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Tras recibir las cartas para el nuevo curso en Hogwarts unos días antes, la Orden nos había permitido ir al Callejón Diagon en busca de los nuevos libros y materiales para el curso. Entre las diversas advertencias que nos dieron, la más repetida fue que siempre tuviéramos a un miembro de la Orden experimentado con nosotros y, bajo ninguna circunstancia, fuésemos solos.

Siguiendo dichas indicaciones, Ginny, Hermione y yo nos encontrábamos con Tonks y Remus, este último vigilándonos desde cierta distancia para abarcar más terreno.

— ¿Todavía sigues molesta? ¡Pero si ya han pasado casi dos semanas!

A pesar de que, tal y como había dicho Ginny, habían pasado casi dos semanas desde lo ocurrido en La Madriguera entre Draco y yo, todavía seguía ligeramente enfadada. Al principio, mi molestia había ido dirigida hacia mis amigos, quienes habían interrumpido el momento, pero a lo largo de los días esa molestia la había terminado dirigiendo a mi propio ser.

Me arrepentía de haber tardado tanto en darme cuenta de mis sentimientos, de no haber sido capaz de declararme y, sobretodo, de la absoluta cobardía que durante aquellas dos semanas me había impedido siquiera acercarme a él.

Si eso no era suficiente, Draco parecía tener un completo desinterés hacia mí y mi fallido intento de declaración. En ningún momento me había preguntado sobre aquello y, aunque una parte de mi lo agradecía, seguía esperando algún tipo de reacción por su parte.

— Normal que me seleccionaran para Hufflepuff. Soy una completa inútil—Dije, recordando todos los insultos de parte de algunos Slytherin en referencia a mi casa. En especial del grupo de Pansy, a quien prefería no haber recordado jamás.

—¡Oye! —Exclamó Tonks— Te recuerdo que yo también estuve en Hufflepuff y no somos inú...

Con un movimiento rápido la agarré del brazo, tirando de ella hacia mí para alejarla de unas jaulas vacías con las que estaba a punto de chocar. Tras recomponerse del susto, siguió hablando.

— Los de Hufflepuff somos tan capaces como cualquier otra casa o si no, ¿qué me dices del chico Diggory? Le proclamaron vencedor del Torneo de los Tres Magos y he oído que es de los mejores alumnos en la academia de Aurores. O yo, que conseguí ser Auror a pesar de lo patosa que puedo ser a veces. O, sobretodo, tú, que has pasado por montones de obstáculos y has sobrevivido.

— Y aún así soy incapaz de declararme al chico que me gusta.

— ¿Hablando de amor?

La voz de Fred sonó a nuestras espaldas. Al girarnos, nos encontramos con Harry, Ron y Draco, quienes iban acompañados de Fred y George. Los chicos tenían sonrisas divertidas a la vez que las chicas intentaban aguantarse la risa. Mientras tanto, Draco mantenía su rostro serio, mirándome fijamente y yo, incapaz de mirarle a la cara, sentía como la mía iba obteniendo un tono rojo.

— Pues da la casualidad de que nosotros estábamos hablando sobre las magníficas chicas con las que compartimos casa. Sólo hace falta veros para saber que no estamos equivocados, ¿verdad chicos? —Habló George, compartiendo una mirada con su gemelo.

— Pero todos estaremos de acuerdo en que nuestra Stella se lleva la corona, ¿no crees, Draco?

Fred se acercó a mí, pasando su brazo por mis hombros en un medio abrazo. Tras lanzarnos un guiño a las cuatro chicas que estábamos presentes, miró a Draco con una sonrisa en busca de una respuesta. Sin embargo, Draco sólo negó con la cabeza, desviando la mirada hacia el escaparate de una tienda cercana.

— ¿Sabes, Fred? Stella me habló sobre las ganas que tiene de volver a ver vuestra tienda, ¿por qué no la lleváis? Podéis aprovechar hoy que no habéis abierto para darle un tour con tranquilidad.

Miré a Harry extrañada. Aunque sí era verdad que tenía curiosidad por volver a ver la tienda de los gemelos, en ningún momento se lo mencioné por lo que no le encontraba sentido a su repentina propuesta.

