27

2.8K 231 175
                                    

HARPER

"El peligro de jugar con fuego,
es que te puedes enamorar
a mitad del incendio."



—¿Todos son tuyos? —me preguntó Carson, desconcentrándome.

Llevaba dando vueltas por mi habitación desde hacía casi veinte minutos, mirando y tocando como si todo le causara curiosidad. Había cierta ironía en la situación, porque a pesar de parecer que no le importaba mucho mi opinión, parecía que las cosas que tenían que ver conmigo le interesaban.

Llevábamos días sin poder vernos para nuestras tutorías y a pesar de que había echado en falta su compañía, su ausencia me permitió pensar en lo que había podido recaudar..., y eran tantas cosas que a veces tenía la tentación de apuntarlas, comenzando por la existencia de una hermana, una de la que nadie parecía haber oído hablar; totalmente fuera del círculo de la familia Diedrichs, lo que ya la convertía en un misterio en el que estaba deseando meter las narices.

Era consciente de que Carson no me iba a decir nada más, solo mencionarlo había sido un error, pero evidenciaba que incluso él: controlado y disciplinado, cometía errores. Aun así, no era el típico que tropezaba con la misma piedra dos veces. Después, también estaba Daniel, que podía tener cosas que me interesaba conocer; quizá no podía fiarme debido al odio que existía entre ambos, pero tenía la necesidad de saber lo que tenía que decirme, y al mismo tiempo no me animaba a dar el paso y llamarlo, tal como me había dicho.

Y después estaba el gran dilema: Savannah Fox.

Seguía sin tener nada sobre ella y nadie a quien preguntarle más que a Mackenzie. Aún no había tenido la oportunidad de volver a hablar con ella, mucho menos tenía la suficiente energía para enfrentarme a sus miradas y comentarios maliciosos... Era la única baza que había encontrado hasta el momento, además de Olivia, pero sabía que jamás lo traicionaría.

Le dediqué una breve mirada para encontrarlo frente a una de mis estanterías llenas de libros; en la mano derecha tenía uno que había hojeado anteriormente. Leí el título cuando me lo mostró y fruncí el ceño para después desviar la mirada al darme cuenta de que se trataba del El Principito.

Todavía intentaba rehuir las cosas que me hacían recordar a mamá, pero a veces era inevitable encontrarlas.

Fue el primer libro que me regaló, el que solía leerme por las noches cuando era niña; no quería otro que no fuera ese. Durante muchos años me había sentado sobre sus rodillas y me había leído las escenas que había terminado por aprenderme de memoria, pero que siempre me arrancaban una gran sonrisa soñadora.

—Entonces, ¿todos son tuyos? —repitió sacándome de mis pensamientos. Evité su mirada, volviendo a los apuntes de Francés que tenía entre las piernas.

—Sí —me limité a responder.

Volvió a quedarse en silencio, lo que me dio a entender que había encontrado otro libro que husmear.

—Sarah Baker —murmuró.

Me tensé. Por tercera vez consecutiva le eché un vistazo para encontrarlo con el hombro apoyado en la esquina de la estantería y un tobillo cruzado sobre el otro mientras pasaba una nueva hoja.

Mi respiración se entrecortó al darme cuenta de que había cogido el libro de mamá: El Mercader de Venecia, y eso me molestó sobremanera. No tenía ningún derecho a coger las cosas que no le pertenecían, mucho menos cuando tenían tanto significado para mí.

Me levanté de la cama como un resorte y fui hacía él. Antes siquiera de darle tiempo a apartarse le quité el libro y lo cerré con estrépito. El corazón me palpitó con furia cuando me miró con sorpresa ante mi arrebato, pero no pareció ofendido, sino intrigado.

TWISTED LIESWhere stories live. Discover now