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CARSON

"La vida es injusta, le da algunos el suficiente
amor y tiempo para que cuando llegue la
muerte no exista arrepentimiento y a otros
no les alcanza la muerte para borrar lo
que el tiempo causó en nombre del amor."



La muerte era el veneno que decidíamos tomar para morir lentamente cuando la persona amada nos abandonaba. El agujero que dejaba su ausencia se volvía cada vez más grande a medida que lo alimentabas con su recuerdo: el vacío nunca desaparecía. Savannah tenía ese efecto sobre la gente: hacía que olvidarla fuera imposible. Era capaz de sacar lo peor de mí, pero también lo mejor; era un ángel con las alas rotas que nunca se dio por vencida a pesar de las adversidades. Y yo nunca fui capaz de comprenderla hasta que fue demasiado tarde y no supe que hacer llegado el momento. Fui incapaz de detener la catástrofe que había desatado con mis decisiones. Fui el único que acabó con su felicidad, las sonrisas risueñas e infinitas que me habían hecho enamorarme de ella, la alegría contagiosa y su modo de ver algo bueno incluso en los peores momentos.

Pero a veces los demonios vivían en nuestra cabeza y estos se apoderaban de nosotros..., y dos personas con tantos monstruos en nuestros pasillos mentales solo podían abocar al caos.

Ahora ella estaba muerta y yo estaba muy cerca de estar muerto en vida; ni siquiera Harper podría curar la herida que Savannah había dejado.

No fue mi primer amor, pero sí fue mi gran amor, por el cual estuve dispuesto a darlo todo. Tenía la capacidad de romperme y reconstruirme al mismo tiempo, prendía fuego a todo lo que creía correcto y me hacía arriesgarme como nadie lo había logrado. Solo en sus brazos había vuelto a sentirme seguro después de perder la esperanza en los seres humanos. Conocerla había sido un privilegio y aun sabiendo que iba a romperme el corazón no me importó: estaba dispuesto a correr hacia el dolor.

Lo supe desde el mismo segundo que la miré a aquellos ojos oscuros que ocultaban una tristeza cautivadora.

Harper me miró en una mezcla entre curiosidad y miedo; yo tampoco podía dejar de admirar lo mucho que se parecía a Savannah, clavando aún más hondo el puñal en mi pecho. Porque mientras siguiera formando parte de mi vida la culpabilidad seguiría matándome hasta consumirme por completo.

Sin embargo, tampoco podía vivir sin ella, sin su presencia, sus parloteos absurdos y su modo de sacarme de quicio. Tampoco sin sus perspicaces ojos grises que ahora me miraban con tristeza.

Haberme enamorado de Harper siempre sería mi mayor error, pero era un error que estaría dispuesto a cometer todas las veces que fueran necesarias con tal de volver a estar a su lado en esta vida y en las que nos quedaran juntos.

Volvería a hacerlo todo mal de nuevo si el final era poder estar junto a ella.

Harper bajó la mirada y tensó los labios, indecisa.

—¿Qué fue lo que pasó, Carson? —preguntó con suavidad.

Estaba preparado para ese momento, lo estuve desde el instante en el que me dijo «se acabó». Pero ahora que me veía en la obligación de decirlo en voz alta las palabras se me atragantaban y los recuerdos que me había obligado a ocultar volvían con más furia que nunca.

Cuando guardabas con tanto mimo un gran secreto era difícil dejarlo salir por temor a volver a quedarte vacío; a que la última pieza que me unía a Savannah se fuera para siempre.

Pero era hora de dejarlo ir tan lejos como me fuera posible.

—No sé qué idea te habrás hecho sobre Savannah con lo que habrás visto sobre ella, pero te aseguro que era una persona admirable. No era esa chica que viste en el vídeo y lo que posiblemente hayas averiguado —dije con la mirada pérdida en los páramos que nos rodeaban. Apreté las rodillas contra el pecho en un patético intento de mantener el poco calor corporal que me quedaba—. Me di cuenta demasiado tarde que su padre abusaba de ella desde que era una niña: ella me lo contó una vez.

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