28

1.3K 137 535
                                    

CARSON

"Ella no es mía, tampoco soy suyo,
lo nuestro es temporal. Somos un
préstamo voluntario de momentos
inolvidables que quizá duren la
vida entera."

DANS VEGA



Me costaba concentrarme a cuantas pulsaciones por segundo me latía el corazón mientras corría por Hyde Park en compañía de Jackson y Owen. Iban uno a cada costado, charlando y compartiendo bromas que a mí no me hacían la menor gracia, sino que me daban ganas de partirles uno de los bancos del parque en la espalda.

Nunca pensé que pudieran hacer tan buenas migas, pero Jackson era capaz de socializar hasta con una pared y Owen contaba con un don de gentes innato que los hizo unirse para intentar sacarme de mi letargo después de la noticia de mierda que había recibido por la mañana.

Echaba en falta el dolor en los músculos, el sudor pegándome la ropa y la expansión mental que me proporcionaba el deporte.

«Y follar.»

Borré ese pensamiento de mí mente, pero sabía que no me dejaría tranquilo por mucho tiempo. Últimamente era una necesidad que me trastornaba y mi cuerpo pedía con tanto apremio como un drogadicto la cocaína. Nunca me había tomado realmente en serio mis problema con el sexo hasta ese momento, ya que comenzaba a anhelarlo tanto como deseaba tenerla de vuelta.

Parecía que hacía mil años desde la última vez que Harper y yo lo habíamos hecho, y ni siquiera las pajas que me había hecho en su honor saciaban la necesidad.

Una parte de mí sabía que era a ella a quien deseaba, pero ¿cuánto tiempo más aguantaría la abstinencia?

Ni puta idea.

—¿Por qué nadie me había dicho que las londinenses estaban tan buenas? Sino ya me hubiera venido mucho antes —lanzó Owen con una sonrisa cargada de intención.

—Pues todavía no has visto nada: tenemos mucho que mostrarte —le respondió Jack con una carcajada sofocada.

Puse los ojos en blanco. Desde que habíamos llegado, Owen no había parado de coquetear con cuanta tía corriendo nos pasaba por delante: sonrisas, guiños y miradas de todo menos normales. Lo peor era que ellas no se quedaban atrás con las insinuaciones y risitas de niñas de cinco años.

En fin, prefería mantener el pico cerrado antes que decir algo de lo que tarde o temprano me iba a arrepentir.

—Oye, Carson, este sábado Addy y yo iremos al cine con Har —comentó—. ¿Por qué no te vienes? —propuso.

No pude evitar reírme, en serio que no pude evitarlo al escuchar semejante estupidez de propuesta.

—Claro, y ya de paso envenéname con arsénico y acaba con mi mierda —espeté lleno de ironía y ponzoña.

No predicaba eso de que lo que no te mataba te hacía más fuerte: era para masoquistas. No estaba preparado para volver a verla, siquiera para tolerar su presencia después de enterarme de que había tenido la cara tan dura como para ir a ver a Jessica y creer que no me enteraría.

La consideraba más inteligente, pero ya me equivocaba de cabo a rabo.

—Bueno, es una oportunidad de intentar acercar posturas con Harper —agregó Owen.

—Y tú no tienes vela en este entierro —le reproché.

Llegamos a la fuente de la Princesa Diana, donde nos detuvimos en un banco de madera para calentar y descansar unos minutos. Mientras tanto, no pasaron desapercibidas las miraditas que me echaron uno y otro, pero ninguno se atrevió a hablar.

TWISTED LIESOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz