Cuarenta y siete

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El fin de semana ha acabado, y como cualquier otra que comienza, el lunes es un martirio para todo aquel que va a trabajar o tiene escuela.

Harry no es la excepción, en realidad cree que la lleva peor que todo el mundo y que ningún empleo que se comparará jamás con lo que tiene que hacer, y es que el resulta tener tanto trabajo que las horas suceden con una miserable lentitud que lo agota y aburre.

Está harto, sencillamente al borde de la insanidad por todo el tiempo que ha estado mirando la pantalla del computador, revisando reportes y chequeando informes, está cansado de los números y no ha ido al baño desde que regresó de la hora de su almuerzo.

A las cinco y treinta de la tarde el millonario cree que es un buen momento para ir a descargar su vejiga y cuando se pone de pie hace una mueca con el rostro decidiendo que ya no seguirá trabajando y que lo mejor es irse a casa ahora. Busca sus llaves en el cajón del escritorio, su billetera y el móvil, agarra su maletín y sale de la oficina pasándose una mano por el cabello.

Se detiene frente al lugar de Manuel, quien suelta todo lo que tiene en las manos tan sólo para prestarle su total atención a su jefe. Harry está realmente tentado a poner los ojos en blanco, pero resulta que hoy no ha tratado tan bien al muchacho y no le apetece seguir volcando los orbes de esa manera.

Ya han sido demasiadas veces por hoy y es suficiente.

—Ya me voy, Manuel. Tú puedes marcharte de igual forma acabes lo que estás haciendo, o como prefieras. Necesito para mañana el reporte de McQuinley, así que si puedes llamarlo sería un éxito.

Manuel mueve la cabeza en un asentimiento impresionante. Harry piensa que si vuelve a hacer algo cómo eso se romperá el cuello.

—Si, señor. De inmediato.

—Bien— Le da dos golpecitos a la madera con el dedo índice y el mayor, pensando en qué más debe mandarle a hacer. No encuentra ninguna tarea en algún rincón de su mente.—Creo que eso es todo. Que tengas buenas noches, Manuel.

Harry le da un pequeño vistazo y nota como desde su asiento el secretario se encoge de manera realmente tímida. Se me enrojecen las mejillas y le brillan tanto los ojos que parecen hasta faroles en medio de una noche. Manuel sonríe.

—Buenas noches para usted también, señor Styles.

El millonario inclina la cabeza en una última despedida y camina por el pasillo hasta llegar al elevador. Las puertas se abren revelando el interior vacío y él entra sin problema alguno, presiona el botón de su destino y en el descenso va chequeando los mensajes recientes que recibe en el correo.

Llega al primer piso en un santiamén, y en otro ya se encuentre metido en el coche, con las piernas cruzadas y los ojos en la pantalla. Miguel va conduciendo con una pequeña música de fondo en un volumen muy bajo que al millonario no le molesta ni un poco, y es una suerte que el tránsito no esté congestionado.

Regresa a casa en unos veinte minutos, el chofer se baja del coche y le abre la puerta, Harry se desliza por el asiento y sale. Entra a su casa cómo en cualquier otro lunes muy normal y sube a su habitación, ninguna de las empleadas encargadas de su alimentación le ha preguntado por la cena porque aún es demasiado tarde, así que Harry no se siente perturbado cuando cierra la puerta.

Toma su teléfono, camina hasta la mesilla de noche para dejarlo sobre la madera y se dedica a quitarse el reloj de la muñeca, a sacar las llaves y la cartera para dejarlas en el gavetero. Se lleva los dedos largos hacia el inicio de la camisa y se toma la molestia de ir al espejo y mirarse lentamente mientras va quitándose botón por botón hasta que la prenda queda abierta.

Baby Blue ✦ daddykink! [ls] | ✓Where stories live. Discover now