33

1.4K 118 199
                                    

HARPER

"Tú eres mi amanecer,
mi único amanecer.
Me haces feliz cuando
los cielos están grises."



—Deja de mirarme así —le ordené a Daniel con falsa indiferencia, a lo que soltó una carcajada.

—Pareces una profesional —bromeó, echándome un vistazo rápido antes de volver la mirada hacia la carretera.

Estábamos cerca de nuestro destino y debíamos conseguir las cintas a como diera lugar. Posiblemente era la última pista que teníamos para desenmascarar al señor Diedrichs; por fin parecía estar viendo luz al final del túnel. Me sentía como en un capítulo de las series policíacas que le gustaban a papá acompañado de un bol de palomitas.

Sin venir a cuento, las cosas que habían sucedido con Daniel acudieron a mi mente.

En mi vida solo había conocido a tres chicos con los que realmente tuve algo: Owen y Carson, los dos igual de rotos y de autodestructivos... Después estaba Luke... Aunque con él nunca pude ver un futuro, solo estaba tan confundida por lo que Carson me hacía sentir que me había forzado a intentar sentir lo mismo por Luke, pero no fue suficiente para arrancarme a Carson de la cabeza. Y ahora Daniel...

¿Que sentía hacia Daniel? No era que no sintiera nada, ya me había quedado claro durante los días que habíamos estado trabajando codo con codo. Me atraía mucho más de lo que estaba dispuesta a admitir..., pero tampoco podía hablar de Amor...

¿Tal vez era mi cabeza enferma la que no me dejaba ver más allá de Carson?

—Estamos llegando —me informó, arrancándome de mis confusos pensamientos—. ¿Estás preparada? —preguntó con una sonrisa maliciosa que me dejó ver que estaba tan emocionado como yo.

—Nací preparada, Cavalli —respondí con una mirada arrogante.

Daniel nunca me veía como alguien frágil y eso me hacía sentir fuerte y poderosa.

—Eso está por verse, Baker —replicó para quitarle peso a que en realidad lo que estábamos a punto de hacer era una locura.

Aparcó a una distancia prudencial y bajamos, un poco temerosa por el cómo podrían salir las cosas si cometíamos el menor error. Sin embargo, Daniel parecía tan confiado que era imposible que no se me contagiara su confianza en que saldría bien.

Aunque sabía que corríamos un gran riesgo.

—¿Llevas el bolso? —inquirió.

—Aquí mismo —respondí, palmeando la superficie de cuero donde guardaba el disco duro que utilizaría para almacenar los vídeos.

El plan era sencillo, pero al mismo tiempo me parecía la cosa más complicada que haría en mi condenada vida. Como habíamos planificado, entraría primero fingiendo ser una turista despistada que se había perdido y entretendría al conserje el tiempo suficiente para que Daniel se colocara en la sala de seguridad y robase lo que necesitábamos.

El edificio, como todos los de la zona, era elegante y moderno, desentonando con los clásicos complejos que dominaban la City. El señor Diedrichs sabía cómo ocultar bien sus escarceos amorosos, porque de verdad esperaba que se tratara de una amante.

Me puse las gafas de sol y saqué el móvil, donde había buscado el museo Keats House como pretexto.

—Deséame suerte —susurré con una sonrisa nerviosa temblándome en los labios.

—No la necesitas, Baker —respondió, guiñándome el ojo.

Asentí con la cabeza, tomé una profunda respiración y agarré el asa de la puerta. Cuando entré al vestíbulo asomé la cabeza, sorprendida al ver que no había nadie en la recepción: el campo estaba despejado.

TWISTED LIESWhere stories live. Discover now