21

1.6K 157 401
                                    

HARPER

"Dichosos los que han encontrado tiempo,
amor, sexo, comprensión, y la locura en una
sola persona. Les digo, si hay que envidiar a alguien, es a ellos porque ya lo poseen todo."

CKRISTOPHER CLIMACO



Me puse el vestido que Mackenzie había escogido para mí: tenía muy buen gusto. Lo sentía un poco apretado, lo que provocó que la paranoia se adueñara de mí al ponerme de lado y acariciarme el vientre, donde se podía percibir un pequeño bulto.

Fruncí el ceño y me mordí el labio inferior.

—¿Crees que se me nota demasiado? —pregunté en un susurro.

—Joder, Har, por supuesto que se va a notar: estás embarazada de casi tres meses —me recordó. Se levantó de la cama y me dirigió una rápida mirada antes de acercarse a mí—. Por eso lo escogí blanco, porque lo oculta bastante bien —aseguró.

Eso esperaba, de verdad que lo esperaba, porque el vestido era precioso, de un blanco impoluto, manga larga por un lado, sin manga por el otro y tres cuartos por encima de la rodilla: sobrio y elegante. Lo había combinado con unas sandalias de tacón negro con tiras a juego con la máscara que utilizaría y un bolso plateado con una cadena para colgarlo al hombro.

No sabía si estaba preparada para volver a verlo, no después de lo ocurrido la última vez que nos vimos.

Cada vez aborrecía más a aquella familia de ególatras alemanes. Aun me costaba creer la poca consideración que había tenido el padre de Carson ante la noticia, cómo había menospreciado a su propio nieto como si se tratara de un estorbo en el prometedor futuro de su hijo. Y, ¿podía culpar a Carson por la ambición de su padre? No, desde luego que no debía culparlo. Carson tenía muchas cosas malas, pero había dos que debía respetarle: no era ambicioso, tampoco un egoísta desmedido. Pero aun así, no había medido mis palabras a la hora de volcar mi ira contra él como no pude hacerlo con su padre.

Supongo que por eso me estaba permitiendo usarlo y había aceptado llevarme a Inferno. Un lugar de culto para la élite londinense: políticos, duques, marqueses, príncipes, famosos..., solo gente con el suficiente poder económico como para permitirse cumplir sus fantasías a golpe de talonario. Y yo iba a meterme en el ojo del huracán por iniciativa propia de la mano de Carson. Lo peor, que era la única que podía hacerlo, ya que exclusivamente los socios tenían acceso, y solo ellos podían llevar un acompañante de su elección.

Era una locura; debíamos descubrir que ocurría en ese sitio y con qué clase de gente se juntaba.

Y Carson era mi pase directo.

Una pequeña parte de mí estaba atemorizada ante el mundo sórdido en el que estaba a punto de meterme, pero me obligué a dejar de lado aquellas ideas mientras me ataba el pelo en una coleta de caballo. Me obligué a mirarme al espejo, infundiéndome seguridad y determinación.

Meterme en esa locura había sido mi elección, y ahora debía acarrear con las consecuencias.

Exhalé un débil suspiro y relajé los hombros.

—Estoy lista.

Mack enarcó una ceja y me miró, asegurándose de que de no estaba a punto de desmayarme a causa de los nervios.

—No tienes que hacerlo si no quieres —me repitió. Sus ojos oscuros se cargaron de resignación y posó la mano con delicadeza sobre mi estómago—. Lo más importante está aquí.

—Junior y yo estaremos bien —contesté con una débil sonrisa. Posé mis manos sobre las suyas y la miré con seguridad—. Además, Carson estará conmigo: no dejará que nada nos ocurra.

TWISTED LIESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora