y de un solo empujón le hunde la polla hasta el fondo. Louis se atraganta con aquellos dedos y Harry se los mueve follando su boca para que no pueda emitir cualquier sonido en general. Empieza a moverse también, quizás con demasiada fuerza, agresivo en su totalidad cuando se siente furioso.

Porque es que todavía no puede creer que aun cuando le haya dado más de dos órdenes directas, él haya decidido hacer lo que se le diera la gana.

—Eres un desobediente— Le murmura al oído.

La voz le sale cortada por cada golpe que da en su interior, echa la rodilla más para arriba porque siente que se va a caer y logra cambiar tan solo un poco el ángulo en que lo toma. Louis le entierra las uñas en la muñeca y Harry le suelta el cuello tan solo un poco sin dejar de usarlo.

Louis gimotea.

—Que sea, la última vez que hagas esto, ¿entendido?

Louis no contesta, está muy ocupado succionando sus dedos cuando la saliva le ha empezado a correr por las comisuras. Harry se detiene.

—Que, si entendiste, Louis.

Y él por fin asiente casi desesperado y Harry se siente lo bastante satisfecho con eso como para volver a retomar sus movimientos, la cosa está en que no se mueve de la misma manera, no. Él ha encontrado un grado de velocidad y dureza impresionante y ahora el cuerpo de Louis rebota con cada golpe que recibe en su interior.

Aquellos dedos no son capaces de callarlo, pero si se llega a atragantar unas cuantas veces lo que provoca que se calle en lo que se recupera. Harry, en cambio, se ha dedicado a soltar gruñidos pesados cada vez que siente como aquel húmedo y estrecho agujero se aprieta a su alrededor, le succiona la carne dura y caliente, hasta el punto de sentirse asfixiado.

Y le gusta, demasiado.

Disfruta en demasía del dulce cuerpo de su pequeño príncipe y se da el gusto de tocarlo con la mano libre, le sostiene la piel de las nalgas, se las aprieta, quizás le da un azote que provoca un respingo en Louis y es muy posible que le eche los dedos al frente y agarre su polla entre ellos.