—Eres malo—le señaló Sumiko con una sonrisa divertida.

—Aunque quisiera llamarlo no tengo su número, ni siquiera teléfono.

—¿Qué le pasó a tu teléfono, dulzura?

Se encogió de hombros, recordando lo destruido que había quedado. Necesitaba uno nuevo.

—Es una larga historia.

—Con razón siempre que te llamaba no contestabas—murmuró su amiga, pensativa—. ¿Por qué no lo llamas desde el teléfono de Shisui? Debe tenerlo.

—Es una buena idea—aceptó—. Sus objetos personales los dejaron junto a él en la habitación.

En cuanto llegaron, ella entró. Lo encontró igual, acostado serenamente. Se dispuso a buscar el teléfono entre las cosas que había dejado una enfermera. Tomó el teléfono y encendió la pantalla, reflejando de fondo una foto de ambos sobre la cama, con expresiones graciosas. Sonrió, pero notó que el teléfono se desbloqueaba con huella dactilar. Era una violación a su privacidad, pero aprovechando que él estaba a su lado, tomó su pulgar y lo colocó.

De inmediato se desbloqueó, por lo que se dirigió a los contactos. Tenía curiosidad de revisar más, pero no podía hacerlo. Su dedo se detuvo en el buscador, pensativa. Se preguntó cómo lo tendría agendado, ¿abuelo? Ni siquiera conocía el nombre.

Intentó con abuelo y lo consiguió, estaba guardado como Abuelo Zen. Tragando saliva y armándose de fuerzas le marcó. Estaba nerviosa y no quería hacerlo, pero Shun tenía razón.

Después de unos minutos, finalmente contestaron.

—Shisui, hijo, pensé que me llamarías mañana—dijo con rapidez el hombre. Había fuerza en su voz—. Todavía no consigo lo que me pediste.

—Lo siento, no soy Shisui—le confesó, apenada y preguntándose qué le habría pedido el susodicho—. Mi nombre es Akemi, llamaba...

—¡Vaya!—La interrumpió, sorprendido—. Por fin puedo hablar con Uchiha Akemi. Mi nieto me ha contado mucho de ti.

Se removió incómoda, sentándose para tomar la mano del mismo.

—Lo siento, pero lo llamaba para...

—Dime, ¿estás emocionada por venir a Estados Unidos?—Inquirió, interrumpiéndola de nuevo, pero esta vez se ella se sorprendió—. Shisui me ha contado que quieren hacer un viaje, así que le sugerí que vinieran a visitar a este pobre viejo. Desde que él se fue y mi esposa murió me siento bastante solo.

Shisui nunca le había dicho el destino de su viaje, solo que lo harían, pero no le molestaba saber que planeaban visitar a su abuelo.

—En realidad, llamaba para decirle que Shisui está en el Hospital—le informó finalmente, aliviada de hacerlo, pero prosiguió con rapidez—. ¡Pero él está bien! La doctora dijo que despertará en un rato y con algunos cuidados se recuperará satisfactoriamente.

El silencio a través de la línea la asustó, ¿y si le había dado algo? Quizás no debió habérselo dicho de esa manera.

—Ya estoy saliendo para allá—avisó el abuelo Zen, antes de colgar y sin preguntar qué era lo que había pasado.

Akemi miró boquiabierta el teléfono. Supuso que todo había salido bien, pero ahora tendrían al anciano con ellos. Quizás sería algo bueno, pero igual le daba ansiedad. Por lo que había escuchado, era su único abuelo vivo y quería darle una buena impresión, pero tal vez no le agradaría saber que su nieto había arriesgado la vida por ella.

—Diablos—murmuró, con la mirada fija en la pantalla.

Sus dedos comenzaron a picar al ver que llegaban muchos mensajes. No, no los vería. Estaría mal hacerlo. Luego, notó que le habían mandado una foto y el contacto se llamaba Izumi. Frunciendo el ceño y lo revisó, sin poder contenerse.

《¡Me encanta este!》

Decía el mensaje y adjuntado había la foto de un anillo de diamantes. Era demasiado bonito y se veía costoso, hasta le gustaba.

¿Quién era Izumi y por qué le mandaba la foto de un anillo a Shisui?

Decidió ver a esa mujer, así que abrió su foto de perfil, que solo mostraba su rostro. Era bonita, con cabello castaño largo y ojos negros. Colocó de nuevo el chat, notando que si hubo una conversación vieja antes, la habían borrado ya.

Miró el rostro del dueño del teléfono, muy molesta. No quería imaginarse cosas raras, pero su mente ya lo estaba haciendo. Se moría de ganas de sacudirlo y reclamarle por ese mensaje, pero aunque quisiera no podría hacerlo porque le haría saber que revisó sus mensajes sin su consentimiento.

《A mí me importa un carajo si te encanta. Tengo novia, así que no me escribas más, ¿quieres? Feliz día.》

Le envió eso a la tal Izumi, arrepintiéndose al minuto, pero era muy tarde para eliminarlo porque ya lo había visto. Eliminó el chat, para luego bloquear el teléfono y lo colocó en su lugar, sin desear ver la respuesta. Los celos eran dañinos y se estaba ahogando en ellos.

—¿Qué me escondes?—Le preguntó en un susurro, sintiéndose bastante triste de repente.

La puerta se abrió detrás de sí y se volteó a ver de quién se trataba. Era Shun, que sonreía apenado.

—Tenemos que irnos, Akemi—le avisó, sin adentrarse en la habitación—. Ya se está haciendo tarde y los padres de Sumiko son estrictos. Espero no te moleste.

Les sonrió, negando.

—Entiendo, no pasa nada.

—Deberías ir a descansar también, ¿no quieres que te lleve?—Se ofreció, luciendo preocupado—. Puedes venir mañana temprano.

Suspiró. Se moría de ganas por irse al apartamento y dormir por horas, pero no estaría bien dejar a Shisui solo, no podría hacerlo.

—No te preocupes, estaré bien.

Él asintió, dudoso, para luego salir. Recostó la cabeza al borde de la camilla, esperando que el tiempo pasara rápido. Cerró los ojos, pero no se durmió. Solo recapituló todo lo que había sucedido y se sintió bastante enfadada, Yami tenía que ir a la cárcel, no a un centro psiquiátrico.

De repente, se preguntó si ella tendría algo que ver con el secuestro. Parecía tan decidida a matarla, que lo más probable es que así fuera. Todavía podía recordar sus chillidos y se le ponían los vellos de punta. No podía entender qué veía su hermano en Yami y por qué la apoyaba tan fervientemente. La máscara de una joven inocente había caído, demostrando que ésta era una persona horrible, dispuesta a asesinar.

Se miró la mano, recordando que ella también había disparado un arma y sí había matado a alguien, pero lo había hecho para defenderse, no por envidia u odio. Tal vez eso también fuera culpa de esa mujer. Se había visto obligada a tantas cosas esa noches junto con Sasuke, pasando por situaciones dolorosas y preocupantes. Si ésta era la culpable de ello, merecía ser castigada, no tratada como una víctima.

Un murmullo la sobresaltó, sacándola de sus pensamientos y haciendo que levantara la cabeza. Shisui se estaba removiendo, parecía estar despertando. Se levantó de la silla con rapidez y se acercó a ver su rostro más de cerca.

—Shisui—dijo su nombre con emoción, sintiendo su corazón acelerarse.

—¿Akemi?—Murmuró esté con la voz rasposa, abriendo los ojos con lentitud.

Sus ojos se humedecieron y lo tomó de la mano, llevándosela al pecho.

—Aquí estoy.

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