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HARPER

"Eres eso que no es mío, pero que
no quiero que sea de nadie más."



—¿Nos vemos en el almuerzo? —me preguntó Addie.

Estaba recostada en el casillero contiguo al mío, con los brazos cruzados sobre el pecho mientras se revisaba las uñas, distraída.

Terminé de meter los libros de los que ya había tenido clase y cogí lo esencial.

—Aja..., ahora tengo clase de Música —comenté.

—Nos vemos en el descanso, entonces.

Addie plantó un beso en mi mejilla, al que yo respondí quejándome con una pequeña mueca, lo que al instante me hizo acordarme de Percy y sus protestas cuando lo abrazaba o le daba besos. Me reí. Era posible que al fin y al cabo, nos parecíamos mucho más de lo que pensaba.

Pronto se perdió con el resto. A medida que avanzaba, saludó a algunos chicos y chicas con la misma gracia y efusividad que la caracterizaba; a veces envidiaba su facilidad para congeniar. Negué con la cabeza, cerré mi taquilla y dándome un poco de ánimo me dirigí al aula de música.

Aceleré el paso cuando la suave melodía se hizo eco por el desértico pasillo. Ya no me extrañaba encontrarlo en esa zona del Sant Judas, se había convertido en algo cotidiano que había comenzado a gustarme más de lo que debería. Sin darnos cuenta se convirtió en nuestro lugar de reunión.

Llegué y abrí con suavidad, tratando de no distraerlo. Apoyé el hombro y la cabeza sobre el marco con los brazos cruzados, admirando sus elegantes movimientos, como si fuera uno solo con el piano.

Mirarlo era todo un espectáculo; incluso con el uniforme era sexy a rabiar.

Un estremecimiento recorrió mi piel al recordar nuestra conversación de ayer, y todo lo que experimentaba cuando estaba a su lado. Me era tan fácil hablar con Carson que me asustaba lo poco que me había costado abrirme. Me hacía sentir a salvo y segura, como si todo se quedara en nuestra burbuja personal a pesar de lo poco que yo sabía sobre él.

Quería seguir enfadada por la forma en la que me trataba, pero al segundo siguiente podía ser tan considerado y amable que sentía que no era la misma persona. Había llegado a la dura conclusión de que perdía el control de mis sentidos con cualquiera de sus facetas, porque ambas me enloquecían a su manera.

Sabía que estaba cayendo tan profundo que carecía de la certeza de si podría volver a encontrar la superficie, pero no me importaba.

Me mordí el labio inferior y cerré los ojos, dejándome llevar por la delicada pieza de Schobert, hasta que la música cesó. Aun así, permanecí perdida en las notas musicales que se repetían en mi cabeza, como una melodía hipnótica que me tenía embrujada.

La suave caricia de unos dedos sobre mi labio inferior me trajeron de vuelta al mundo, un poco desorientada al encontrarme con la penetrante mirada azabache de Carson sobre mí; sus ojos eran como profundos hoyos en los que encontrar luz era imposible, capturando toda mi atención.

Su caricia fue gentil cuando pasó a mi mejilla y rozó mi pómulo con el pulgar. Su mirada descendió de mis ojos a mi boca en milésimas de segundos, robándome el aliento.

—Hola, Nachtigall —saludó.

Era una locura todo lo que podía sentir solo con un roce, como mi piel ardía y la sangre se me calentaba, como mi cuerpo necesitaba mucho más de lo que quería y me atrevía a experimentar.

El aire escapó de mis pulmones cuando se mordió el labio inferior y lo soltó con lentitud de forma sensual, dejando una pequeña marca en él. Una corriente viajó a través de mis extremidades como miles de pequeñas descargas que desembocaron en mi bajo vientre. Su templanza y forma de mirarme me hicieron sentir osada y valiente, como si pudiera tomar el control de la situación.

TWISTED LIESWhere stories live. Discover now