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HARPER

"Como si no fuera suficiente
su desgracia, se enamoró."

OSCAR WILDE



Cerré la puerta del taxi mientras buscaba con la mirada el lugar donde me había citado Daniel hacía un par de horas atrás; había cumplido su palabra de ponerse en contacto. Pensé en rechazarlo desde el primer momento, pero con Carson en Nueva York no había nada que me impidiera descubrir más sobre su vida. Además, la curiosidad que sentía no me dejaba tranquila: necesitaba las respuestas que él se negaba a darme.

Desde el momento en el que Daniel me había dicho que necesitaba hablar conmigo sobre Savannah me había estado preguntando: ¿qué tenía que ver Daniel con ella? y ¿qué era lo que quería contarme con tanta desesperación?

Estaba en Marylebone, donde me detuve frente a una tienda de antigüedades y le pregunté a una de las empleadas por la dirección que me había mandado Daniel; todavía no había tenido oportunidad de moverme más por la ciudad, pero me había citado en un café llamado Little Portland.

Me sorprendí al encontrar una cafetería modesta de un estilo clásico. Empujé la puerta de vidrio, haciendo sonar una campanilla que alertó de mi entrada.

Daniel estaba sentado en una de las esquinas apartadas del resto de clientes. Mantenía la pose relajada y tranquila con la que lo había conocido y el cabello de forma despeinada, pero le sentaba bien. Tenía la mirada perdida en ningún punto, como si pensara...

Por alguna razón me descubrí admirando lo bien que le sentaba la ancha sudadera gris con la que delataba que era estudiante de Stanford; eso me advirtió de que debía ser un chico inteligente, al menos, con dinero.

«¿Qué demonios estás pensando, Harper?», me reprendí ante tales pensamientos.

Inmediatamente, fui a su encuentro, coloqué mi abrigo en el respaldo de la silla y me senté, adoptando mi mejor expresión de póker.

—Aquí estoy. —Fui al grano, esperando que Daniel también lo fuera. En cambio, él esbozó una sonrisa torcida, divertido ante mi prisa, tal vez.

Daniel me miró por encima de las pestañas con una sonrisa fruncida.

—Te he pedido café. No sabía cómo te gustaba así que...

—Dime lo que tengas que decir y acabemos con esto de una buena vez —lo corté bruscamente, mirándolo con seriedad.

—Está bien, pero... comamos algo primero: estoy muerto de hambre —repuso él con tranquilidad, mirándome con expresión de niño bueno que no había roto un plato en su vida.

¡Por Dios! No sabía si reír o golpearlo por la forma en la que me hacía sentir su presencia. En realidad, porque me sentía demasiado cómoda estando con un desconocido que parecía estar dispuesto a destruir al chico que me gustaba. Pero... ¿no era eso lo que quería yo en un principio? ¿Descubrir todos sus secretos y mentiras?

En ese momento tenía frente a mí a la primera pieza para comenzar mi propio juego, pero lo peor era que no estaba segura de querer descubrir todos los demonios que ocultaba Carson. No quería hacerle daño, mucho menos alejarlo sabiendo que comenzaba a confiar en mí.

Ya me sentía culpable por estar sentada en aquella silla, no quería imaginar cómo me sentiría si tuviera que explicárselo a Carson.

Tragué saliva y apreté los puños de la sudadera entre los dedos, indecisa.

—Daniel...

—Solo vamos a tomarnos algo, Harper.

—Está bien —acepté con una mueca de derrota. Pero a él pareció hacerlo feliz como un niño exultante.

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