— Todavía os quedan cosas que comprar y no os podemos dejar solos —Empezó Fred con seriedad, formándose una sonrisa al seguir hablando—. Pero, yo os puedo acompañar mientras George lleva a Stella. A no ser que a alguien le parezca mal.

— ¿Se puede saber qué intentas? —Le susurré a Fred.

— Espera y verás —Me susurró de vuelta, con la vista fija en Draco.

— Pues si nos disculpáis, Stella y yo tenemos una larga lista de productos que ver y, porqué no, probar.

George comenzó a andar, poniéndose a mi lado para indicarme el camino. Al instante, Draco se aclaró la garganta, llevándose la atención de todos.

— No creo que sea buena idea. No deberíamos separarnos, puede ser peligroso. ¿Qué pasa si os intercepta un grupo de Mortífagos? No seríais capaces de luchar contra ellos vosotros solos.

— ¿De verdad es la seguridad lo que te preocupa?

— ¿Qué otra cosa me podría preocupar?

— Nada, por supuesto. Sólo me ha parecido extraño, no recuerdo que hayas puesto quejas cuando Harry y Ron han ido solos a una tienda.

— Eso era distinto. El resto estábamos cerca y podíamos ayudar si se daba el caso.

— Ya, bueno, pues si el señorito lo desea nos puede acompañar, no vayan a atacar a su damisela.

— No digas... ¿Stella? ¿Pasa algo?

La frase de Draco quedó inconclusa cuando me miró. Desde hacía varios minutos mi atención se había desviado de la conversación que él y George mantenían, centrando mis vista en unos ojos que me devolvía la mirada desde la distancia.

Aquel rostro, tan parecido y a la vez tan distinto de Draco, me miraba con profundo odio, haciendo que un escalofrío me recorriera todo el cuerpo. Sólo necesité un vistazo rápido a aquellos ojos para darme cuenta de que, además de ser el padre de Draco, era el Mortífago que meses atrás me había hecho olvidar todo lo que conocía.

Draco debió haber seguido la dirección de mi mirada pues con un movimiento rápido se detuvo frente a mí, sacando su varita y haciendo que mis ojos sólo pudiesen captar su espalda.

El resto, al darse cuenta de la situación, se pusieron en posición de defensa. Harry y Ron se colocaron frente a Ginny, mientras que Hermione y Theo se quedaban entre nosotras. A su vez, tanto los gemelos como Tonks se pusieron delante de todos.

Los movimientos habían sido practicados durante días, de forma que no alertaran ni a los magos y brujas que se encontraban comprando tranquilamente, ni a los posibles atacantes que nos estuvieran acechando. Para quienes sí tenían significado fue para el resto de miembros de la Orden que, desde la distancia, se encargaron de vigilar a Lucius y comprobar que no hubiese ningún peligro.

— Fue él —Susurré. Aunque Hermione, a mi lado, fue la única en prestarme atención, sabía que Draco también me escuchaba—. Fue él quien me llevó a aquel edificio durante el ataque en Hogsmeade.

— ¿Fue quien te lanzó la maldición? —Draco ladeó ligeramente la cabeza, prestándome total atención pese a que sus ojos seguían fijos en Lucius.

— No lo sé. Había otro Mortífago con nosotros. No sé cuál de los dos lo hizo.

En un intento de ver lo que pasaba intenté asomarme, moviéndome ligeramente hacia un lado. Apenas fui capaz de dar un paso cuando el brazo de Draco me detuvo, impidiendo que me separase de él. Aun así, fui capaz de ver cómo Lucius se adentraba a un callejón, desapareciendo de nuestra vista. Durante todo ese tiempo, sus ojos fríos y llenos de odio habían estado por completo dirigidos hacia Draco y hacia mí.

— Deberíamos terminar cuanto antes. No creo que vaya a pasar nada, pero es mejor no arriesgarse.

Con rapidez nos dirigimos a las tiendas que nos faltaban. Draco no se separó de mí en ningún momento, pendiente de todo cuanto nos rodeaba. Para nuestra suerte, Tonks había llevado razón y nada malo llegó a pasar.

Nada más llegar a La Madriguera, Draco acompañó a Fred y George a su habitación. Los tres se quedaron encerrados dentro durante el resto del día, planeando algo que, seguramente, no sería agradable para cierto Malfoy que nos habíamos encontrado horas antes.

Viviendo en el mundo de Harry PotterWhere stories live. Discover now