Capítulo 9: Coraje

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El grito de aquella bestia hizo temblar hasta el rincón más oculto de aquel lugar, se volteó a mirarnos gruñendo, espuma caía de su boca, se lanzó a comernos pero el orejas de perro alcanzó a salvarnos empujándonos lejos se su alcance y corrimos fuera del estómago de Inu No Taicho a la única salida que se veía. El demonio furioso luchaba por salir del esqueleto de su progenitor porque no cabía en el agujero que conducía al exterior. Cegado por el odio y los instintos de caza, se había esfumado todo rastro de su forma racional. Una bestia salvaje se había apoderado de él.

Kagome: ¡Vamos a morir! ¡Él nos asesinara! —gritaba desesperada.

Se apoyó en una gran roca tratando de recobrar el aliento. Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos. No tenía sentido haberla liberado de aquel sello para morir pocos días después de despertar. Aún existía tanto por hacer, ni siquiera habíamos empezado la búsqueda de los fragmentos, no era posible acabar así, sin siquiera comenzar con lo que nos convocaba en este mundo. Los segundos pasaban aniquilando cualquier ilusión de salir con vida de aquella tumba.

Hakuryu: me hubiese gustado despedirme de mi familia —el miedo recorría cada parte de mi cuerpo como si viajara por mi torrente sanguíneo.

Mi hogar lucía como una utopía lejana a estas alturas, el templo, el abuelo, Sota, mamá, papá, incluso Rukawa, deseaba más momentos al lado de aquellas personas tan importantes para mí. Debí aprovechar cada segundo que tuve con ellos, la idea de no volver a verlos era aún más dolorosa que la herida que tenía en el brazo. La chica me abraza con fuerza rodeando mi cintura, acaricio su cabello con mi otro brazo tratando de calmarla. Se sentía como si no hubiese escapatoria alguna, no existía manera de librearse de las horrorosas garras del perro gigante, de sus fauces sedientas de venganza. Habíamos llegado a un punto sin retorno, esa idea atormentaría a cualquiera, saber que volver era imposible, no había ninguna posibilidad. Una tortura.

La voz enojada del portador del Colmillo que nos trajo a estas circunstancias se encargó de darnos la esperanza que creíamos perdida con tan solo gritarnos palabras de aliento, a su modo, claro está.

Inuyasha: ¡Cállense! ¡Dejen de llorar como niñas! ¡Yo los voy a proteger!

En ese instante su espada comienza a palpitar. Mis ojos se abren de la impresión. Algo cambió en la energía que la rodeaba, casi decía; “úsame”. Como si la singular arma tuviera vida propia.

En ese momento un gran estruendo se siente a lo lejos, Sesshomaru había logrado romper parte del cadáver que lo aprisionaba y salió a paso firme en nuestra dirección aun en su forma monstruosa. La respiración se me entrecorta y la azabache comienza a gritar. Ella se pega aún más a mi pecho entrando en pánico, nadie podría mantenerse calmado ante una bestia de tales características fuera a comerle.

Hakuryu: ¡Utiliza a Colmillo de Acero! —le indico con determinación, con la adrenalina del momento sonaba más a una orden que un consejo.

Él asiente, sé que sintió perfectamente el palpitar de la espada pero me observaba de reojo algo extrañado, seguro que no esperaba que yo también notara aquel sutil movimiento. Coloca su mano en el mango sujetándolo con fuerza.

Ahora estoy seguro que las cosas serán diferentes.

Inuyasha: —la desenvaina y esta brilla con una luz amarilla casi cegadora— pero ¿Qué... —no pudo continuar porque esta había dejado de resplandecer.

La espada se transforma a un arma de color blanco. Como su nombre lo indica, la hoja era un gigantesco colmillo, tenía cabello claro en la parte de abajo antes del mango. Su tamaño era enorme, nunca había visto una de tal magnitud. Impresionante. Ver al mitad bestia portar en sus manos aquel peligroso objeto me causaba admiración y pavor.

InuYasha A Través Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora