Capítulo 59: San Valentín.

Start from the beginning
                                    

Niego nuevamente.

— No, Esther.

Rueda los ojos.

— ¿De qué le sirve ser árabe si no tiene terrenos en Dubái y un camello?

Suelto una carcajada.

— Te extrañaba, en serio.

Sonríe.

— Lo sé. Yo también lo hacía. Ahora debemos planear una reunión con todas las demás para reencontrar el grupo.

Por las demás entiendo a mis otras primas.

— Sí, deberíamos.

— ¿Y el espanto?

Suelto una carcajada. Así le dice a Nate.

— Viene más tarde —informo, bostezando—. Sabes que vive con papá.

Asiente y se pone de pie.

— Hablaremos más tarde sobre tu árabe sin camello. Ahora debo ir a esa cita de empleo que me conseguiste. Gracias por eso, te debo una pizza.

Asiento, mirándola abrir la puerta.

— ¿Qué se supone que hace un globo flotando en medio del pasillo? —inquiere en un grito, ya fuera de la habitación.

Me pongo de pie, llena de curiosidad, y me encamino a mi puerta.

Al llegar, observo a Esther detallar el globo transparente que flota ahí en medio. Con cuidado me acerco a ella.

— ¿Qué crees que sea? —inquiere ella, mirando detalladamente el globo transparente salpicado de pequeñas manchitas color rojo. Abajo, atado a él, hay una cajita de lo que creo son chocolates.

Me caigo de hombros, detallando meticulosamente el globo.

— ¿Tiene algo dentro? —tantea, meneando el globo levemente; algo se mueve cuando lo hace.

— ¡Mamá! —la llamo para preguntarle sobre el globo.

— ¿Sí, cielo?

La puerta a un lado de la mía se abre, dejando salir a mi madre confundida por los gritos.

— ¿Esto es tuyo?

Niega, acercándose con la misma curiosidad que yo tenía anteriormente.

— ¡Tiene una aguja! —festeja Esther, quien había estado detallando el globo.

— Pues pinchémoslo —sugiere mi madre. Yo me muerdo el labio, ansiosa por saber que tiene dentro.

Mi prima toma la aguja —la cual está atada a la pequeña cuerda que cuelga del globo— y pincha el mismo, produciendo un sonido que me hace cerrar los ojos por la impresión pero abrirlos de inmediato gracias al sonido de una hoja caer al suelo.

Esther se agacha y lo coge. Es una hojita pequeña de color beige.

— El árabe que tienes como novio no tiene camellos pero sí ideas alocadas. Es para ti —me extiende la hoja sin haberla leído por completo.

Por alguna razón mi corazón se acelera y me siento nerviosa. Con las manos levemente temblorosas, la abro.

Hola, cariño. Te envío este regalo porque es una bonita manera de empezar nuestro primer San Valentín. Disfrútalos. Te amo.

Mikhail.

— ¡Qué lindo es! —chilla Esther, agachándose a recoger los chocolates.

Estrella Fugaz © [Completa ✔] Where stories live. Discover now