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HARPER

"Las estrellas no pueden brillar sin oscuridad."



Dash no había parado de hablar, pero no le estaba prestando atención. Sabía que se trataba de las novedades sobre lo que había ocurrido durante la fiesta de graduación, además de los cotilleos más morbosos: típico de él.

Me reí al escucharlo decir algo gracioso y fingí estar sorprendida cuando relató algunas cosas que a su parecer fueron impresionantes; no les prestaba atención a ninguno de los dos, siendo honesta. Carson ocupaba mis pensamientos. Quería ser sincera y contarles que teníamos algo. No éramos una pareja al uso, pero habíamos pasado las barreras de «los te quiero» y había aceptado ser mi novio oficialmente.

Después de estas semanas separados al fin se había abierto a mí. Aunque fuera solo un poquito me había hablado de su infancia y habíamos tenido un par de citas, ambas igual de románticas a su manera; por encima de mis expectativas me había dicho que sentía algo por mí.

No encontraba las palabras y tampoco el momento de dar la noticia. Lo único que sabía era que no quería llegar más lejos con Carson sin poder contárselo a Addy y Dash. Al fin y al cabo, eran mis mejores amigos y estaba cansada de mentir a las personas a las que quería, pero también estaba harta de esconder mis sentimientos por no decepcionarlos.

Sabía que Carson no era la mejor persona del mundo y que se había labrado una mala reputación a pulso, pero a la única que debía gustarle era a mí. Y si ellos no eran capaces de comprenderlo, pues tendrían que hacerlo.

Aun así, también sabía que después de las veces que Addison me había advertido que Carson no era trigo limpio iba a matarme cuando se enterara que estábamos juntos.

«¿Qué clase de amiga soy entonces?»

«Pero Carson está mejorando.»

«¡No es el caso! ¡Soy una traidora!»

«¡Lo siento, pero nadie puede mandar
en el corazón!»

«¡El corazón es traicionero, Harper!»

¡Agh! Al instante le di una patada mental a mi conciencia e intenté dejarla en blanco. Estaba hecha un lío, no sabía qué debía hacer y eso me ponía enferma. A veces me sentía tan abrumada que tenía náuseas y solo quería llorar; mi estado anímico era una porquería. Me sentía culpable, aunque no debía estarlo ya que era mi vida, mis sentimientos y Carson el chico del que estaba irrevocablemente enamorada.

Jugué un poco con la ensalada: no tenía apetito. Apenas había desayunado y había terminado vomitando a los cinco minutos; el estrés de los exámenes finales está haciendo mella en mi salud.

—¿Le pasa algo a la comida? —preguntó Addison, pero estaba tan distraída que tuvo que llamarme una segunda vez—. ¿Har?

Salí de mis pensamientos y alcé la cabeza. Dash me estaba mirando, esperando una respuesta por mi parte; su mirada reflejaba preocupación ante mi lamentable estado.

Negué y desvié la mirada cuando el estómago me dio un retortijón que me dejó casi sin aliento.

—No has comido nada —comentó Dash—. ¿Quieres que vaya a buscarte otra cosa? —ofreció.

Lo tomé de la mano y lo detuve.

—No tengo apetito, pero gracias —los tranquilicé con una pequeña sonrisa.

Con cierta duda, Addison asintió y se llevó un trozo de zanahoria a la boca mientras Dash volvía a su pasta con tomate.

—Si sigues encontrándote mal, me lo dices de inmediato, ¿de acuerdo? —me advirtió Addie dirigiéndome una mirada cargada de seriedad, a lo que asentí.

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