Capítulo 52: Misión

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Las garras amarillas recorrían el suelo hacia el mitad bestia, impotente observo como el brillo pasa sobre él como si un camión lo atropellara. Gigantescas grietas se dibujan en el suelo mientras el garras grita de dolor, todo su cuerpo se llena de profundas heridas y cae a tierra prácticamente muerto. Se rodea de su propia sangre con los ojos en blanco aun sujetando su espada con su mano izquierda.

Con solo ver aquello, mi cansancio y fatiga fueron olvidados por mi cuerpo. Nuevas energías nacieron al ver a mi amigo en peligro.

Hakuryu: no puede ser ¡Inuyasha! —corro hacia el monje— cuídalos bien —dejo a la sacerdotisa y los pequeños en el suelo junto a la exterminadora— voy con él.

Sango: —toma mi mano— t..ten cuidado.

Asiento con la cabeza, lleno mi carcaj de flechas, el monje hace una barrera para protegerlos y yo emprendo un rápido viaje hasta el lugar de los hechos. Me agacho junto al orejas de perro y lo pongo en mi regazo llamando a su nombre.

No podría soportar perderte a ti también.

Para mi alivio y consuelo, aun respiraba con mucha dificultad. Su estado era crítico, pero solo el hecho de que estuviera con vida me era suficiente. Se pondrá bien.

Posé mi mirada en los causantes de tanta calamidad, al final, la responsabilidad recaía en el ser que significaba desgracia para todo aquel que se cruce en su camino.

Todo es su culpa.

Lo aborrecía, con todas mis fuerzas deseaba acabar con él. Su misma existencia estaba maldita. No sentía ningún temor por su presencia, al contrario, solo rabia.

Hakuryu: eres un cobarde, Naraku. Sabes que eres más débil que Inuyasha y mandas a alguien más a hacer tu trabajo para no morir en el intento. Siempre lo mismo. No sé cómo puedes vivir en la sombra de tu propia vergüenza.

En su cara se crea una mueca llena de odio, debe detestar que le digan sus verdades a la cara. La mujer junto a él oculta su sonrisa detrás de su abanico y la niña continúa quieta e inexpresiva como una estatua.

Naraku: eres un insolente, sacerdote. Te equivocas al llamarme débil.

Hakuryu: ¿Acaso es mentira? —le contesto irónico.

Su risa macabra me daba repugnancia, resonaba como un eco por la villa, viajando sobre los cadáveres que yacían en el suelo.

Naraku: ahora soy más poderoso —¿A qué se refiere?

Me mantuve en silencio esperando a que continuara.

Naraku: Kagura y Kanna no son solo mis sirvientes, son mis extensiones, son parte de mí.

Miroku: salieron de su cuerpo —exclama con espanto desde el campo.

Ambas son él.

Siento que el híbrido se mueve en mis brazos, bajo la vista para encontrarlo despierto. Esa expresión llena de dolor era lo único que reflejaban sus ojos, con desesperación buscaba algo de esperanza en los míos. Estaba a punto de hablarle sobre el espejo y las almas pero el infeliz de Naraku no me dejó hacerlo.

Naraku: ¿Saben cómo me volví más fuerte? Fue gracias a esto.

Saca un colosal pedazo de la Perla de su pecho, con horror observamos que le faltaba solo la mitad para completarla. Ese desgraciado había logrado apoderarse de media Shikon.

Naraku: ¿Y tienen idea de quién me ayudó a lograrlo? —pregunta con una horrible sonrisa— Kikyo.

Inuyasha: ¿Ki..Kikyo? —dice su nombre en un quebrado susurro.

InuYasha A Través Del TiempoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant