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HARPER

"¿Qué es el infierno?"
"Arder de amor por alguien
que pertenece a otro cielo."



—¿A qué universidad irás tú, Har? —me preguntó Addy distraídamente.

—Me han aceptado en Rochester. O sea, me han concedido una beca casi completa..., pero tiene una gran escuela de música. —Me encogí de hombros y suspiré—. Papá no tiene dinero para pagarlo y no quiero pedírselo a Ethel, así que buscaré trabajo durante el verano: necesitaré ahorros para pagar algunos gastos.

—Eso sí que es tener un plan. —Me miró de reojo mientras se ponía los pendientes frente al espejo—. Te aseguro que no iría a esa estúpida fiesta de no ser porque Jackson irá y habrá gente que necesito conocer: algunos rectores de universidades importantes. Y suerte que irás tú... —comentó.

Jugué con el tul de mi falda y sonreí de forma sugerente.

—No creo que te aburras —canturreé con tono travieso.

—Tienes razón —admitió con una risita, y las dos rompimos en carcajadas.

Addy se levantó del banco del tocador para mirarse en el espejo de cuerpo entero y se sonrió. Estaba espectacular con un vestido largo de gasa negro con apliques dividido con cuentas. El escote me recordó a las alas de un cisne sin tirantes. Llevaba el cabello castaño liso, retirado detrás de las orejas para mostrar sus largos pendientes de plata.

Yo había optado por ondas en el cabello y un maquillaje sencillo de colores plateados que combinaban con mi vestido y la gargantilla que Addison me había prestado. Sí, llevaba un vestido de Dior de cinco mil ochocientas libras que ni siquiera sabía cómo iba a comenzar a pagar.

«¿En qué lío te has metido, Harper...?»

Por suerte, Addy no pareció haberse dado cuenta, a pesar de ser una empedernida fanática de la moda.

—Oye, deberíamos sacarnos algunas fotos: estamos demasiado fabulosas como para no inmortalizarlo —comentó con una sonrisa jovial.

—¿Es necesario? —rezongué con expresión cansada.

—Por supuesto —exclamó con una mirada escandalizada.

Solté un suspiro y me puse de pie antes de que Addy me tomara la mano y cogiera su móvil. Primero nos sacamos fotos frente al espejo, probando con variadas expresiones y posturas, algunas más sugerentes y otras más divertidas. Después, pasamos a los selfies, que fueron la parte más entretenida.

Estuvimos sacándonos fotos hasta que Xavier vino a buscarnos para llevarnos a la fiesta. Los señores Scott también iban muy elegantes y Beatrice insistió en tomarnos algunas fotos para el álbum familiar del que su hija tanto se avergonzaba.

—Estáis guapísimas, chicas —nos alabó Xavier.

—Yo siempre soy divina, papá —soltó Addie echándose el cabello hacia atrás de forma exagerada antes de soltar una risita.

Los cuatros salimos del edificio, nos montamos en el coche de Xavier y nos pusimos en marcha. El camino fue corto y entretenido con la música de la radio de fondo. De vez en cuando desviaba la mirada por la ventanilla para observar la hilera de elegantes casas y embajadas que se cernían sobre nosotros al entrar en Kensington Palace Gardens.

—Mira, andan juntos otra vez —reflexionó Addie en voz alta.

Mi expresión de confusión debió advertirla de que la había escuchado, porque entonces me mostró la pantalla de su móvil. Estaba en Instagram, en el perfil de Olivia, donde tenía una foto con un vestido rojo muy elegante y sofisticado, acorde a su labial y combinando con su cabello; a su lado vestido con un traje negro estaba Carson.

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