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Ocho

Harry tiene un día agotador, de verdad que sí.

Ha estado despierto ‪desde las cinco de la mañana‬ resolviendo asuntos de la oficina y al momento de llegar a su trabajo ha estado excesivamente cargado, más que cualquier otro día, y es tan tal que su cabeza late tantísimo al momento en que cruza la puerta de su casa que cree que en cualquier segundo va a explotar. Se siente de mal humor, demasiado, le ha gritado al pobre Miguel por haber tomado una calle distinta a la que tomaban esa semana tan solo para evitar el tráfico pesado que había por ahí. Porque si, ellos siempre están cambiando la ruta en caso de que alguien decida querer asesinar a Harry camino a casa.‬ ‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬

Él también le ha gritado a Zayn sin ninguna razón aparente y un poco a Niall, quien simplemente ha ido a hacerle firmar unos papeles de autorización, Harry no tuvo cabeza para leer ninguno de esos documentos y se los lanzó a la cara a su abogado, quien simplemente se encogió de hombros sabiendo que su jefe estaba teniendo un mal día y se marchó de la oficina.

Niall es un buen amigo además de ser su mejor abogado y tiene esta personalidad realmente difícil de enfadar. A Harry le encanta, porque es increíblemente paciente en cuanto a cualquier situación y eso lo hace realmente profesional en lo que se dedica.

Harry azota la puerta de su habitación en cuanto la cruza, el silencio gobierna en ‪las cuatro‬ paredes y le laten tantísimo las sienes que se dice a sí mismo, mientras respira profundamente, que necesita una ducha e ir a la cama por el resto del día. Así que, con esa idea en la mente se desviste, quitándose la corbata y el traje casi de inmediato y dejándolo todo en el suelo sin ninguna otra intención más que la de que alguno de sus empleados vaya y recoja la ropa para meterla a lavar.‬‬‬‬‬‬‬‬‬

Se entra en la ducha, abre el grifo y el agua caliente cae sobre su cabeza, no le importa mucho el lavarse el cabello así que simplemente se lo moja sin ningún otro fin en particular. Se baña, pensando en que cuando salga de allí su deliciosa y fría cama le espera porque ha encendido el aire acondicionado, y cuando termina se restriega la toalla en el pelo para secarse lo suficiente.

Se cuelga la tela alrededor de la cintura, se mira en el espejo de encima del lavamanos y piensa que debería afeitarse, aunque en realidad no le esté saliendo una barba o algo por el estilo y decide que no hará nada con su cara porque está demasiado cansado para eso. Sale del baño apagando la luz, se quita la toalla de alrededor y se pone solamente ropa interior, no se molesta en vestirse con nada más y arrastrando los pies se dirige directamente hacia su cama.

Cae en un solo rebote, su mejilla y parte de la nariz se le hunden en la almohada, que sinceramente parece una nube debajo de su cabeza, y Harry respira profundamente cerrando los ojos, queriendo tantísimo dormir para siempre.

Para su desgracia, su teléfono vibra encima de la condenada mesita en donde lo ha dejado, junto a su billetera y las llaves, y maldice entre dientes tantas veces que no sabe de dónde ha sacado un vocabulario tan extendido. Mira el móvil, ve que solo son condenados mensajes del trabajo y los manda al diablo a todos, está a punto de apagar el celular, pero entonces se acuerda de Louis.

Si aquel precioso niño de ojos azules le llama porque lo necesita y él no está disponible para contestarlo, Harry se molestaría mucho consigo mismo, así que busca su contacto y decide mandarle un mensaje en donde le dice que apagará el dispositivo y que cualquier cosa se lo diga a Liam de inmediato.

Louis no contesta de inmediato y a Harry no le importa porque ya lo ha enviado, en algún instante lo verá y sabrá qué hacer en caso de que algo suceda.

Harry respira profundamente regresando su cabeza a la almohada y piensa honestamente que es la mejor compra que pudo haber hecho alguna vez, aunque no tiene ni la menor idea de dónde adquirió esa almohada; se queda dormido antes de poder, si quiera, recordar el día en que la consiguió.